Texto correspondiente a la ponencia presentada por el autor en la Conferencia Internacional “Carlos Marx: vida, ideas, influencia. Un examen crítico en el Bicentenario”. La Conferencia fue organizada por el Instituto de Investigación y Desarrollo Asiático (Asian Development Research Institute, ADRI) en Patna (Bihar, India), del 16 al 20 de junio, 2018

Primer tiempo: OUVERTURE: Escena 1 [La Paz, 1996] Escena 2 [Dar es Salaam, 1965]
FLASHBACK: Escena 3 [Lima, 1952]) Escena 4 [Roma, 1969]
Intervalo: Escena 5 [Sierra Maestra, 1956-58]
Segundo tiempo: Historia ortodoxa: Escena 6 [de La Habana a Moscú, 1959-63]. Historia de una herejía: Escena 7 [de Moscú a La Habana, 1963-65].
Historia marxista: Escena 8 [Praga, 1966].
Fundido: Escena 9 [Vallegrande, 9 octubre de 2017].
Fin (Obras citadas)

Primer tiempo

OUVERTURE
Escena 1 [La Paz, 1996]
A las 10:30 del martes 1 de octubre de 1996 cinco personas visiblemente emocionadas descendieron por el ascensor los 30 metros que conducían al sótano del Banco Central de Bolivia. Eran tres periodistas, un fotógrafo y un estudiante de Guevara a quienes por primera vez el Gobierno boliviano les había concedido el permiso para el libre acceso a la caja de seguridad «A-73» en la que se encontraba y todavía se encuentra el original del Diario guerrillero del Che.

En la caja, sin embargo, había otros materiales de relevancia, como descubrió con emoción Carlos Soria Galvarro Terán (n. 1944), mi gran amigo, compañero de búsquedas y principal investigador del Che en Bolivia (en aquella época lo fue junto a Humberto Vázquez Viaña [1937-2013]). De hecho, en la caja encontraron a) el original en español del Diario de Pombo, que se creía desaparecido después de su traducción al inglés, b) las hojas de evaluación de todos los miembros de la guerrilla, c) el cuaderno rojo de anillas con las páginas del diario correspondientes al periodo que va del 7 de noviembre al 31 de diciembre de 1966 (además de anotaciones y borradores de comunicados de prensa), d) la agenda alemana de piel sintética con las páginas del diario del 1 de enero al 7 de octubre de 1967.

Pero fue justo al final de esa agenda, en las últimas cinco páginas del listado de teléfonos, donde Carlos hizo el descubrimiento más impactante para nosotros los estudiosos del Che y desde aquí va propiamente a comenzar mi reflexión con respecto a la relación entre Guevara y Marx: de hecho, eran cinco páginas que contenían una lista de 109 títulos de libros (15 de esos marcados con una crucecita roja), divididos por meses de noviembre de 1966 a septiembre de 1967 (cayendo en cantidad). Esa era una documentación inédita por completo, mostrando el interés profundo que el Che seguía mostrando y cultivando en relación con el estudio y la elaboración teórica hasta sus últimas horas de vida, a pesar de encontrarse en circunstancias desesperadas y sabiéndose destinado a la derrota (militar).

Carlos me envió las fotos de la lista y yo las publiqué en colores (para que resaltaran las crucecitas rojas) en el número 2 de Che Guevara. Quaderni della Fondazione/Cuadernos de la Fundación [CGQF], 1999, pp. 261-3.

Los títulos citados abarcaban una amplia variedad de temas y no aparecían conectados con un específico proyecto bibliográfico. Nos pareció a nosotros, los estudiosos, que pudieran ser divididos grosso modo en seis categorías: 1) filosofía y ciencia, 2) doctrina política y militar, 3) historia y sociedad latinoamericana, 4) historia, sociedad y antropología boliviana, 5) novelas y ficción mundial, 6) herramientas como diccionarios, repertorios estadísticos, problemas médicos. Lo que aquí nos interesa es el primer grupo y en eso se podía incluir - además de N. Maquiavelo (El príncipe y otros escritos políticos), G. W. F. Hegel (Fenomenología del espíritu) y L. Morgan (La sociedad primitiva) - trabajos acerca del marxismo o de inspiración marxista, como los que siguen [1].

El último apellido en la lista – el único en el mes de septiembre de 1967 – en un primer momento fue identificado como un aproximado «F. O. Nietzsche», haciendo iluminar los ojos a los que ya esperaba lograr escribir un ensayo acerca de un posible «superhombrismo» del Che. Después de un tiempo, Carlos Soria descifró mejor ese nombre y estableció que era el del gran experto militar Ferdinando Otto Miksche (1904-1992) y su obra Fuerzas secretas [ver CGQF. n. 8/2010, p. 273].

Durante mucho tiempo no sabíamos qué interpretación dar de esa lista de libros, tan amplia pero de igual manera tan aparentemente desordenada, lo que hacía nacer la sospecha de que, en realidad, debería tener un orden específico, aunque bien oculto. De lo contrario, ¿cómo explicar que fuese escrita en una agenda que se ocupaba como un diario militar y en una contingencia por cierto no favorable al estudio? Por otra parte, esa cantidad de más de un centenar de libros (algunos en grandes dimensiones) habría sido de veras excesiva para pensar que el Che pudiera llevárselos consigo durante los desplazamientos guerrilleros. Y si esos libros los hubiera dejado en los escondites que había construido en los campamentos preparados en los primeros meses - y desde allí luego confiscados por el ejército después de su descubrimiento -, seguramente hubieran resurgido en el mercado «clandestino» de objetos guevarianos, manejado durante años por algunos de los oficiales que participaron en las operaciones de contraguerrilla: los militares, de hecho, vendieron de forma privada todo lo que le había pertenecido al Che, y una posible «biblioteca itinerante» suya sin duda habría tenido una muy alta «oferta».

Sólo quedaba la posibilidad de pensar en una lista de deseos formulada por un erudito marxista tal como Guevara, con una amplia variedad de intereses y ya probado como gran devorador de libros a lo largo de toda su vida. O pensar una alternativa, que era un plan de lectura preciso, en que el sector «marxológico» debía de tener particular importancia.

Esa segunda hipótesis resultó ser la correcta, pero pudimos validarla sólo después de un tiempo, cuando apareció un nuevo documento, permaneció inédito durante mucho tiempo a pesar de la importancia que hubiera tenido «en su momento» para una exacta definición de la dimensión teórica guevariana más auténtica. La marea de tonterías que se escribieron en libros y artículos después de su muerte acerca del «marxismo-leninismo» del Che y de su presunta ortodoxia, hubiera también podido evitarse gracias a la carta que estoy a punto de examinar y que proporciona la clave explicativa del proyecto «boliviano» de lecturas arriba mencionado.

Escena 2 [Dar es Salaam, 1965]
Encerrado en la habitación del embajador cubano en Tanzania (Pablo Rivalta, 1925-2005), veterano de la derrota de la expedición militar en el Congo («La historia de un fracaso», como la llamó Guevara) y antes de trasladarse a Praga, el Che escribió una importante carta enviada el 4 de diciembre de 1965 a Armando Hart Dávalos (1930-2017). Él fue uno de los líderes históricos del Movimiento 26 de julio [M26-7], esposo de la fundadora de la Casa de la Américas (Haydée Santamaría Cuadrado [1920-1980]) y padre de la «trotsko-guevarista» Celia Hart Santamaría (1963-2008), quien se definió de tal manera a sí misma en los últimos años, antes de morir en un accidente automovilístico. Armando Hart fue el primer ministro de Educación en el gobierno cubano, desde 1959 hasta 1965. Luego fue el ministro de Cultura de 1976 a 1997 y dejó un montón de trabajos teóricos y entre esos vale la pena citar aquí el ensayo sobre Marx, Engels y la condición humana (2005). Más adelante vamos a ver el porqué.

Después de una introducción en la que Guevara informaba a Armando Hart de su propio reanudamiento del interés en los estudios de filosofía, la carta desarrollaba dos temas fundamentales: 1) la desolada observación del contexto en que se encontraban los estudios acerca del marxismo en Cuba por falta de materiales que no fueran los producidos por el mundo soviético; 2) un plan de estudios bien estructurado para ser aprobado e implementado lo más antes posible.

Cabe señalar que en la introducción estaba la admisión, por parte del Che, de haber intentado en dos oportunidades profundizar en la filosofía del «maestro Hegel», siempre terminaba noqueado, pero reafirmaba la convicción de tener que volver a comenzar los estudios filosóficos desde el principio (ver punto 2). Por lo que se refiere al primer punto, Guevara afirmó que no existían en Cuba materiales serios del marxismo, excluyendo «los ladrillos soviéticos que tienen el inconveniente de no dejarte pensar, ya que el partido lo hizo por ti y tú debes digerir». El Che definió ese método como «antimarxista» y basado en la pésima calidad de los libros disponibles (principalmente de origen soviético). Libros que fueron publicados tanto por conveniencia editorial (puesto que la URSS contribuía financieramente, agrego yo) y tanto por «seguidismo ideológico» hacia los «autores soviéticos y franceses». Con los segundos, Guevara entendía referirse a los marxistas oficiales del PCF - que en ese período andaban en la onda no sólo en Francia, sino también en muchos otros partidos comunistas - reunidos bajo la supervisión de Roger Garaudy (1913-2012) - en esa época estalinista aún, antes de emprender los muchos cambios que lo llevarán a convertirse al islam en 1982.

Con referencia al segundo punto, no es difícil reconocer una línea interpretativa aplicable a una parte importante del proyecto de lectura, ya mencionado, que el Che escribirá en Bolivia más o menos un año después. Este anterior plan de estudio (personal, pero que el Ministerio hubiera tenido que organizar también para el pueblo cubano) apareció dividido en ocho secciones. Y para cada sección se indicaron unos autores para publicarlos o para profundizarlos:
1. La historia de la filosofía enmarcada en el trabajo de un erudito, marxista si fuera posible (citando a Michail Aleksandrovič Dinnik [1896-1971], autor de una historia de la filosofía en 5 vols.), sin descuidar obviamente a Hegel.
2. Los grandes dialécticos y materialistas. De un comienzo, Guevara citó a Demócrito, Heráclito y Leucipo, pero las notas bolivianas nos hacen comprender que estaba también pensando en el trabajo de Rodolfo Mondolfo (1877-1976), conocido marxista italiano que emigró a Argentina en 1939 para escaparse como judío a las leyes raciales adoptadas por el fascismo. Una historia suya de El pensamiento antiguo había sido traducida al español y publicada en varias ediciones, comenzando en 1942.
3. Filósofos modernos. Sin hacer ningún nombre específico, el Che no excluyó la publicación de «autores idealistas», siempre que estuvieran complementados por un aparato crítico.
4. Clásicos de la economía y precursores. Adam Smith, los Fisiócratas...
5. Marx y el pensamiento marxista. Guevara se quejó de la inexistencia en Cuba de unos fundamentales textos marxistas y propuso la publicación de obras de Marx-Engels, Kautsky, Hilferding, Rosa Luxemburgo, Lenin, Stalin «y muchos marxistas contemporáneos no totalmente escolásticos». Esa última advertencia reconectábase al punto 7.
6. Construcción del socialismo. Con atención especial a los gobernantes del pasado y las contribuciones de filósofos, economistas y estadísticos.
7. Heterodoxos y capitalistas (desafortunadamente recopilados bajo la misma sección [n.d.a.]). Además del revisionismo soviético (por lo que Guevara no pudo dejar de mencionar al Khrushchov de su época), entre los heterodoxos se nombraba a Trotsky, acompañado con una frase sibilina, casi diciendo que había llegado el tiempo para tomar en cuenta que él también había existido y que «escribió» varias cosas. Mientras que entre los teóricos del capitalismo puso como ejemplos Marshall, Keynes y Schumpeter, pero que tenían que ser «analizados con detenimiento».
8. Controversias. Con la advertencia de que merced a las controversias avanzó el pensamiento marxista, Guevara afirmó que no se podía seguir conociendo La filosofía de la miseria de Proudhon sólo a través de La miseria de la filosofía de Marx. Se necesitaba ir a las fuentes originarias. Rodbertus, Dühring, el revisionismo (entendiendo aquí el de la socialdemocracia alemana), las controversias de los años 20 en la URSS. El Che indicó esa sección como la más importante y quedó clara su intención polémica dirigida contra el desenfrenado conformismo en el partido cubano y en el conjunto del mundo prosoviético. Y no por casualidad el argumento del «seguidismo» reapareció en la conclusión de su carta, con un toque de complicidad velada, fraternalmente dirigido a Armando Hart contra «los actuales responsables de la orientación ideológica», ante quienes, según el Che, no habría sido «prudente» tramitar esa clase de proyecto de estudios.

Una invitación a ser «prudentes» que Armando Hart tomó demasiado literalmente, decidiendo mantener escondido por algunas décadas un texto tan precioso. Pero además de las preocupaciones bien fundadas del Che, él tenía una razón más específica para no dejar circular esa carta (y la hija Celia me comunicó [en octubre de 2006] que nunca pudo perdonarle eso cuando lo supo): el ministro de Educación cubano tuvo y tal vez todavía tenía unas especiales simpatías respecto a Trotsky y celosamente las guardó en secreto, puesto que nunca aparecieron en ninguno de sus libros. Pero Guevara - único líder cubano que de alguna manera había puesto hincapié en el asunto Trotsky - de alguna manera aprendió algo sobre eso. Para esto cuando en la carta nombró al famoso «hereje», dirigiéndose a Armando Hart lo llamó «tu amigo Trotsky». En la Cuba de 1965, un mes después de la Conferencia de la Tricontinental (enero de 1966) y el discurso de clausura de Fidel Castro (1926-2016) que también marcó de forma oficial y definitiva el paso de Cuba al campo soviético (ya efectivo en realidad desde hacía bastante tiempo), la sospecha de simpatías trotskistas habría sido incompatible con el cargo gubernamental. Por eso la carta «desapareció» durante más de treinta años.

Se publicó por primera vez en septiembre de 1997 en Contracorriente (a. III, n. 9) y luego por el mismo Hart en 2005, en el ya citado libro sobre Marx y Engels (pp. XLIII-XLVIII), con reproducción fotostática de las páginas originales. Así fue, por lo tanto, solo después de conocer un texto tan precioso para establecer el nivel de reflexión logrado por Guevara acerca del marxismo, que entre nosotros los que estabamos interesados en hacerlo, se hizo posible brindar una válida explicación para el proyecto de lecturas esbozado en la agenda del diario de Bolivia. En las palabras tomadas de Otro mundo es posible, por Néstor Kohan (n. 1967), principal estudioso del Che en Argentina:

«Esta carta permite observar el grado de madurez alcanzado por el Che en cuanto a la necesidad de búsqueda de una alternativa filosófica e ideológica autónoma frente a la “ortodoxia” marxista, incluyendo dentro de ella, tanto a la cultura oficial de la Unión Soviética como a la oficialidad por entonces en China» (Otro mundo es posible, p. 155).

En el momento en que escribió una carta tan importante, Guevara estaba experimentando un período de tumultuosa transición, acaso el más inestable de su vida, sin duda el más dramático: salió de Cuba y derrotado en el gran debate económico; después de la renuncia a los cargos gubernamentales y sin ciudadanía alguna; privado del apoyo de su gran amigo Ahmed Ben Bella (1916-2012) sacado del poder en junio de 1965 por el golpe de Estado de Houari Bumedián (1932-1978) con quien había comenzado el declive de la revolución de Argelia; veterano del desastre congoleño; hostil a la política de la convivencia pacífica de los soviéticos; lúcido y feroz crítico del modelo de construcción del socialismo en la URSS; consciente de la involución que estaba viviendo la revolución cubana; ansioso por volver a lo que consideraba la auténtica práctica revolucionaria (la guerra de guerrillas); receloso de las certezas teóricas propagandizadas bajo la definición de «marxismo ortodoxo» y «leninismo».

Era evidente que la reflexión teórica que quería retomar en forma sistemática y casi «profesional» - y de la que por primero él mismo habló con Armando Hart (quizá porque él también tenía un vago olor de herejía...) - a su vez fue el producto de las últimas decepciones políticas. Sólo queda la duda acerca de cuán antiguas fueran las raíces «genéticas» de esas desilusiones, a las cuales sus nuevas reflexiones habrían tenido que poner amparo.

Todas las imágenes que acompañan el artículo han sido extraídas del libro de David Kunzle, Chesucristo. The fusion in image and word of Che Guevara and Jesus Christ, De Gruyter, Berlin/Boston 2016.

[1] Notas
C.D.H. Cole, La organización política;
B. Croce, La historia como hazaña de la libertad;
M.A. Dinnik, Historia de la filosofía I;
F. Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, Dialéctica de la naturaleza;
M. Gilas, La nueva clase;
Lenín, El desarrollo del capitalismo en Rusia, Materialismo y empiriocriticismo, Particularidades del desarrollo histórico del marxismo, Cuadernos filosóficos;
Liu Shao-chi/Liu Shaoqi, Internacionalismo y nacionalismo;
G. Lukács, El joven Hegel y los problemas de sociedad capitalista;
Mao Tse-tung/Mao Zedong, Sobre la práctica;
K. Marx, Crítica a la filosofía del derecho de Hegel;
R. Mondolfo, El materialismo histórico en F. Engels;
Trotsky, La revolución permanente, Historia de la revolución rusa I y II;
Stalin, El marxismo y la cuestión nacional y colonial, La cuestión nacional y el leninismo, Cuestiones del leninismo;
Ch. Wright Mills, Los marxistas.