Hay en los campos de la psicología y la sociología, muy relacionados entre sí en algunos aspectos, un fenómeno muy curioso llamado el efecto péndulo, o la teoría del péndulo, en la cual una fuerza en una dirección acaba causando el efecto contrario, ya sea en una misma persona, en una sociedad o en varias. Hay variables, y también casos en los que posiblemente no se pueda aplicar de ninguna manera, pero no dejo de pensar en ello.
Un ejemplo muy banal lo encontramos en el fútbol; la llegada de Mourinho al Madrid para contrarrestar a un hegemónico Barcelona llevó a que las tradicionales quejas a los árbitros se convirtieran en teorías conspiratorias y listas de agravios por parte del portugués, llegando a crispar el ambiente e incluso a cometer agresiones a otros entrenadores. Las aficiones se hicieron eco y sus posiciones fueron muy extremadas, con polémicas pancartas nunca vistas antes y una rivalidad más cruda que nunca entre barcelonistas y madridistas. La respuesta más destacada no fue un trato más favorable para su equipo, cosa que tal vez ocurriera o tal vez no, no es a lo que me refiero, la respuesta más destacada fue que desde entonces todo el mundo ve conspiraciones contra su equipo y en todos los estadios se ha perdido los papeles con las actuaciones arbitrales.
Como desde la salida del técnico portugués nadie ha zozobrado el barco de la misma manera, poco a poco las aguas vuelven a su cauce y cada vez se habla menos, incluso en los medios sensacionalistas, de conspiraciones más allá de suspicacias arbitrales, como había sido siempre. Así es como decae ese efecto péndulo, si nadie lo fuerza hacía un lado su posición es cada vez más centrada, aunque nunca muere y siempre puede volver a los extremos con un simple impulso.
He observado varias situaciones que tal vez se puedan enmarcar en esa teoría recientemente; se cita enormemente la derogación del Estatuto de Autonomía de Cataluña de 2006 por el altamente politizado Tribunal Constitucional en 2010 como el momento en el que se prendió la mecha del actual movimiento independentista catalán. He aquí, pues, el péndulo, impulsado hacia un lado por el PP y el TC, causando que en el retroceso las posturas opuestas se hayan radicalizado enormemente. Lo malo es que desde entonces ambas partes han seguido impulsando el péndulo a los extremos y eso ha llevado a declaraciones unilaterales de independencia y a la aplicación del Artículo 155 de la Constitución, lo que ha acabado, por ejemplo, con el afloramiento de bolsas de fascismo en las sociedades española y catalana, reductos falangistas que se suelen mezclar con los unionistas, a los que hacen un flaco favor, pues muchos no son precisamente pacíficos.
La alargada exposición a los extremos causa mucha crispación. Algo así ocurrió cuando en España acabó estallando la Guerra Civil, aunque son muchos los conflictos causados por tan larga exposición a la coexistencia de los extremos. La solución pasa por intentar moderar posturas, pero hay algo en la cultura de nuestro país que no facilita lograrlo.