Cuando entras en el universo de este show, con seguridad te estás adentrando en un lugar totalmente diferente donde las reglas del tiempo son distintas y de donde ya no puedes salir. Better Call Saul hace exactamente eso con las emociones de la misma manera que lo hizo en su tiempo Breaking Bad. La habilidad de los escritores de la serie para exprimir el drama de las cosas más insignificantes, incluso la puntuación, ha hecho de esta serie algo así como placer a fuego lento. Gradualmente fortaleciendo sus lazos con Breaking Bad, desarrollando poco a poco la metamorfosis de Jimmy McGill en Saul Goodman.
Mientras que el ritmo "glacial" ha resultado frustrante para algunos, su excelencia radica precisamente en el tiempo que está tomando para contar su historia. Es un espectáculo que aprovecha al máximo el hecho de ser una precuela, cuyo mayor enemigo suele ser un conocimiento previo: lo difícil de presentar una historia emocionante cuando todo el mundo sabe cómo va a terminar. Las peores precuelas llenan ese vacío con cinismo. Pero Better Call Saul sabe mejor que todo drama es sobre carácter. Ya sabemos que Jimmy (Bob Odenkirk) se convertirá en un abogado tan amoral que todo lo que haga lleva a la inevitable risa. Y con ese conocimiento en su lugar, Better Call Saul puede contar una historia más profunda: la de cómo llegó a ser quien es y la de los porqués del viaje.
Estamos destinados a que nos guste el personaje principal Jimmy porque es muy simpático; Un personaje chispeante de encanto y carisma, un hombre común bien intencionado que sólo quiere que su hermano se sienta orgulloso de él. Pero Chuck tiene un punto: incluso cuando Jimmy trata de hacer el bien, como ayudar a su novia abogado, Kim (Rhea Seehorn) a aterrizar a un nuevo cliente - sus instintos son cortar esquinas, jugar bajo y sucio. Y cuando ese instinto se encuentra con la desesperación (digamos problemas de dinero u odio fraternal) se inclina hacia algo más oscuro. Y por mas que haga este tipo de jugarretas eso nunca nos va a hacer cambiar nuestra apreciación por él ni dejar de apoyarlo y querer verlo triunfar.
Suena ridículo, pero a veces es profundamente desagradable mirar y al mismo tiempo no puedes dejar de mirar.
Por ejemplo: ver cómo, con su encantadora y simpática personalidad, Jimmy logra ser un abogado popular con los ancianos desde el principio de la primera temporada (cuando practicó ley de ancianos) para luego armarse de total crueldad dos temporadas más tarde. Claro, al final él siente remordimiento y pone las cosas bien. Pero como dice Chuck: «Vas a seguir lastimando a la gente, Jimmy, esto es lo que haces. Y luego hay un espectáculo de remordimiento ... Si no vas a cambiar tu comportamiento, y no lo harás, ¿por qué no simplemente omitir todo el ejercicio? Al final, vas a lastimar a todo el mundo que te rodea. Así que deja de disculparte y acéptalo. Abrázalo. Francamente, tendría más respeto por ti si lo hicieras».
Lenta pero seguramente, Jimmy lo abrazará. Será empujado a un punto en el que deja de preocuparse por nada y nadie, y toma el apodo Saul Goodman. La pregunta, como siempre, es ¿cómo, por qué y a cuál costo? Eso es lo que pasa con a las precuelas: ya sabes quién falta en el futuro – y a quién temer. Pero, de igual manera, es una serie con aura propia y que no puedes dejar de ver, ahora disponible en Netflix. Para mí, totalmente imperdible.