A diferencia de las óperas de Verdi, que son siempre humanísticas, las de Wagner están llenas de criaturas extraordinarias con poderes sobrenaturales y lugares igualmente mágicos. Algunos de ellos incluso resultan grotescos en el contexto de nuestro mundo científico, pero son al fin y al cabo etapas de la evolución humana. Si se relativiza con el concepto del simbolismo, algunos se salva, aunque no todos, pues a diferencia de La flauta mágica mozartina, que está completamente construida con la simbología masónica, muchos de los personajes de Wagner en vez de ser simbólicos, pertenecen a una forma de ver y entender el mundo donde las cosas son como se muestran, sin querer adecuarlas a ninguna simbología. De hecho, en la época de Wagner, el ocultismo estaba en apogeo.
En esta ocasión, sin embargo, vamos a extender nuestra curiosidad, si bien brevemente, por una serie de explicaciones alternativas a la historia de Parsifal y su posible interpretación. Ya que están allí y son parte del acervo de la humanidad, es interesante al menos examinar sus contornos, ya que la brevedad de este artículo impide otra cosa. Así pues, dentro de los sistemas filosóficos e históricos, para decirlo de alguna manera, que precedieron al pensamiento racional contemporáneo, pueden encontrarse muchas escuelas oculistas, tradiciones religiosas y folklore variopinto, que incluso subsisten en nuestras días y que, al parecer, son materia o matriz de Parsifal, aparte de la obra de Wolfram von Eschenbach, Parzival.
Podemos reducir la versión wagneriana de Parsifal a lo siguiente: Klingsor, que había sido un caballero de la Orden del rey Amfortas, al no poder controlar su propia libido decidió castrarse, y ello le valió el desprecio y expulsión de la Orden. Así pues, se exilia en el desierto, y merced a sus artes mágicas (que no sabemos de dónde salen) logra construir un oasis de placeres terrenales, repleto de flora maléfica y con ello intenta atrapar a los caballeros que por allí pasan atraídos por deseos carnales, para con ello conseguir un reino.
Luego, el anciano Titutel, le hace entrega de la insignia del soberano a su hijo Amfortas, y este, movido por el ardor de su lozanía decide combatir al diabólico Klingsor, a cuyo reino se dirige llevando consigo la Sagrada Lanza. Pero, seducido por una mujer, se convierte en una flor del infierno y la lanza cae en poder de Klingsor quien se la clava a Amfortas en el costado provocándole una herida que sólo la propia lanza puede curar. Todos aquellos que intentaron recuperarla de manos del brujo, también sucumbieron. Sin embargo, el Santo Grial profetiza (tampoco sabemos cómo, tratándose de un recipiente) que un día habrá de llegar un hombre puro que recuperará la lanza.
No nos ocuparemos de escudriñar el argumento, sino de atisbar los orígenes de los personajes y cómo estos arrastran con sigo leyendas paralelas llenas de intriga y conspiración, que algunos dicen que perviven en nuestras días… Solo diremos que en las aclaraciones paralelas que circulan, la herida que le causa Klinsor a Amfortas no es precisa mente en el costado sino que alude a los genitales, y esto en el mundo de la simbología medieval significa que le provoca una libido desasosegada, con la que ahora debe lidiar.
Comenzaremos con el Grial, que de inmediato nos evoca la historia del cristianismo de La última Cena y la recolección de la sangre de Cristo crucificado, y asimismo al rey Arturo (Artus), en donde también es un elemento de esta otra leyenda. Vamos a dejar al rey Arturo de lado, por el momento, y concentrarnos en una leyenda que dice que Cristo murió en Pakistán a los ochenta años, y desde luego estuvo también en la India, en donde aprendió de los sabios y magos a caminar sobre el agua. Esto habría sido desde sus doce años hasta los treinta, cuando reaparece como personaje público en Galilea. Esta leyenda da por descontado que no murió ni resucitó como dice el cristianismo, sino que regresó a donde había estado tantos años hasta que la muerte le llegó de forma natural. No vamos a discutir al respecto, sino aprovechar su supuesta presencia en Oriente para mencionar el paraíso carnal de Klinsor y su incontrolada libido, pues el concepto cristiano de pecado está muy ligado a la sexualidad, pero no así en las religiones orientales. Klinsor es la figura contraria a Parsifal, el virtuoso. Sin embargo no siempre fue así, sino que su virtud llega a través de un proceso de aprendizaje. De hecho, algunas fuentes sugieren que el nombre Parsifal viene del persa fal parsi, «el bendito idiota». Lo de idiota se refiere a «falto de luz, de sabiduría», que adquiere con la experiencia. Al inicio de la ópera comete una torpeza al matar a un cisne blanco, que es un animal sagrado en la tradición que siguen los caballeros de Amfortas. Es por ello que no es aceptado en la Orden.
La lanza sagrada en manos de Klinsor no es otra que la Lanza de Longino, es decir, la del centurión que punzó el costado de Cristo en la cruz y fue pringado por un líquido que salió de la herida. En el Evangelio de San Juan está escrito como Jesús fue herido en el costado por la lanza de un soldado. Fue esta sangre la que se recogió en una copa. En las escrituras medievales generalmente Longino es descrito como ciego, y que recupera la vista gracias a la sangre que gotea de la herida. Por lo tanto, un soldado pagano se convierte en seguidor de una nueva creencia debido a la sangre del Cristo que despierta en él un deseo religioso. Pero hemos dicho, «en los escritos medievales», que era ciego y que luego del evento de la lanza adquiere la luz. Esto describe una especie de ritual iniciático que no aparece en el Nuevo Testamento, así que con ello hablamos de las sectas místicas o gnóstica, como se quieran llamar, que como los cátaros no seguían la interpretación de la Iglesia Católica de la Biblia.
Los cátaros fueron perseguidos por la oficialidad de Roma y exterminados un tiempo después, ya que su dualismo mundo espiritual-mundo material, en donde el mundo material había sido creado por satanás, no iba con las enseñanzas católicas. Si así fuera, son cosas separadas y la iglesia no tendría autoridad en la tierra. Pero los cátaros sí se relacionaron con los Caballeros del Santo Sepulcro, que como podrán imaginar, se relacionan con cuanto caballero aparece en las óperas wagnerianas, desde Lohengrin hasta Parsifal.
Luego, por similitudes doctrinales con está hermandad, los maniqueístas, de nuevo nos llevan al lejano oriente, en donde se extendieron en la época dorada de la Ruta de la seda. De ahí que en Parsifal haya similitudes con personajes del siglo XI como Surawardi, o Sohravardi, que llega a través del sufismo, que es una corriente filosófica anterior al islam, y en la que, igualmente que el personaje occidental, poseía las características de maestro de la sabiduría de la luz, apegándonos a la terminología de marras. Algunos le atribuían poderes mágicos y demás maravillas, pero dicha línea se sale de lo que podemos comprobar.
Veamos más de cerca el mundo de Klinsor, pero desde otra perspectica: el Shambala o Shambhala, que es parte del hinduñismo y del Budismo, aparte de haber llegado después a la tradición del islam cuando este absorbió al sufismo. Igual que con los supuestos superpoderes de Surawardi, no podemos demostrar que haya sido como dicen, no obstante, pero veamos que dice la tradición. Dicen sus adeptos: Su presencia física y dimensional ha conmocionado a los grandes filósofos y pensadores de todos los tiempos en el campo del comportamiento humano. En su condición celeste, la Shamballa etérica o dimensional está conectada con la Shambhala física o terrestre.
Dice la leyenda que el desierto de Gobi fue un gran océano, y en el medio de este océano había una isla, que fue llamada la Isla blanca. Todos aquellos que estaban viviendo allí tenían cuerpos formados por substancia de luz. La radiación de sus cuerpos fue llenando la isla enteramente y la isla resplandecía como un inmenso diamante en el gran océano azul. Tenía un rey, según contaban las leyendas del mundo. El fue llamado: “El joven de la eterna pimavera, el anciano de los días, Melquizedek, el Poderoso Rey de la Rectitud y de la Paz, Rydgen Jyepo, el Guerrero, el Iniciado, el Eslabón entre el cosmos y el planeta, Sanat Kumara...
Lo que vamos a rescatar de esta apoteósica descripción es su similitud con el reino de los sentidos de Klinsor, en donde el placer carnal era el pináculo de la existencia humana.
Pero a pesar de todos los sincretismos presentes en Parsifal, el cristianismo es la corriente dominante: el aspecto redentor del poder de Cristo. Esta simbología profunda es bien conocida por Wolfram von Eschenbach y su publico, porque desde el más remoto tiempo, el grial y la lanza fueron relacionados con la crucifixión de Cristo. Wolfram aludió a los motivo originales de la simbología de la lanza, sin mencionar el camino salvador. Es Wagner el que por primera vez combina la herida y el saneamiento en un único elemento. De acuerdo a la simbología presente en Parsifal, la lanza de Longino era asimismo capaz de combatir la magia. Gurnemanz nos cuenta: «Ahora la lanza está en la mano de Klinsor; con ella pueden también herirse los santos».
Justamente eso sucede. La mano de Klinsor le da una estocada al rey de Graz y le produce una herida que solo puede sanar con la misma lanza con que había sido herido. Lo decisivo es en manos de quién está la lanza. En manos de Klinsor solo trae peligro, pero en las manos de Parsifal produce saneamiento sagrado. Así, aunque No es una renovación de ideas intelectuales o de creencias místicas fundamentales, sino que se trata de una revolución: la fuerza de Cristo que limpia con su sangre el pecado y así aviva la evolución.
El pecado de Wagner, si vemos las cosas desde el cristianismo católico que Wagner pareciera predicas, consiste precisamente en su desviación de la doctrina católica, pero no al estilo de ls cátaros, sino en un sincretismo que pretendiera incluirlo todo, y esto implica, que incorpora elementos y tradiciones que desde la perspectiva cristiana son paganas. Sin embargo, pareciera que esto a nadie le molesta, pues incluso hasta hace unos setenta años, Parsifal era considerada un Drama Sacro que se representaba solo en Semana Santa.
El catolicismo y el cristianismo en general aceptaba los sincretismos presentes, quizá porque el cristianismo mismo es al fin y al cabo sincrético. Un ejemplo nos basta: la Navidad. La natividad de Cristo se trasladó al 25 de diciembre para que coincidiera con las Fiestas Saturninas y así fuera haciéndose indistinguible.
Lamentable es sin embargo el uso que se hace de la música de Wagner, en virtud a que la simbología esotérica fue usada por grupos como la Sociedad Thule, que apoyó el advenimiento de Adolf Hitler. Posteriormente, el Nacional Socialismo se obsesionó con apropiarse de la Lanza de Longino, pues le atribuía superpoderes, como en Parsifal.
Hemos solo realizado un brevísimo recorrido de los elementos y símbolos de Parsifal y su proceso integrativo. Su música tiene sin duda momentos maravillosos, pero su trama también esta llena de sombras, de oscuros pactos que, dicen algunos, aún en nuestros días están vigentes.