Esta ciudad de vacaciones encierra una flora y fauna digna de estudiar en detalle. Un ejemplo.
Sujeto #1
Varón, de unos 25 años, y de origen venezolano. Evitaremos poner nombre y profesión para no herir la sensibilidad del susodicho en caso de que este texto caiga en sus manos.
Silencio sepulcral en el lugar de trabajo. La calma que precede a la tormenta. Se percibe en el ambiente que el sujeto “piensa”. Algo le reconcome por dentro y muestra cara de frustración. Se frota la frente y frunce el ceño. Pasan unos minutos y sigue igual. Por fin decide, sin más vacilación, que la duda que lo atormenta ha de ser compartida por los que se encuentran a su alrededor, para mi desgracia, yo.
«Berta… el Imperio romano… ¿era comunista?»
Momento de caos y cortocircuitos neuronales en mi cerebro. Intento comprender la pregunta, intento saber si la he entendido bien, puede que en algún momento fallara la comunicación y el mensaje no llegara con la claridad suficiente. “Es imposible que haya escuchado bien” es la respuesta más suave que me proporciona mi cerebro en estos momento. Amablemente le insto a que me repita la pregunta. Efectivamente, escuché correctamente. Su duda sigue siendo si el Imperio romano era comunista. Me mira con una mirada inquisitiva, con los ojos entornados y a la vez asintiendo con la cabeza mientras añade un ¿verdad?, que termina por rematarme.
Mi cerebro sufre intentando averiguar cómo alguien puede saber tan poco de ambos temas y, además, ser capaz de expresarlo libre, alta y claramente, propagando su incultura a los cuatro vientos. Para su bien, sólo estaba yo delante, para mi mal, me tocaba responder. Y, ¿qué responder? Mientras una está liada en el trabajo y esperas que te pregunten cosas de respuesta fácil, sí o no, y sin tiempo para perder, ¿qué contestar para no perder media hora de tu tiempo? Me armo de paciencia y pretendiendo que me deje en paz lo antes posible o que lo busque por su cuenta (y riesgo):
«Pero, hombre… ¿cómo van a ser comunistas? (cojones, me apetecía añadir)»
«Sí, sí. Eran comunistas. ¡En sus formas!»
«Bueno, verás… el comunismo es una ideología muy posterior…»
«No, no, ¡pero ellos eran comunistas!»
«Bueno… ¿por qué no lo buscas?»
«Búscalo tú, ellos eran comunistas».
Imagínense mi cara. Y ahí lo dejé. Mi padre siempre dice que es mejor no discutir con un idiota: los demás podrán no notar la diferencia. Desconozco si en algún momento lo buscaría o seguirá habiendo un loco por el mundo pensando que aquellos romanos de entonces eran unos rojos. También me viene a la mente el comentario que me hizo una amiga hace poco: “prefiero tener menos cultura y un jardín mas grande”. ¡Me encantaría ver la amplitud del jardín del sujeto!