Hay lunas que son más hermosas que otras. Los astrónomos, al fin científicos, afirman que depende de la época del año en que se le observe para poder apreciar ciertas características. Los enamorados no están de acuerdo, la belleza de la luna descansa en el hueco de los brazos del ser amado. Para el astrólogo, en su razonamiento esotérico, la luna representa la zona nocturna e inconsciente de nuestras pulsiones instintivas. Para los antiguos, era el astro rector de los ciclos biológicos. Pero, hay misterios que tienen que ver con algo que es más complejo que los ciclos lunares.
La luna nunca es igual. A veces la luna es una discreta uña que apenas pinta el cielo, otras es una enorme tachuela suspendida en un manto de terciopelo negro. Es la media luz de plata que ilumina los caminos y se refleja en los balcones. Es, asimismo, una inmensidad menguante y misteriosa, casi, casi tétrica. La esfera lunar crece y se disuelve.
Los antiguos la creyeron regente de los periodos hebdomadarios y mensuales de la naturaleza humana. Sus movimientos se relacionan con los periodos de Jano: la luna como puerta del cielo y del infierno. Diana el aspecto favorable y bueno; Hécate el talante temible. En el mito de Júpiter, el Dios del Olimpo, el representante de la justicia y la benevolencia es también el generador de las grandes envidias en el Panteón de las deidades. La luna es el puente entre lo bueno y lo malo del padre de los dioses donde se encuentran los límites entre pereza y diligencia, amor y odio, guerra y paz.
Dicen que hay todo un bestiario en la superficie lunar, pero fueron los zapotecas quienes descubrieron la silueta de un conejo. Los abuelos cuentan que se trata de un gazapo que robaba chiles en una huerta. El dueño, furioso, mandó traer a un lobo para ahuyentarlo, pero el raterillo era muy astuto. Siempre engañó al lobo. Le mostraba el reflejo de la luna en el agua y le decía que se trataba de un queso. La fiera le creía, prefería el queso que la carne de conejo. El orejón era tan inteligente que descubrió una escalera que lo condujo hasta la luna. Desde allá se burla del lobo. Por eso en algunas noches de luna llena se oye un aullido doloroso que significa: Ya me las pagarás.
Las abuelas relacionan a la luna con la feminidad, con la potencia que engendra estrellas y abre el apetito del amor. Es el disco que simboliza la humedad de la noche, la imaginación, el sueño y la receptividad. Por eso, advierten, es más fácil arrancarle un beso a la mujer amada en las noches de luna llena. Tienen razón. Para los católicos el calendario lunar del primer cuarto del año hace coincidir la luna llena con los ritos de Semana Santa. En la vía de la iluminación mística confluyen los ciclos que dieron origen a los grandes contrastes: el traidor más grande con aquel que dio la vida por sus amigos; la muerte más injusta con la redención absoluta. Es la afluencia de la luz más clara y la vía regia al camino de salvación.
Sí, en el misterio de la luna se entreteje la vida humana. Nunca es igual y, sin duda, hay lunas más hermosas que otras. Basta mirar al cielo y ver la que se nos muestra en las temporadas primaverales o las que aparecen en octubre. La Luna es cómplice de los misterios y de los fantasmas. En Belgrado hay una historia de lunas y policías, bonita combinación.
Cuentan que a mediados de los años sesenta, en la intersección más ocupada en Belgrado por el rumbo del casino de Londres, un policía de crucero vestido con un uniforme limpio y blanco, con guantes albos, una noche hizo su debut. El porte de este joven elemento no pasó desapercibido. La elegancia de los gestos con los que controlaba el tránsito fue suficiente para dejar sin aliento a las belgradenses. La suya no era la forma habitual de dirigir el flujo de los vehículos en las entre calles. Era algo más, algo tal vez etéreo y más cercano a un ballet dramático que generalmente un elemento de la policía desconoce. El guardia desempeñaba su labor como si representara el papel del príncipe blanco o, más bien, de un torero inmaculado y atrevido que dirige los coches como si fueran toros en una arena. Sus movimientos eran precisos y, más que nada, distinguidos. Vaporosos. Sonreía con una expresión suprema de satisfacción consigo mismo. Era claro que estaba satisfecho con el trabajo que estaba haciendo. Irradiaba una luz tan blanca, como si la reflejara en el asfalto de las calles.
Una violación de tráfico por una mujer preciosa se castigaba con el meneo del dedo índice a modo de advertencia, algo así como reprender a un niño travieso. También solía soplar besos. Regalaba sonrisas. Día tras día, el policía iba conquistado los corazones de la proverbial Belgrado, una ciudad difícil de domar. Un personaje así se hizo en notar. Las mujeres andaban embobadas. Los periódicos empezaron a correr artículos sobre él y el policía blanco apareció en la televisión. El alcalde de Londres lo vino a ver para constatar los efectos de su fama, pasó por la intersección durante una visita a Belgrado. La impresión dejada por el joven fue tal que el alcalde lo invitó a Londres. Hay historias de que el tráfico en la plaza de Trafalgar no circula tan bien como cuando fue dirigida por el Policia Blanco de Belgrado.
Claro, la Luna, ya se sabe, tiene sus favoritos. Muchas noches de luna llena, Selene dirigió su luz directamente al cruce en el que el joven hacía su trabajo. Pero, no todo es el brillo plateado. La hija de un funcionario importante estaba loca de amor. Las autoridades municipales de Belgrado no vieron con mucho agrado el enamoramiento que el joven Policía Blanco suscitó. Además, atraía demasiado la atención pública y de los transeúntes. Simplemente no se ajustaba a las autoridades de vista de la vida y el orden. Eso no iba a acabar bien. En el precepto normal de la vida, la jerarquía de las cosas sostiene que policía de tráfico aspira, o debe aspirar en todo caso, a convertirse en comandantes de control del tráfico por carretera, entonces jefe de personal, y, finalmente, quién sabe, el ministro tráfico de sí mismo. Sin embargo, no fue así. Este agente de tránsito no quería nada más que situarse en la intersección a dirigir los coches que pasaran frente a él. Imposible que la chica se pudiera relacionar con alguien de tan pocas aspiraciones. Encima, ni se enteraba del amor que causaba.
Lo trasladaron a una intersección menos prominente, pero no sirvió de nada. El impacto del Policía Blanco fue profundo. Al final, la alegría que irradiaba el joven les obligó a enviarlo a la jubilación anticipada. Terminó su carrera y fue enviado a trabajar como vendedor en un quiosco de prensa, y más tarde como el encargado de un estacionamiento remoto. Los hechos sucedieron en los tiempos de Luna Nueva, cuando está apagada, dormida. Al despertar, brilló en dirección a Belgrado y se horrorizó al no encontrar a su policía adorado.
La Luna estaba desesperada buscando al policía por toda la ciudad de Belgrado. Iluminaba las calles en las noches de luna, menguaba de dolor al ver que no lograba dar con su paradero. Hasta que una noche de luna espléndida vio a un hombre de cara ceniza, con la piel amarillenta que iba arrastrando los pies por las calles de la capital Serbia. Por poco no lo reconoce, pero la Luna es sabia y sabe encontrar a sus favoritos. Tendió una escalera y mandó a las bestias lunares a que se pusieran a su servicio. ¿Qué necesitas para volver a brillar?
La Luna es muy cumplida con sus preferidos, pero también, es respetuosa de las autoridades. Dicen que subió la escalera de plata y pidió su deseo. Incluso hoy en día, en las noches oscuras se puede ver en alguno de los cruceros de la ciudad de Belgrado que hay un reflejo, casi albino, que interpreta algo así como el papel de un príncipe blanco o de un torero en la arena, invisible para muchos y que aparece como resplandor por encima de los cruces por el edificio del casino de Londres, haciendo caso omiso de los semáforos que han estado haciendo su trabajo durante décadas.
Hay lunas que son más hermosas que otras. La de Belgrado es primorosa. Pero, ten cuidado si vas a la capital de Serbia. Si cometes una infracción de tránsito alguna noche y ves el meneo de un dedo índice a modo de advertencia, algo similar a cómo se podría reprender a un niño travieso, podrás sentir el soplar de besos y… si eso te pasa, no te asustes si terminas en los cuernos de la luna. Así son las historias de lunas y policías.