El vacío de contenidos contrastados se desparramaba por doquier. Y todo era un desorden total. Por eso decidí, cansada de tanto caos, recoger todo y colocar cada objeto en su sitio, con esmero, para que reinase la armonía y el silencio.
Por supuesto era una tarea muy compleja para hacerse con limitaciones, por lo cual convoqué a la imaginación y con ella presente, el tiempo se hizo perpetuo.
Todo tenía que ser recolectado, clasificado, contado, limpiado y almacenado en sus distintas fases de evolución, para poder dejar el estrado vacio y el pizarrón limpio. Empecé con la arena y el polvo, ya que son un problema enorme para los barrenderos y los pies descalzos. Me tomó varios eones recoger cada grano, clasificarlos por forma, peso y composición y guardarlos en envases sellados y rotulados. Pero se hizo el trabajo. Ahora se podía caminar por todas partes, y ya no había arena o polvo en los pies y los pisos estaban pulcramente limpios.
Entonces fui tras los objetos más grandes, piedras, rocas, las cosas sueltas que daban una impresión de desarreglo a los paisajes, y se llenaron a plenitud las bodegas para guardar todos esos escombros removidos. Después vinieron las criaturas. Los microorganismos y los insectos fueron un reto formidable, porque se reproducían tan rápidamente, que al volver mi espalda, para cerrar los compartimentos donde los almacenaba, todo seguía repleto de ellos. Pero finalmente la intención prevaleció y pude aislar todas las cosas; excepto la gente, los astros celestiales y los puntos de vista
Por supuesto que la gente y los puntos de vista vienen juntos, pero decidí separarlos para su acopio, para evitar interferencias y combustión espontánea mientras estuviesen en ese estado de hibernación. Así que pacientemente, fui separando los puntos de vista de las mentes resistentes de las gentes y plegándolos cuidadosamente para guardarlos por separado, porque los argumentos en estado de suspensión pueden causar disturbios.
Eviscerados de puntos de vista, las individualidades fueron dócil y ordenadamente recolectadas en la guardería del entretanto.
La última tarea fueron las estrellas y esto también fue muy difícil. Tenían que ser arrancadas, una a una del manto espacial, cuidadosamente colocadas en sacos de terciopelo azul, y almacenadas en cuartos oscuros para que descansaran su luz por un tiempo. Me tomó varios eones y un poco más recolectarlas todas, de las inmediaciones de las innumerables zonas de universos y espacio-tiempo. Desde aquellas que nacieron después de la gran explosión original hasta las nuevas generaciones galácticas. Creo que fue Alfa Centauro la última que arranqué, antes de restaurar absoluta oscuridad al espacio. Entonces, finalmente, tomando el manto espacial por las esquinas de su curvatura expandida, lo sacudí fuertemente para remover todo el polvo cósmico, y la materia y energía oscura.
Aconteció entonces, una nada inconcebible e indescriptible, no había ni luz ni oscuridad, ni puntos de vista en competencia el uno con el otro, ni cuitas entre amantes y amados, ni éxtasis, ni sufrimiento, ni ruido ni canción, aun el silencio estaba más allá de sí mismo.
Quedé sola, en la soledad de siempre nuevamente. Por último, replegué la imaginación y su cartera de espacio-tiempo, con todas las bóvedas del todo contenido y la guardé en mi bolsillo de ningún sitio, porque ya no había nada, ni tan siquiera nada.
Pero en un santiamén sin tiempo, exploté irremediablemente de nuevo, ya que la imaginación, siendo mi propio capricho, no podía ser contenida. Y todo y nada, se volvió a desplegar en su sitio de antes y fue entonces cuando realicé que todo había estado perfectamente diseñado. Que los barrenderos necesitan el polvo y la arena, al igual que las niñas que escriben sus nombres en la playa, que los puntos de vista conflictivos dan lugar a las treguas y a que la paz se experimente, y que el egoísmo es el campo donde el amor cosecha la generosidad. Que la luz y la oscuridad son pareja inseparable que hacen posibles los bailes del día y la noche, de la depresión y la iluminación, y que el paraíso se encuentra continuamente a través del amor que nace de las contrastantes luchas de la vida.
La imaginación no puede ser contenida, ni aun por mí misma, porque es mi capricho original, mi pecado original, es lo que me hace ser, esta dicha infinita. Es el motor del caos, y la dualidad de los contrastes vertidos, es lo que gira la rueda, lo que engendra el anhelo y la posibilidad de amar, lo que hace posible los sueños entre amante y amado, y lo que hace que yo sea consciente de mi conciencia eternamente.