Con la llegada del calor es fácil encontrar en multitud de publicaciones las listas de lecturas recomendadas para estos meses.
Con frecuencia se trata de lecturas frescas, ligeras y novedosas, de esas que metemos en la bolsa de la playa, junto a la crema de sol y la parte de arriba del bikini, que se llenan de arena y no se ponen celosas cuando abruptamente interrumpimos su lectura.
El estío es un momento maravilloso para experimentar, abrir la mente a nuevos horizontes y llenar la mochila de montones de historias que nos acompañarán el resto de nuestros días. Especialmente los de nuestra primera juventud, están plagados de aventuras, de primeras veces, del paso de la niñez a la edad adulta, del ansia de libertad.
Esos días azules y ese sol de la infancia...
Recuerdo ahora con nostalgia las mañanas de todos esos veranos, sentada a la mesa camilla con las fastidiosas Vacaciones Santillana... Las Vacaciones Santillana, la siesta obligada, las dos horas de digestión eran los lugares comunes ineludibles de aquellas generaciones. Pero también las nuevas amistades, los primeros amores y las fiestas de los pueblos.
También los libros nos han acompañado en los veranos de nuestra historia. Porque solo con los libros podemos vivir cientos de vidas, viajar a lugares misteriosos, descubrir grandes pasiones. Muchas habrán sido las narraciones que nos han marcado significativamente, sumando andanzas y emociones a lo vivido. Las aventuras de los cinco, La isla del tesoro, Las aventuras de Tom Sawyer, El guardián entre el centeno, Oliver Twist, Frankenstein. Mi libro fue Rebeldes: con él descubrí el lenguaje de las calles y lo atractivos que eran los chicos malos. Sin embargo, para mi prima, ávida lectora, las largas tarde de verano en el pueblo solo se solventaban con libros de peso, así a los catorce años ya se encontraba entre sus lecturas Los hermanos Karamazov. Un caso extraordinario.
Los libros estarán presentes durante toda nuestra vida, participando en el proceso de crecimiento. Nos ayudan a conocernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea. Permiten que descubramos otros mundos posibles. Amplían nuestro vocabulario. Desarrollan la capacidad creadora, la fantasía y la ilusión. Nos enseñan a socializarnos, a sentir y a empatizar. Hacen que despierte nuestra curiosidad y el afán por conocer los recovecos del universo.
Aunque no está demostrado, leer te hace mejor persona, más inteligente y más humano.
Ahora, mi lista de recomendaciones para este verano es la siguiente:
- No salir a la calle sin protección solar.
- No perder la ocasión de enriquecernos con la amplia variedad de beneficios que nos aporta la lectura.
- Acercarnos a los clásicos sin miedo. Lo que ha hecho que sean universales es tanto la calidad literaria como lo atemporal de sus historias, así que adelante, nos están esperando.
- Comprar en pequeñas librerías. Allí es donde reside la esencia de los libros, la magia de la literatura, donde podremos respirar el aroma de sus páginas, donde se esconde el verdadero placer de la lectura.
¡Feliz verano lleno de libros!