Te sientas en el sofá con tu chico o tu chica y pone el teléfono boca abajo: ya empiezas a sospechar, las alarmas suenan y tu instinto de detective se enciende. No quiere que vea las notificaciones, piensas, mientras entornas los ojos fijos en el móvil, que esta allí, boca abajo.
Así que mientras duerme o está en el baño, le robas el móvil para ver el histórico de internet, el WhatsApp o los mensajes privados de Facebook y de Instagram.
¿Esto esta bien?
Los celos pertenecen al repertorio de nuestras emociones tanto como la alegría, la tristeza o el miedo.
Hay celos adaptativos que sirven para fomentar el apego con las personas que queremos, pero hay también celos patológicos que generan ansiedad, hipervigilancia, supervisión de la pareja, conductas desproporcionadas de control, preocupaciones, paranoias, hasta llegar a ser muy destructivos. Son celos que destruyen tu relación, y sustituyen el amor, el cariño y la confianza con sentimientos negativos como la rabia, las dudas, el odio, la sobreprotección, el control extremo, amenazas, ansiedad, depresión, etc.
Hay tres películas que creo puedan describir muy bien los celos o los estados psicológicos de anulación de nosotros mismos para gustar a una persona y la locura del amor. Si no habéis visto estas tres películas os aconsejo que las veáis para luego seguir leyendo.
La cara oculta (Andrés Baiz, 2011)
La cara oculta, de Andrés Baiz, para mí es una película llena de ideas. Es un thriller psicológico que explora los límites y la parte patológica del amor, los celos y la traición. La protagonista, Belén esta muy enamorada de su novio Adrián, un maestro de la Orquesta Filarmónica de Bogotá. Pero cuando Belén empieza a dudar de su fidelidad, desaparece sin dejar rastro. ¿Qué ha pasado? Pues que ella decide seguir el consejo de la dueña de la casa: poner a prueba a Adrián fingiendo escapar y escondiéndose hasta no estar segura de su fidelidad, en un búnker situado detrás del espejo de la habitación, aislada de todo, una caja dentro de otra caja, vidrio blindado acústicamente y donde se puede ver lo que pasa en el baño y en el dormitorio.
El único problema es que se le cayeron las llaves antes de entrar, quedándose así atrapada en sus mismas dudas de pareja y sus celos, en una trampa que ella misma planeó.
¿Hasta qué punto estamos dispuestos a no creer a las personas o a nuestra pareja? ¿Hasta qué punto los celos pueden convertirse en trampas mortales y en mentiras que nosotros mismo creemos?
Esta película tienes muchas similitudes con Vértigo (De entre los muertos), de Hitchcock. Tiene el mismo problema como núcleo de la narración: la pareja, la anulación de sí mismo por culpa de esta, pero, sobre todo, la obsesión que conlleva.
Vértigo (Alfred Hitchcock, 1958)
Aquí lo que me interesa es la parte en la cual el protagonista, Scott no puede evitar que Madeleine (la esposa de un antiguo compañero de estudios que lo había contratado para vigilarla) se arroje desde la torre de un campanario y muera. Descubre que estaba realmente enamorado de Madeleine (y ella también) y cae en un estado de shock muy fuerte.
Tiempo después se cruza en la calle con Judy Barton, una mujer corriente, y la asocia a Madeleine.
Se descubrirá que Judy estaba haciendo el papel de Madeleine mientras Scott la estaba vigilando, pero la verdadera Madeleine estaba ya muerta. El marido fingió su suicidio en un campanario, porque sabía que Scott no hubiera subido nunca a causa de sus vértigos, y lo eligió para ser testigo de este falso suicidio. Del campanario tiraron el verdadero cadáver de Madeleine y Judy volvió a ser la chica corriente de siempre. Pero cuando Scott ve Judy y nota que es idéntica a Madeleine, decidido a recuperar su amor perdido, se hace amigo suyo y va intentando transformarla en su recuerdo, obligándola a vestirse e incluso moverse como ella, teñirse el pelo; en definitiva, transformarse en ella.
Judy está enamorada de Scott, pero é no la quiere por cómo es, la quiere porque se enamoró de la mujer que interpretaba, o sea, de Madeleine. Ella misma además estaba dispuesta a seguir esta locura si bien muchas veces preguntaba a Scott «por qué no puede amarla por lo que es». Esta es un obsesión que conduce Judy a anularse, hasta no ser ella sino Madeleine, porque lo único que le importaba era ser amada.
Mujeres al borde de un ataque de nervios (Pedro Almodóvar, 1988)
Esta película me recuerda además otra: Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Pedro Almodóvar, con esa obsesión hacia los hombres, personificados en el papel del atractivo Iván, idealización del hombre perfecto, que escapa dejando solo huellas y mensajes en el contestador. Todas las mujeres están obsesionadas por hablar con él, lo buscan pero nunca lo alcanzan y esto les procura un ataque de nervios. «Es mucho más fácil aprender mecánica que psicología masculina. A una moto puedes llegar a conocerla a fondo, a un hombre, jamás», dice la protagonista.
Todo culpa de estos hombres que nos vuelven locos, como bien demuestran estas tres pelis: la mujer que se quedan atrapada en un búnker, la que se convierte en otra y deja de ser ella, y, finalmente, las mujeres (Pepa y Lucia) que acaban sufriendo un trastorno psíquico víctimas de Iván.