El 1 de octubre volví de un corto viaje a Nueva York e Israel. Deseo destacar y compartir algunos aspectos de interés.
Primera parada: Nueva York
El día de Yom Kippur (Día del Perdón), sin duda la festividad religiosa más importante del judaísmo, asistí a una sinagoga reformista que está auspiciada por judíos/as gay. No sólo era una sinagoga que invitaba a rezar, sino además era todo un espectáculo. En un lugar enorme, arrendado por esa congregación, con miles de personas asistiendo al Kol Nidre (rezo muy solemne con melodía de Max Bruch que se desarrolla al comenzar esa festividad, al anochecer).
Asistía todo tipo de gente: no sólo judíos sino personas del más amplio espectro, desde cristianos y budistas hasta agnósticos y tradicionalistas, desde ateos a creyentes, todos ellos recibiendo la cálida bienvenida de una rabina que dirigía los oficios llamando a la paz y al entendimiento de la humanidad. Una gran orquesta y coros que yo no alcanzaba a apreciar en sus características pero sí en sus efectos, ya que me tocó un asiento alejado del centro mismo del evento, que si bien me impedía observar a la orquesta, a los coros y a la Rabina, no me impedía apreciar la grandiosidad y formalidad básica de la festividad cumbre de la religión judía.
Sin duda una experiencia «especial». En estos casos, siempre hay aspectos que según cada persona pueden ser controvertidos, ya que si bien era una ceremonia impresionante en cuanto a la magnitud del oficio religioso, al mismo tiempo era inhibidora para participar de la misma. ¿Cómo puede alguno cantar los rezos cuyas hermosas melodías invitan a ello, cuando hay un coro de profesionales que lo hacen de maravilla? Posiblemente quienes alientan participar de un espectáculo queden absolutamente reconocidos con este tipo de oficio y quienes anhelen una participación comunitaria se sientan un poco decepcionados, pero de cualquier modo es una experiencia muy especial.
Aprovecho señalar para quienes lo ignoran, que el judaísmo no sólo es una religión, sino fundamentalmente una cultura, con sus diversas expresiones que incluyen arte, principios éticos y de vida, tradiciones derivadas de la religión, música y folclore de diferentes tipos, formas de alimentación, y así sucesivamente. Hay judíos ateos, agnósticos, conservadores de las tradiciones básicas, reformistas de las expresiones más antiguas de la religión. Cada comunidad es independiente de las otras y desde tiempos inmemoriales eligen a su directiva y a sus rabinos/as y deciden de modo independiente acerca de la manera como hacen sus oficios religiosos. El judaísmo no tiene una cabeza central que tenga tuición respecto a las diferentes comunidades en el planeta.
Al no ser proselitistas y al haber estado sujetos a asesinatos masivos en estos últimos 1.800 años, la cantidad de personas son muy pocas en el planeta: alrededor de 20 millones. La gran mayoría del pueblo judío no es ortodoxo o ultraortodoxo. Son personas que tienen una gran diversidad en sus modos de vida, opción de género y así sucesivamente. Como no es una religión proselitista, reconocen el derecho de cada cual a relacionarse con lo trascendente (Dios), según a cada uno les haga sentido. Esa diversidad y amplitud de miras es, a mi entender, el aspecto más hermoso del judaísmo. Más de alguno que siente su pertenencia al pueblo judío manifiesta su orgullo de pertenecer a un pueblo que por casi 2.000 años ha sido perseguido y discriminado sólo por ser diferente y que no ha sido perseguidor de nadie. Desafortunadamente no siempre quienes pertenecen a este pueblo son consecuentes con sus características básicas de apertura mental y aceptación de la diversidad. Toda generalización es desastrosa.
Más acerca de Nueva York: qué cantidad de «tipos humanos» en las calles y qué atmósfera más atrayente por la gran diversidad de manifestaciones de todo tipo. Espectáculos, actividades culturales, artísticas… Hasta visité un pueblecito inspirado en la Edad Media con la mayoría de la gente disfrazada de esa época y con casas y espectáculos vinculados a ella, todo muy profesional.
Segunda etapa: Israel
Llegué cuando era la festividad religiosa de Sucot y se sentía. En Sucot se recuerda la peregrinación del pueblo judío durante 40 años en el desierto antes de llegar a Canaán cuando Moises los saca de su esclavitud en Egipto. A lo menos a eso se refieren las historias y tradiciones bíblicas. La gente lo recuerda construyendo cabañas con techos no totalmente cerrados de manera que se puedan ver las estrellas. Por una semana suelen compartir familias y amigos, y comer y dormir dentro de esas cabañas denominadas sucás. Vi una gran cantidad de sucás en balcones, en las calles, detrás de las casas… Si se piensa que Israel tiene la misión de amparar al pueblo judío y sus tradiciones, sin duda que eso es un hecho y lo estaría haciendo bien.
Escuché muchas conversaciones de índole política entre chilenos y amigos de habla española y pude observar que hay una tremenda polaridad dentro de Israel, con cierto grado de agresividad mutua que me dejó preocupado. Hay un ambiente de tremenda falta de aceptación de la diversidad, más fuerte que la que percibí en otras ocasiones. Los «religiosos», (especialmente los heredin o ultras) con posturas que en la práctica no reconocen la diversidad del judaísmo en sus diferentes expresiones. Los que se autocalifican «de izquierda», con una reacción fuertísima «antirreligiosa» y con el peso de no haber generado hasta ahora liderazgo alguno en lo político real del país.
Sin duda que hay aspectos institucionales que Israel debe urgentemente mejorar: llegar a ser una verdadera democracia donde todos sus ciudadanos sean iguales ante la ley y con derechos y obligaciones similares, más sin perder su calidad de Estado judío, traducido esto como protector del pueblo judío y sus tradiciones, tal como la Resolución de partición inicial de la ONU lo recomendaba en 1947: la creación de un Estado árabe y otro judío, aunque nunca se definió con claridad que se deseaba significar con eso.
Pienso que es perfectamente factible compatibilizar ambas características para Israel: una democracia plena para todos sus ciudadanos y su característica de Estado judío, único en el mundo y razón de su nacimiento. Los dirigentes árabes palestinos no han deseado en la práctica formar su país, siempre han tenido pretextos o condiciones previas inaceptables para cualquiera, prefiriendo mantener frente a Israel un estado de guerra permanente con situaciones de cese al fuego que es como denominan técnicamente la situación vigente.
Pero volviendo a Israel, estoy convencido de que si hay voluntad política entre la ciudadanía de Israel, es posible absorber las actuales Leyes Básicas sobre las cuales se basa el funcionamiento político administrativo del país en una Constitución Política del Estado.
El día en que los religiosos judíos acepten vivir a su modo la religión tal como lo hacen ahora y al mismo tiempo acepten que los demás tienen el derecho de vivir sus vidas según les haga sentido, Israel habrá conquistado un alto lugar en la espiritualidad y en la ética del mundo.
Por ahora, tenemos diversas situaciones que a quienes vivimos fuera de Israel nos chocan profundamente: privilegios en favor de los ultras dejando fuera de ello a la enorme mayoría de los judíos, tradicionalistas, reformistas y no religiosos que no gozan de privilegio alguno y más aún se sienten injusta e innecesariamente desplazados. Esto también afecta al resto de los ciudadanos.
A modo de ilustración: en el Kotel de Jerusalén, (denominado Muro de los Lamentos), aún no hay lugar para que los judíos tradicionalistas o reformistas, ni para un agnóstico, un ateo o simplemente cualquier ciudadano, puedan acercarse a elevar un pensamiento o a hacer un rezo, o a dejar un papelito con algún deseo como es la tradición, acompañado de su mujer y de sus hijos/as de manera mezclada ya que los ultras que administran el lugar lo prohíben, con bastante rigor exigiendo, de acuerdo a sus costumbres la separación de sexos.
Otro caso es la obligación a casarse a través de vínculos religiosos, con las correspondientes ceremonias de cada religión, sin existir la posibilidad legal de que un ciudadano se pueda casar en base a un 'contrato civil' si es que así lo desea. En caso de desear vincularse matrimonialmente sin recurrir a alguna religión, ha de hacerlo fuera del país. Estas ilustraciones son la mejor muestra de temas institucionales pendientes. Sin duda que hay varios más.
Pero ese tipo de aspectos no invalidan la existencia misma de Israel en cuanto país como lo pretenden sus enemigos ideológicos, siempre con un doble estándar cuando de Israel se trata. Más sin duda significan serios aspectos institucionales que deterioran la democracia y que deben mejorarse.
Después de esta visita a Israel quedé aún más convencido de que el país necesita una Constitución Política del Estado que garantice su doble característica fundamental:
a) Un país democrático para todos sus ciudadanos cualquiera sea su característica o pertenencia, con igualdad de derechos y obligaciones y
b) Un país judío, en el sentido de sostener su misión de amparo del pueblo judío y sus tradiciones, tal cual nació como país.
¿Se puede? Estoy convencido de ello. Más para que suceda ha de existir una «voluntad política ciudadana» de aceptarse en la diversidad tanto en lo filosófico, como en lo religioso, como en sus opciones de vida. Eso fortalecerá tremendamente a la sociedad israelí ante sí misma y el mundo. Frente a los árabes poco o nada se puede hacer. Pero ante sí mismos como sociedad y país sin duda que se puede si es que así se quiere.
Reflexiones finales
Estoy cada vez más convencido de que si no nos salimos del paradigma que esta tan difundido entre organizaciones y personas de este mundo de creer que se es «dueño de la verdad», con posturas rígidas, dogmáticas, no revisables y a veces violentas, el futuro de este planeta es bastante poco alentador.
En Nueva York me topé con un ambiente absolutamente contrario y agresivo respecto a Trump. No se trata de ser partidario del mismo o de no reconocer las enormes falencias de todo tipo que tiene, sino de aprender también a distinguir aquellos hechos puntuales que pueden ser positivos en lugar de cerrarse en descalificaciones absolutas.
El haber denunciado y haberse retirado del tratado con Irán y retomado la aplicación de sanciones hacia ese país ( tratado que yo he analizado más de alguna vez, que es un desastre por el peligro que implica el dejar sin control el desarrollo de armas atómicas en un país que se caracteriza por ser una dictadura teológica que alienta la intervención armada en otros países y el apoyo a organizaciones terroristas), o el haber cerrado la oficina de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) en Washington y suspendido la entrega de dineros a la misma a fin de presionarlos a firmar un tratado de paz con Israel, es sin duda un aporte. Así lo entendemos quienes sabemos que sólo la presión internacional puede ayudar a que el conflicto árabe israelí se solucione. Lo anterior no significa desconocer las tremendas falencias de Trump, que sin duda alguna las tiene, entre las cuales destaco su tremenda impulsividad, sus lamentables declaraciones acerca de algunas minorías y su falta de empatía.
Israel sin duda que es un país extraordinario en sus grandes logros en materias científicas, tecnológicas, educacionales, sociales y culturales. Y se nota. Todo ello con escasos recursos naturales y con gran claridad de parte del estado en conducir su economía y su sociedad, ubicando al país como gran exportador de alta tecnología generando que más del 75% de sus divisas se originen en pagos de derechos por marcas y patentes de invención. Algo que echamos mucho de menos en América Latina donde la debilidad de los Estados y sus capacidades de decisión y de control son escasas y donde los países no tienen rumbo alguno. Israel cuenta con una población que se aprecia relativamente contenta y tranquila aunque inquieta por la falta de paz con sus vecinos. Con gran seguridad interna lograda a través de grandes inversiones en recursos tecnológicos. No capté animadversión hacia los árabes por parte del ciudadano común. Al contrario: un enorme deseo de vivir en paz. Sólo capté, con justa razón, una enorme desconfianza hacia los árabes.
Lo que también capté como lo señale anteriormente una preocupante polarización interna. El país está dividido muy especialmente respecto a los heredin (religiosos ultras) que a pesar de no ser importantes en cantidad, tienen el porcentaje político que determina la posibilidad de continuidad de Natanyahu como gobierno. Detrás de esas aparentes posturas religiosas se esconde un nacionalismo religioso preocupante que es compartido en buena parte por los ortodoxos y por israelíes no religiosos de derecha. Y una izquierda a la que sin duda le faltan liderazgos. Si hubiese nuevas elecciones en la actual situación creo que volvería a ganar Natanyahu.
En la Palestina (zona de Judea/Samaria o Cisjordania), muchas personas desean terminar con el actual “«estado de guerra», reconociendo a Israel en su derecho a existir, pero se sienten atrapados por una dirigencia corrupta que les niega la posibilidad de vivir en paz y bienestar junto a sus vecinos, priorizando la situación actual que les permite victimizarse y recibir importantes sumas de dinero desde todas partes del mundo. Por otra parte, en la práctica y más allá de las declaraciones políticamente correctas, la absoluta falta de aceptación de Israel como Estado por parte de dicha dirigencia y sus leyes de normalización, (impedimento a la población árabe de cualquier contacto con israelíes o con Instituciones de Israel amenazando con penas efectivas si los descubren), más el poder de las armas y su capacidad de difundir el odio, genera un panorama de difícil pronóstico para quienes anhelamos la paz y la convivencia mutua entre esos pueblos.
Esto no lo capta la gente demasiado politizada o aferrada a ideologismos rígidos y de doble estándar que por lo demás ignoran absolutamente la realidad de esa zona y confunde sus deseos con propuestas que en la práctica actual no son posibles.
La capacidad de reconocer y priorizar ciertos valores y principios que apuntan a la aceptación de la diversidad y a convivir en paz está altamente escasa en este planeta. La capacidad de tratar de ser ecuánimes en este conflicto no la veo muy difundida. Es más fácil buscar culpables y descalificar generalizando en lugar de alentar soluciones. La capacidad de reconocer el contexto con la intensión de buscar una salida tampoco la veo cuando se trata del análisis de este conflicto se trata. Una pena muy grande.