Desde que el ser humano traspasa el umbral de la conciencia inicia una aventura consistente en buscar una explicación a su contorno y de sí mismo. Es posible que las primeras indagaciones no le permitiesen diferenciar entre el contorno y él, pero esto jamás lo sabremos. Las primeras respuestas le pertenecen por entero a los seres humanos que experimentaron el franqueo de esa puerta del conocimiento, porque nada, ni las primeras preguntas, ni las primeras respuestas y mucho menos la emoción que las acompañaba, son accesibles a ninguna investigación.
A lo más que podemos llegar tantos milenios después es a inferir pobremente algunas de las consecuencias de tales inquietudes, así como a reiterarlas, pero ya en un contexto tan diferente que no es posible trasvasar unas y otras experiencias vitales trascendentes. Tales inquietudes, sin embargo, dan nacimiento a un forcejeo entre «natura» (lo dado) y «cultura» (lo explicado), que nunca habrá de abandonar al ser humano, de tal forma que el conocimiento actual es heredero de esas primigenias indagaciones y lo único que ha cambiado desde entonces a la fecha son las teorías y los hallazgos, pero siempre subsistiendo el misterio de fondo: ¿qué es lo que me rodea, quién lo hizo, para qué lo hizo? O bien: ¿ se hizo solo ? Y si así fuese : ¿ por cuál razón es tan ordenado? Y un sinfín de preguntas más.
Para quienes se niegan a reflexionar sobre el Universo (sea porque aceptan sin más lo que dice la Fe: ¡Dios hizo el Universo !, o porque le echan la culpa al azar: ¡El Universo se hizo solo como obra de accidentes reiterados en el tiempo y espacio!) se pierde la posibilidad de indagar sobre el tema más relevante de nuestras vidas, así como el conocer las leyes fundamentales que se encuentran detrás de todos estos procesos.
Y lo cierto es que -por más que tratemos de escabullir el bulto, esas leyes no se hicieron solas, son la resultante de una mente, o un principio ordenador, únicos términos que tenemos al alcance para denominarla. Si esas leyes pueden o no ser violadas por esa mente, haciéndolas inoperantes a voluntad, es otro ángulo en el que cabe investigar.
La aceptación tácita, sin indagar más sobre el tema, obliga -en caso de surgimiento de dudas o aclaraciones- a inferir respuestas cerradas que en cierta medida facilitan el trabajo de búsqueda, pero también lo enmascaran y lo distorsionan grandemente, cuando la mente moderna debe reinterpretar las primeras explicaciones sin la compañía del temor, el asombro- y obviamente de la reverencia hacia lo desconocido.
En torno a esta última situación se debe señalar que los científicos agnósticos suelen mofarse del nacimiento de las concepciones religiosas confundiéndolas con el asombro humano ante lo desconocido inmediato. Pero si se hace una simplificación histórica, se puede afirmar que las respuestas primigenias pueden rastrearse en el campo de las cosmogénesis (propias de las religiones y de las filosofías) aparecidas tan pronto el pensamiento se organizó y sistematizó -en ese orden- más tardíamente.
Pero más tardíamente - desde que estos esfuerzos comienzan a racionalizarse- las contestaciones se deben ubicar en el campo de la ciencia, esto es en la eclosión de las cosmologías iniciales, pero siempre subsistiendo a la par de concepciones metafísicas y religiosas que siguen manteniendo la existencia de fuerzas superiores, no captables por nuestro entendimiento, solo por nuestra admiración.
La diferencia de cómo opera la Fe y como lo hace la Ciencia -conviene no olvidarlo- es la razón fundamental del porqué, si el Universo es comprensible en todo (incluso en sus contradicciones) para quienes tienen Fe, no es comprensible (menos cuando contiene tanta información aún no comprendida) para quienes buscan entender tal Universo y su eventual Creador o su aparición espontánea a cargo del azar o la necesidad, con el uso de la razón , toda vez día a día y sin descanso en todas las disciplinas del conocimiento se van adicionando descubrimientos , cuyos porqués nos vuelven a colocar en la disyuntiva de si hay un creador detrás o es solo-de nuevo-el azar apareciendo.
Para entender el Universo si uno opta por la Fe, basta un acto de voluntad, apartando toda duda tan pronta surja, para lo que se requiere-según afirma la Iglesia- poseer un don, que algunos no traemos en nuestro paquete genético. A contrario sensu, para entenderlo si uno opta por la Ciencia se requiere de infinita paciencia para aceptar ideas -o bien para rechazarlas, luego del ensayo de comprobaciones que arrojan distintos resultados.
Pero agreguemos que en las explicaciones científicas los rechazos no son absolutos, pues una teoría desechada puede resurgir mucho tiempo después para ser aceptada a la luz de nuevos descubrimientos o de su reformulación, pero siempre bajo los postulados establecidos por Karl Popper, quien determinara en su obra La Lógica de la Investigación Científica,de 1934, la condición apriorística para aceptar una teoría :el que los resultados empíricos se repitan una y otra vez , hasta el cansancio, sin más variación que los que aceptan las leyes estadísticas, en donde no opera la casualidad o el accidente, sino que son normadas y precisas.
Creación moderna
Para entender los parámetros de la «creación moderna», que intentará la ciencia, prescindiendo de los mitos, la religión y la metafísica filosófica, para develar el misterio es necesario hacer un corte de la situación del conocimiento en dos áreas sustantivas concretas que han sufrido profundos cambios:
La primera es la Física
Aquí debemos distinguir entre tres conceptos emparentados, pero distintos : la física clásica, la física relativista y la física cuántica. La primera era una física cercana porque es accesible al entendimiento común, pero que aplicada al Espacio-Tiempo del Universo y a la materia constitutiva de este, va a requerir ser totalmente renovada por las teorías relativistas y cuánticas en el primer tercio del Siglo XX y, porque su desarrollo, modificación de contextos y especificidades se hacen día a día más difíciles de entender al no iniciado en el lenguaje especial físico-matemático, que ha debido construirse para facilitar la comunicación en estos temas.
Y hay que agregar que en los actuales momentos ya ni siquiera las denominadas nuevas físicas son capaces de dar cabal respuesta a los conceptos primigenios de tiempo y espacio, toda vez eclosiona una nueva física aún más compleja para el no iniciado.
Y nada indica allí se detendrá el proceso de replanteo-por lo contrario- si uno revisa la publicación mensual, a cargo de la Universidad de Harvard, EE. UU. en donde suelen publicar sus trabajos los científicos que se ocupan de la Cosmología y la Astronomía, encuentra que solo en el tema Expansión del Universo -a modo de ejemplo- hay 200 trabajos científicos recientes, de un total de 1.169.436 sobre el tema, lo que da una idea de la existencia de un mundo usualmente desconocido para el no iniciado. Ver.
La segunda es la Biología
La evolución biológica que homologará al ser humano, el Rey de la Creación, con el resto del reino animal, bajo el influjo de las ideas primordiales del inglés Charles Darwin en 1859 sobre la evolución de las especies, tema hoy día retomado por la Genética Molecular y otras ciencias complementarias -entre ellas el Neodarwinismo- ya no permiten ubicar al ser humano en los absolutos sitiales de honor en que le situábamos en el pasado, sino como apenas una muestra de la amplísima diversidad en que se organiza la materia en este planeta.
Al respecto anota Wikipedia que: «La síntesis evolutiva moderna (también conocida como neodarwinismo) significa en general la integración de la teoría de la evolución de las especies por la selección natural de Charles Darwin, la teoría genética de Gregor Mendel como base de la herencia genética, la mutación aleatoria como fuente de variación y la genética de poblaciones ,así como la unidad de la evolución (los genes) con el mecanismo de la evolución (la selección natural). También representa la unificación de varias ramas de la biología , entre ellos la genética, la citología, la sistemática, la botánica y la paleontología. Ver.
Resultado
No cabe, por tanto, duda alguna acerca del impacto de las nuevas ideas de la Física y la Biología modernas en el conocimiento general que han asestado demoledores golpes a todas las ideas nucleadas alrededor de la antigua concepción de creacionismo lineal -común a todas las religiones- así como a las reacciones instintivas para asimilarlos y aceptarlos.
Por ello hay que resaltar que antes de la aparición de la teoría de la evolución darwiniana y la física relativista y cuántica predominaba la imagen de un Universo Estático, formado totalmente desde sus lejanos comienzos. Por el contrario, con la evolución darwiniana y los aportes en física relativista y cuántica aparece la dimensión «tiempo», como un actor principal, ya que el cambio es lo esencial y lo estático es lo inexistente.
Y a mediados de los años 50 del siglo pasado se da la última batalla en torno a la existencia de un Universo estático, pero con reposición de materia y un universo en expansión con transformación de materia. La observación del movimiento de las galaxias por parte del astrónomo Edwin Hubble sepulta la última idea de Universo perenne estático en favor de un Universo creado por un Big Bang ,la eclosión de un Agujero Negro Primordial o el desprendimiento del Universo local de una masa de Multiuniversos, o bien otras teorías más sofisticadas, pero que se va a extinguir-salvo ocurra una reversión del proceso o Big Crunch, lo que nos vaticina-desde la Ciencia la transitoriedad-aunque se cuente en eones- tanto de nosotros como especie como de nuestra morada .
Conciliación Ciencia - Fe
El último intento racional para entender, asimilar, compendiar y aceptar nuevos planteos en el campo de la Ciencia y la Fe modernas lo hace un sacerdote y además -científico: el jesuita francés Pierre Theilhard de Chardin, como estrategia de una síntesis Fe-Ciencia, en los años 50 del siglo pasado planteando que:
• No sólo la vida, sino la materia y el pensamiento están también incluidos en el proceso de la evolución. De ahí que es necesario atribuirle a dicho fenómeno un sentido que denomina Complejidad-Consciencia: esto es, que el sentido de la evolución- que involucra tanto la materia, como la vida y el pensamiento (o el espíritu)- están comprendidos en un principio descriptivo de la mayor generalidad: la tendencia hacia el logro de mayores niveles de complejidad y, simultáneamente, al logro de mayores niveles de conciencia.
• El Proceso de la Evolución es una tendencia del Universo guiado por una Ley que denomina Complejidad-Consciencia, que tiende hacia un punto que denomina Omega, al que define como la colectividad armonizada de conciencias, equivalente a una especie de superconciencia tendente hacia la comprensión y la unanimidad, esto es alejándose del egoísmo y el individualismo, en donde la marginación y el aislamiento humanos operan en sentido contrario.
• Para que se operacionalice este proceso Dios crea las condiciones que van del Alfa- el mismo Dios material - al Omega- el Dios totalmente espiritual.
Reacciones Eclesiales
En virtud de las usuales contradicciones humanas que aquejan a la Iglesia, como a todo establecimiento humano, esta se encarga de dar al traste con esta conjunción Fe-Ciencia propuesta por Theilhard cuando le destierra en vida, enviándolo a la India y más tarde-cuando fallece- declarando que sus planteamientos son contrarios a las Sagradas Escrituras- pero creando así un vacío en la relación Ciencia y Fe. Pero dado que en la Iglesia Católica -como en toda organización humana - hay sectores conservadores y otros modernizantes- luego se busca llenar este vacío con la Encíclica Fe y Razón publicada en 1998 en la cual hay una razonable digresión acerca de las tesis fundamentalistas que tanto daño hacen en la necesaria comprensión entre Fe y Ciencia, como admitía ya en 1987 el teólogo Ratzinger, luego Papa Benedicto XVI , quien en sus Principios de Teología Católica señala que uno de los principales documentos del Concilio Vaticano II, llamado Gaudium et Spes fue permeado por el pensamiento del jesuita francés. El Papa afirmaría también que Teilhard tuvo una gran visión, que culmina en una verdadera liturgia cósmica, en la cual el cosmos se convertirá en una hostia viviente. Véase
Del Universo eterno al Universo creado
Si bien desde que el ser humano comienza a pergeñar sus primeras concepciones de Universo-es decir lo que ve, experimenta, le asusta o le complace, todo en abigarradas sensaciones a las que busca explicaciones, en la actualidad la inmensa mayoría de nuestros coterráneos se satisfacen con explicaciones sacadas bien de la religión, bien de sus propias elucubraciones y pocos lo hacen al amparo de la ciencia porque no la comprenden o les es difícil navegar en sus sofisticadas ecuaciones fisicomatemáticas. De allí que uno encuentre con suma facilidad personas que se extasían pensando e inventando seres extraterrestres en vez de pensar en las capacidades humanas para crear construcciones altamente complejas como las que hicieron los egipcios, o los pascuenses o los incas.
Si en el principio de la prehistoria humana el mito cosmológico, el mito creacionista y el mito teogónico fueron la argamasa para los primeros modelos explicativos del Universo, luego estos cederán lugar a la filosofía y a las religiones (y particularmente en Occidente al cristianismo); pero para inicios del siglo XXl el orden de los ladrillos fundamentales para establecer modelos que expliquen el Universo serán los aportes primordiales, en primer lugar de la física, en un segundo de la biología- y en el trasfondo, sin aportar realmente nada trascendental , la Iglesia cristiana francamente oscurecida y en busca de nueva fuerza interior para recapturar un papel esclarecedor del sentido de la vida humana, fuertemente asediada por el positivismo , el materialismo y el ateísmo y por lo que se ha dado en llamar la «pérdida de valores» que se acompaña bien del materialismo científico como valor sustitutivo o del materialismo capitalista que le reemplaza, pero ambos solo sirviéndose de la ciencia para ubicarnos en su propio orden de valores, no al contrario.
Desde mi punto de vista el hecho de que la Iglesia no tenga la fortaleza necesaria para mantener los cánones que establece la Fe, hace que la gente busque opciones para guarecer su inquietudes-de allí el estado actual de las religiones llamadas fundamentalistas que, aunque están íntimamente ligadas a la Fe, no atinan mas que acudir a los ritos y a los mitos para sostener creencias, dando la espalda a los planteos de la Ciencia. Ver.
De la física clásica a la física relativista -cuántica
La física es el sustrato científico que sirve para ir de lo descriptivo a lo abstracto en el proceso de elaboraciones cosmológicas. Luego de muchos siglos de reinado de la Física Clásica, aún muy útil para explicar todo lo que ocurre en nuestra Tierra, le llega el turno a la Física Relativista y a la Física Cuántica y quien abre la brecha es el alemán Albert Einstein (1879 - 1955) para hacer un aporte en este campo; pero en un contexto diferente, ya no explicará lo que vemos: el razonamiento einsteniano multiplicará las objeciones, disociará los conceptos, reconfigurará las ideas y buscará explicaciones tan abstractas, que parecerán ininteligibles, aún a las mentes de quienes ya hemos entrado a vivir en el Tercer Milenio.
No hay restricciones de la aplicación de la física clásica y sus principios, pero, en la práctica, la escala de dicha física es la de los fenómenos aislados, pero cuando se extrapolan estas dimensiones hacia lo microscópico y lo macro-macroscópico, las leyes de la física clásica no pueden ser aplicadas correctamente.
En la actualidad para el envío de sondas de exploración, satélites espaciales y otros artefactos de esta naturaleza los cálculos se siguen haciendo con las leyes de la física clásica. Pero cuando se trata de hacer cálculos sobre la naturaleza del espacio mismo o de la constitución de cuerpos como los agujeros negros, o de las ondas de gravitación o bien del comportamiento de átomos y sus partículas debe recurrirse a la nueva física: relativista y cuántica. En menos palabras: hemos pasado de una física determinista a una indeterminista que hoy día es la que rodea toda la teorización física contemporánea.
Pero la realidad es que sus comienzos fueron muy difíciles-aunque hoy día se considere a Einstein un supergenio- porque al inicio los críticos le acusaron de excentricidad cuando elabora dos teorías: una aparecida en 1905, otra en 1915.
A. La primera se refiere al concepto de la relatividad especial, y trata de la física del movimiento de los cuerpos en ausencia de fuerzas gravitatorias en el que se hacían compatibles los conceptos del electromagnetismo y las leyes del movimiento, mediando una reformulación de las segundas.
B. La segunda publicada en 1915 reemplaza los conceptos de gravedad newtoniana, aunque coincide numéricamente con ella solo para campos gravitatorios débiles y en el caso de «pequeñas» velocidades. Necesario es señalar que antes de Einstein un físico francés, Poincaré había esbozado en 1904 -sin que Einstein la conociese - la teoría en un congreso científico, y había enunciado previamente la famosa conclusión einsteniana:
«De todos estos resultados ha de nacer un género de dinámica totalmente nuevo, al que caracterizará por encima de todo, la regla que ninguna velocidad excede la de la luz».
Sirva este detalle para recordar que es usual haya inventos y descubrimientos que se le ocurren a los investigadores en sitios distintos, pero en fechas coincidentes, como si hubiese una desconocida conexión entre ellos, tanto que hay muchas leyes que llevan los nombres de dos investigadores en homenaje a esa coincidencia. De hecho, los problemas básicos que llevan a la relatividad se habían conocido un cuarto de siglo antes de que Poincaré y Einstein forcejearan con ellos; más aún: andaban sueltos desde la época de Galileo, y desde que Aristóteles declaró que un objeto, arrojado desde lo alto del mástil de un barco en movimiento, caerá detrás del palo; dicho de otro modo, el cuerpo se desploma en línea recta, pero la embarcación se mueve. Esto es inexacto, porque el barco ha dado cierto impulso hacia adelante al objeto, como si lo hubiera arrojado la mano. Por lo tanto, si no sopla el viento, irá a estrellarse en la cubierta, al pie del mástil. Este es uno de los muchos errores de Aristóteles que expuso Galileo puesto que sabía que todas las leyes de la naturaleza no se alteran, tanto en tierra firme como en el mar (siempre y cuando la embarcación avance suave y uniformemente).
Pero de esta vez y pese a todas sus dificultades, Einstein hace que la perspectiva para contemplar nuestro Universo cambie bruscamente y - hasta tal punto – que las antiguas cosmologías quedan, de repente, como completamente anticuadas ante los resultados obtenidos por esa nueva forma de pensamiento, ya que por primera vez el conocimiento del “todo” se formula de manera precisa en un lenguaje matemático que describe - mediante el esfuerzo del pensamiento humano - una imagen del Universo en su totalidad en el que el mayor mérito de Einstein es darse cuenta - y saberlo traducir de manera convincente que hay que volver a introducir en la ciencia «una sustancia universal» que compondría la esencia de todos los fenómenos observados. Esta sustancia es el espacio-tiempo, que no es más que una puesta al día, que lo hace compatible con el conocimiento moderno, del concepto de éter de Aristóteles o del concepto de extensión de Descartes para moldear su mundo.
El relativismo einsteniano
El artículo aparecido en 1905 tenía un título extraño: Sobre la Electrodinámica de los Cuerpos en Movimiento, pero en él se asimilaban y desarrollaban ordenadamente dos conceptos físicos claros y una consecuencia obligada derivada del razonamiento siguiente:
a) Si las leyes de la electrodinámica y la óptica son correctas para cualquier punto de referencia en que también sean válidas las leyes de la mecánica si la luz se propaga en el vacío siempre a la misma velocidad.
b) Sin embargo, para aceptar lo anterior para ello es necesario suponer la existencia de un éter cargado de propiedades paradójicas.
c) Consecuencia lógica: se requiere entonces hacer algo diferente: revisar los mismos conceptos que están en la base de la mecánica newtoniana, esto es las nociones fundamentales de espacio y de tiempo, sobre las cuales descansa el conocimiento físico.
Para hacerlo, Einstein se interrogaba respecto al significado de la noción de simultaneidad, por medio de suposiciones o «experimentos mentales», que consistían en imaginar determinadas situaciones, extrayendo luego de ellas las consecuencias lógicas necesarias. Arribó así a una conclusión perfectamente compatible con los supuestos que enunciara, y que conservaba la validez de todas las leyes físicas conocidas, aunque se oponía brutalmente al sentido común. Resumir esta nueva posición en la palabras es fácil, entenderlas resulta difícil aún para los expertos:
a) No se puede asignar una significación absoluta al concepto de simultaneidad, por lo que el tiempo, por así decir, discurre de un modo diferente según el «sistema de referencia» en que nos hallemos.
b) No hay un tiempo absoluto, ni tampoco, en correspondencia, un espacio o sistema de referencia absoluto, sino que estos son diferentes según el punto de vista que adoptemos; sin embargo, gracias a ello, es así -paradójicamente- como se cumplen de un modo invariable las leyes de la óptica y de la electrodinámica.
c) La consecuencia es que antes de la postulación de la teoría de la relatividad, la física supuso siempre tácitamente que el significado de los datos temporales era absoluto, es decir, independiente del estado de movimiento del cuerpo de referencia .A partir de la nueva teoría, en cambio, no sólo el reposo o el movimiento pasaban a ser categorías siempre relativas, sino que también el tiempo medido por los relojes se atrasaban o adelantaban resultando así un elemento asociado a cada sistema de referencia y, por lo tanto, variable como estos.
Einstein parte de la constatación de las incongruencias que acosan a la física de un momento determinado, caracterizado por la crisis de los modelos teóricos vigentes; que intenta superar dicha encrucijada suponiendo que existen leyes simples y generales capaces de explicar la multitud de aportes parciales producidos hasta allí, pasando enseguida a formular nuevos principios capaces de integrar la información y la teoría preexistentes; y, para hacerlo, no vacila poner en jaque el paradigma newtoniano, contraponer a las impresiones del sentido común - a la evidencia inmediata y espontánea - un nuevo modelo explicativo, ajustado a los datos e internamente no contradictorio.
Con eso, de algún modo, repite el tipo de razonamiento que había realizado ya Copérnico, y que aparece característico a todas las profundas revoluciones científicas conocidas. Como diría el astrónomo inglés Eddington:
«Einstein, ha sido llamado a proseguir la revolución iniciada por Copérnico: liberar a nuestra concepción de la naturaleza del sesgo terrestre injertando en ella por las limitaciones de nuestra experiencia, intrínsecamente ligada como está a la Tierra [...] y lo ha hecho no ya revisando la perspectiva espacial, como en el caso del Sistema Solar, sino el punto de vista temporal, llevándonos a reconocer que no solo no estamos en el centro del universo, sino que tampoco nuestro tiempo es, de por sí, algo absoluto. Esto implica, que la distancia y la duración - y todas las magnitudes físicas derivadas de ellas - no tienen relación (como hasta ahora se suponía) con algo absoluto del mundo externo, sino que son magnitudes relativas que varían al pasar de un observador a otro con un movimiento distinto».
Ingeniosos experimentos ideados para comprobar si eran ciertas las consecuencias que se podían extraer de la teoría de la relatividad han indicado, hasta ahora, la validez de sus proporciones, y los relojes atrasan o adelantan efectivamente, en la proporción prevista, cuando se los sitúa en móviles que se desplazan a gran velocidad respecto a la Tierra, y que suceden otras muchas cosas extrañas en el universo, coincidentes con las aparentemente inverosímiles ideas de Einstein. Ideas que han sido aceptadas por la ciencia física en general, pero que han trascendido muy poco allende sus fronteras, incorporándose escasamente al resto de la ciencia contemporánea y menos aún a nuestro pensar cotidiano.
Tal vez esto se explique porque la física einsteniana solo tiene especial interés cuando se refiere a fenómenos que ocurren a velocidades próximas a la de la luz, lo cual no sucede por cierto en nuestro mundo cotidiano, para el cual son aplicables las leyes de Newton. Tal vez no ha transcurrido aun el tiempo suficiente para que sus ideas se generalicen y difundan, incorporándose a nuestro lenguaje y a nuestro modo de ver el universo, desplegando todas sus posibilidades en diferentes campos del saber y el hecho es que todavía podemos decir que la revolución de la física relativista no ha agotado sus posibilidades, tan vastas y desconcertantes que, probablemente, algún día lleguen hasta a modificar lo que espontáneamente nos dicta eso que vagamente llamamos sentido común.
Conclusión
La vida diaria suele ser tan rutinaria que pocas personas piensan que sin tiempo no hay posibilidad de tener noción de los hechos; sin noción no hay consciencia, sin consciencia no hay discurrir, y que para cerrar el círculo ese discurrir es un viaje que siempre efectuamos en la coordenada del tiempo - aunque el espacio permanezca inalterable. Y por cierto ese viaje lo hacemos según nuestra propia noción natural del tiempo: a razón de un segundo, cada segundo: y el segundo-por razones fisiológicas inherentes al ser humano y a la cultura occidental que nos ata indefectiblemente a conceptos y sensaciones -es la mínima unidad de tiempo que experimentamos y va siempre hacia adelante, sin retorno: al encuentro de nuestra desaparición física total según algunos, o al nacimiento de nuestra consciencia cósmica según otros.
Yo-al menos-estimado lector-participo decididamente de la segunda posibilidad y por tanto me alejo de la explicación que utiliza el azar y la necesidad como causantes de todo lo que existe ...pero ese es tema que analizaremos en próximo artículo.