Aprovechen y séquense la ropa (la casa y el coche) rapidito que viene María. Y es que terminamos con uno y nos viene otro, como suelen decir, de Guatemala a Guatepeor. Aún estamos sufriendo las consecuencias de Irma y ya se nos viene encima María. Como diría mi madre: «te metes en el mar y hay tiburones, sales a dar un paseo y hay cocodrilos y encima os vienen huracanes». Sí, mamá y, tengo que reconocer, que son muy molestos (por decirlo de forma suave).
Esta semana todavía tenía amigos sin luz, casi dos semanas después de haber pasado Irma. Es, más bien por eso, por lo que la gente opta por irse y no sobrellevar aquí la tormenta, por las molestias de estar sin luz. Pero yo no, yo tenía que vivirlo, ya que, otros años, no pasó absolutamente nada. Primero comienza el pánico en los medios. Así se lo traspasan a la gente. La gente empieza a hacer acopio de todo, pero de todo, pero de absolutamente todo, como si fuera la hecatombe. El apocalipsis zombi. Que vas al supermercado y no hay de nada. Una viniendo de fuera se pregunta: «pero señores… que estamos a una semana del ciclón y ya no hay nada en las estanterías, ¿qué les está pasando?». La gasolina se termina. Ese es otro gran inconveniente, porque, en este caso, no volvió hasta dos días después de la tormenta. ¿Cómo te mueves? ¡Ah! Sal ahí y apáñatelas. Pero la gente tiene litros y litros guardaditos en casa. Claro, el generador consume mucho y nadie quiere estar sin luz.
Para mí, realmente, lo peor fue lo que vino después del huracán. Es cierto que estar tapiados en casa (porque las casas hay que tapiarlas) no es agradable. Pasarte dos días metido en casa, sin luz natural, sin electricidad y con comida en lata no es agradable. Por no mencionar que aquí sin aire acondicionado no se puede respirar. Litros y litros de agua, que en los supermercados tampoco había. Había que buscar y buscar hasta conseguir el mercado abastecido y hacer cola. De hecho, para comprar maderas, para tapiar las casas, había cola dos días antes del huracán y el día anterior la cola era desde las dos de la mañana y con numerito para el primer camión de madera. Todo muy primermundista, vamos. Si consideras que tu casa no va a sobrevivir al paso del ciclón (por esa manera tan estable que tienen los yanquis de construir), existen refugios a los que ir. Son los gimnasios de los colegios que están hechos de ladrillo. Los que opten por eso deben saber que dormirán todos hacinados y hay que llevar tus mantas, comida, agua y enseres. Los que no quieran irse a una comuna se tapian en casa. Eso hicimos nosotros. Dos días en casa. Mucho ruido, bastante. Mucha lluvia, también.
Pero, como decía antes, lo peor viene después del huracán. Recoger los destrozos. Mi zona no fue una de las grandes afectadas, al menos no estábamos en zona de evacuación. Pero se cayó la verja del jardín y la mitad de las palmeras descargaron todas sus ramas por el patio. Y cómo pesan las tías…. Trozos de árboles por todas las calles o directamente árboles tumbados. Si vives en un piso sin patio probablemente tendrás que lidiar con la falta de luz, pero, al menos, no tienes que limpiar mucho. Si vives en una casa… Tendrás que dedicar, al menos, dos días a recoger hojas, ramas, árboles y palmeras. Por no mencionar el fastidio de meter todo el mobiliario dentro de la casa para que no se lo lleve el huracán y volverlo a sacar después. Realmente, no sé qué es peor. Tengo unos amigos que viven en el piso 17 y estuvieron cinco días sin luz. Creo que ambos perdieron unos kilitos en esos días. Igual no viene «tan mal».
Si pensáis que irse es mucha mejor opción, atentos a esto: sólo hay una carretera de subida. Es decir, horas y horas y horas de atasco hubo. Por no hablar de la dificultad de encontrar gasolina o lugar donde dormir. Además, los pobrecillos que tuvieron la brillante idea de huir hacia el noroeste estuvieron jugando al ratón y al gato con el huracán porque los fue persiguiendo en toda su trayectoria y, en definitiva, por allá fue mucho peor. Por listos.
Desde luego, mi recomendación es una: no compren casa en Miami. Todo son problemas. Para los que ya la tienen: cuidado de nuevo, que se acerca María.