Como todos sabemos, Leonardo da Vinci fue un maestro de la pintura, anatomista, arquitecto, paleontólogo, artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista. Grandes son sus obras, que perduran hasta el día de hoy mientras nos siguen cautivando y sorprendiendo. Pocos son aquellos que han logrado seguir sus pasos como artista y también que logran ver más allá y descifrar lo que nos quiso decir a través de sus pinturas.
Hace unos meses observaba detenidamente sus pinturas, que me parecen fascinantes, espirituales, pero a veces un tanto obscuras por lo que se oculta detrás de cada gesto y cada sonrisa de sus modelos. Cabe mencionar que a Leonardo - aparte de ser, en particular, mi pintor favorito- lo he estudiado por largo tiempo. Ese día, mientras miraba la pintura de San Juan Bautista, algo me detuvo y volví a repasar con la mirada sus trazos.
Se puede ver claramente la posición del cuerpo de san Juan: mientras con la mano derecha apunta hacia el este, con la mano izquierda detiene el tirso, que simboliza el eje del mundo. La mano apunta claramente hacia abajo, sus piernas entrecruzadas (pie izquierdo apunta al oeste y pie derecho sobre la tierra). Claramente Leonardo nos deja entrever un principio alquímico de Hermes Trismegistro:
todo lo que es arriba, así es abajo,
y el primer principio de la alquimia
solve et coagula,
frase en latín que significa «disuelve y coagula» o «separa y unir», procesos que conciernen a las teorías y experimentos de la alquimia. Por otro lado, muestra claramente la androginia espiritual de san Juan, disimulándolo con la posición de su cuerpo: manos solares y pies dirigidos hacia la luna.
Pero cabe recalcar que en la parte de arriba del cuadro se aprecia un árbol frondoso que, si nos acercamos a estudiar, su forma parece un castaño, pero también podría tratarse de un baobab, al que muchos desde la Antigüedad lo han designado como el árbol de la vida. Entre sus ramas se puede apreciar algunas letras e iniciales codificadas: YAB PIRA.
Yab es una palabra utilizada en varios idiomas: sánscrito, árabe, así como también en idioma astronómico y algebraico para describir una forma y una unicidad con el todo. A continuación, describo varios ejemplos:
Sánscrito: (Ya) Kalachakra es la Rueda del Tiempo. A esta Rueda del Tiempo se le denomina yab-yum, la temporalidad y atemporalidad del todo círculo que no posee ni principio ni fin.
Árabe: Yab o Yabr, «aquel que implementa su voluntad». De la misma raíz proviene la palabra álgebra, lo cual significa arreglo de una ecuación matemática.
En geometría y matemáticas Yab es utilizado para describir algebraicamente hablando una forma cilíndrica que, a partir de ahí, se convierte en una pirámide de cuatro lados.
Maya: Yab significa muchos, como vemos en mayab o mayaab: ma- = "pocos, negación de muchos"; yab = "muchos, negación de pocos". En conjunción significa tierra para los escogidos.
Pira etimológicamente hablando significa "hoguera". Pyramis (pirámide) contiene el término pyra, que en griego significa “pira” u “hoguera”.
A su vez pyra nace de la raíz indoeuropea pyr, que simboliza el fuego o la llama. En definitiva, según esta teoría, hay que alinear la palabra pirámide con una pira funeraria, considerando asimismo la raíz de ambos términos. Una pira rodeada de un fuego purificador, aunque manteniendo el simbolismo religioso y eternal que siempre la ha caracterizado.
Pero volvamos a Leonardo: encerrando este juego de palabras en el árbol de esta pintura...¿qué nos trataba de decir?
Indudablemente a Leonardo le gustaba jugar con la mente y se encargó de dejar secretos de alquimia guardados para la posteridad: «Yab, el elegido de muchos» y «pira, hoguera de fuego». En la alquimia divina solo los elegidos pueden saber los secretos que se esconden detrás de los sellos y elementos para la transformación del ser. Complementado con fórmulas matemáticas y geometría sagrada, el fuego es el elemento clave para aquellos que han escogido recorrer el camino de la magia y la alquimia.