Estaba en un campamento ubicado al sur de Venezuela, rodeada de una selva como pocas. La biodiversidad del lugar era tan abundante y variada que cerca de la cascada que veía cuando abría los ojos en la mañana había un nido de águila harpía y, en ese río que se formaba, era posible contemplar peces tan extraños que aún no habían sido descritos por la ciencia.
El día anterior a nuestra llegada había ocurrido un ataque en el que dos serpientes cuaimas venenosas (Lachesis) persiguieron a uno de nuestros compañeros, pero logró salvarse gracias a su gran destreza de cazador, matándolas de un escopetazo en la cabeza. Yo no podía creer la historia hasta que vi el cuerpo de ambas serpientes con las heridas.
Eventos como este pudieran ser tan extraños para alguien que está acostumbrado a la ciudad, pero aquí, eso y más es posible.
A veces las dantas pasaban cerca, aunque sólo pude observar sus rastros. Los gallitos de las rocas tenían un lugar cerca del campamento en el que se reunían para conquistar a las hembras con un baile muy sofisticado. Habían boas arco iris escondidas entre las ramas y una variedad de plantas que sólo en los libros de botánica podrías encontrar tantas.
Así dibujaría yo el paraíso, con cascadas, ríos y una biodiversidad infinita que salta a la vista… y nosotros estábamos ahí para explorarlo.
La única forma de llegar a ese lugar era gracias a un helicóptero que aterrizaba en un pequeño claro abierto entre los árboles, así que llegar (o salir) a pie del lugar podría llevarte algunos días si sabes en qué dirección ir.
Estábamos recorriendo el lugar acompañados por mi padre, quien no dejaba de tomar fotos y de observar eventos interesantes, algunos especialistas en fauna y por los hombres que podían ubicarse en la selva con una precisión envidiable.
En total éramos aproximadamente 10 personas.
Nos adentramos en la selva temprano en la mañana, por unos caminos viejos que habían usado estos hombres para ir de cacería, pero que no habían sido transitados en un buen tiempo. El grupo se fue dividiendo entre los que iban adelante con buen paso y los que se quedaban atrás tomando fotografías, pero gracias a las marcas frescas podíamos seguir el rastro de los que iban al frente.
Yo estaba acompañando a mi papá mientras él tomaba algunas fotografías, pero debíamos decirle algo a la otra parte del grupo que no veíamos desde hace un par de horas, así que me ofrecí para adelantarme por el camino y encontrarme con los que iban en la punta porque el camino estaba claramente visible y fácil de seguir.
Empecé a caminar viendo todas las cosas que me rodeaban. Como ya no estaba con un grupo que hablaba empecé a escuchar todos los sonidos que se callaban a nuestro paso y empecé a ver también muchos animales que no se sentían tan intimidados por mi presencia.
Caminé siguiendo el sendero claramente abierto, encontrando de vez en cuando una señal de que alguien había pasado recientemente, como plantas pequeñas rotas, la tierra desnuda, musgo despegado y continué avanzando encontrando estas señales pero con menos frecuencia.
Ya tenía varios minutos caminando y no veía al resto de grupo que se suponía que no estaba tan lejos. Y ahí fue cuando empecé a dudar…
¿Será que esta marca está bien definida? Yo creo que sí… El camino se ve claramente así que voy a continuar…
Seguía avanzando por aquel sendero, pero ya no veía señales de alguien hubiera pasado recientemente por ahí… aunque tampoco habían retoños que romper. Las hojas del suelo se veían movidas en una dirección, así que probablemente iba por el camino correcto.
Continué avanzando por varias horas mientras mis dudas iban creciendo hasta que llegué a un gran tronco caído en el medio del camino, por el cual sólo podías pasar por debajo o por encima ya que se encontraba a la altura del pecho. Ese era el lugar para definir si realmente continuaba en el camino correcto.
Me asomé por debajo pero habían unas pequeñas ramas que cubrían en parte el camino, así que por debajo no pasaron. Me asomé por arriba para ver el musgo intacto y húmedo… por arriba tampoco pasaron.
No pasaron por aquí.
Me di la vuelta para regresarme por el mismo camino sólo para caer en cuenta de que no había ningún camino. Estaba siguiendo caminos de animales pensando que eran caminos hechos por humanos. Qué problema.
Justo en ese momento que caí en cuenta de que estaba perdida en esa vasta y densa selva apareció un colibrí y voló frente a mí por unos segundos y recuerdo haber pensado: este es el último animal que me vio antes de perderme en la selva.
Por suerte no entré en pánico. Siempre llevo conmigo mi equipo de supervivencia e hice una revisión mental de lo que llevaba dentro de mi mochila. Tenía una barra de chocolate que podía durarme un buen rato, una manta térmica que podía darme calor en la noche o servirme de techo en caso de que lloviera; tenía mi impermeable, cuchillo, un sweater y lo más importante: tenía conocimientos de las plantas comestibles que había en el lugar y de las que podía usar para obtener cuerdas o hacer fuego.
Así que por un lado estaba tranquila, pero por el otro sabía que debía regresar hasta poder encontrar al resto del equipo o el camino original hacia el campamento ya que esa selva no iba a permitir que me encontraran tan fácilmente. Yo misma me debía rescatar.
Caminé un buen trecho siguiendo una de las miles de ramificaciones que tenían estos caminos de animales hasta llegar al río. Los ríos siempre son una buena guía y recordé un puente que cruzamos sobre el río varios kilómetros atrás… hacia allá debía llegar.
Caminé por el borde del río sin terminar de salir de la selva, ya que dentro de la selva puedes caminar tranquilo con los árboles grandes que hay, pero en los bordes de los ríos se cierra la vegetación tratando de competir por la luz.
Podía ver entre los arbustos la laja de piedra sobre la cual corría el río y podía escuchar el sonido del agua que no iba a permitir que me oyeran si gritaba.
Caminé algunas horas al lado de este río, pasando muchos recursos que fui recolectando como yesca para hacer iniciar fuego, varillas, corteza para tejer cuerdas y ya en la tarde me dio sed.
Me salí hacia el río que era más pequeño que su cauce dejándome imaginar el volumen de agua que corría por esa roca en época de lluvia y subiendo por las rocas río arriba me encontré algo muy extraño: una mochila.
¡Maravilloso! Probablemente alguien dejó su mochila ahí y eventualmente iría a buscarla (pero no podía quedarme a esperar a que eso ocurriera, ya que había una pequeña posibilidad de que no perteneciera a alguien de mi equipo). Si se le había extraviado a alguien también sería una buena noticia porque podía contener cosas que me podrían servir en aquella situación.
Esperé un rato oculta entre los arbustos para ver si alguien venía por el. Tampoco podía esperar demasiado, porque pronto iba a ocultarse el sol y yo no quería que me atrapara la noche sin haber preparado un refugio, así que decidí ir a revisarlo. Pero cuando lo tuve frente a mí hubo una lucha entre mis principios y mi instinto de supervivencia porque, sí, quizás podía contener algo que necesitara… pero no era mío.
Volví a ocultarme entre los arbustos mientras mi mente debatía si debía revisarlo o no y entre el sonido que hacía el río gracias a las varias caídas de agua que había pude diferenciar un sonido diferente, era un poco melodioso, con picos de volumen y de tono… era una voz humana.
Con desconfianza me fui acercando sigilosamente oculta entre la selva, lejos del borde del río mientras llegaba a la altura de la fuente del sonido y moviendo mi cabeza podía ver entre las ramas a algunas personas que se bañaban en uno de los pozos que se habían formado en la laja, pero no podía diferenciar quiénes eran.
Me aproximé hacia el borde vegetal que hacía de frontera con el cauce del río para ver mejor y pude distinguir a varios de los compañeros del equipo… ¡menos mal!
Me acerqué a ellos y se sorprendieron al verme porque pensaban que estaba con la otra parte del grupo que aún no aparecía, ya que se habían quedado por el camino tomando fotos y enviaron a un compañero a buscarlos para regresarnos antes de que cayera la noche.
Luego nos encontramos todos y cada quien pensaba que estaba con la otra parte del grupo.
Nadie supo que había pasado todo el día perdida.