“Es curioso que, en España, con una tasa de paro como la que tenéis, aún os preocupe que comprar ropa de segunda mano no sea algo cool”. Y no supe qué decir. Los irlandeses se miraron y sonrieron. Estábamos preparando ropa para bajar a la tienda y me vino a la cabeza el barrio del Avecrem, en Sevilla, de cuya población se dice que se alimenta a base de esta clase de cubitos para luego alardear de poderío económico, especialmente en la Feria de Abril.
Sea como fuere, esa fue la respuesta a mi comentario sobre las pocas tiendas de segunda oportunidad que había en España y mi sorpresa de cómo algo tan bueno, no era masivo en mi país. Es algo que te preguntas después de varios meses trabajando como voluntaria en una tienda de este tipo en Irlanda y viendo a diario cómo funcionan.
Más que una cuestión de vergüenza o de ser cool es una cuestión cultural, una opción que tiene que ver con el hecho de que en nuestro país la apariencia importa. Y mucho. Si no fuese por lo peyorativo del término “provincianos”, me atrevería a decir que lo somos, pero me parece más acertado pensar que nuestra manera de entender la sociedad y el lugar que ocupamos en ella tiene que ver con no salir a la calle vestidos como si fuéramos a poner orden al trastero, o con que asociamos el concepto ropa de segunda mano con ropa “de segunda” pero no con excelente precio, compromiso social y consumo responsable.
Y la cuestión al final es cuánto te estás perdiendo por no desaprender.
Cada sociedad tiene sus códigos y en la española, la venta de ropa de segunda mano, lo que en Oxfam Intermon llaman tiendas de segunda oportunidad, es toda una tendencia y una forma de generar ingresos para destinar a proyectos sociales.
El proceso empieza por una iniciativa absolutamente individual: la decisión de donar. Donas lo que ya no quieres o ya no usas. No lo que no vale. Sin embargo, el desconocimiento sobre el beneficio que esto genera, sobre los buenos productos que a veces se encuentran o la incertidumbre sobre dónde acabará esa donación son barreras y dudas que es importante despejar.
Cuando trabajas en una tienda Oxfam hay muchas cosas que hacer; una de ellas es dar las gracias y sonreír cuando una persona se acerca con una bolsa llena de cosas y te dice que quiere entregarla para donación. Entonces te despides y llevas la bolsa a la trastienda donde un compañero la vacía. Es un momento mágico porque nunca sabes qué te vas a encontrar. A veces podrías describir toda una personalidad, en parte una vida, haciendo conjeturas sobre lo que de repente aparece.
La ropa se clasifica en ropa de invierno o ropa de verano, en ropa en buen estado o ropa en mal estado, y nada se tira. Lo que no es vendible se recicla y se lleva a un cuarto aparte. Cada categoría tiene sacas diferentes salvo lo que ya se puede vender; en ese caso las prendas se preparan para un lavado de cara y se les designa precio en base a unas tablas, se etiqueta y se saca a tienda. Pero además de ropa se donan cosas. Simplemente cosas que se pueden utilizar: lámparas, cuadros, regalos que nunca quisiste..
Los motivos por los que la gente trabaja como voluntaria son diversos. Desde practicar el idioma del país, conocer gente o ayudar, hasta mantenerse activo o disponer de referencias en momentos de inactividad laboral. Lo cierto es que al final el resultado de todos esos sanos egoísmos individuales es que en otro lugar del mundo alguien puede salvarse de una muerte segura porque se ha financiado un proyecto de potabilización de agua. Puede sonar salvaje y demagógico, pero es una cuestión simplemente de conciencia, porque efectivamente ocurre.
Desde el departamento de comunicación de Oxfam Intermón comentamos la diferencia entre otros mercados y el español y me cuentan en qué punto está la implantación de este tipo de tiendas en España, tiendas que se autoabastecen a través de donaciones de particulares o de empresas que entregan remanentes que por distintas circunstancias no llegan a destino.
En nuestro país el proyecto comenzó hace sólo 4 años, en agosto de 2013 y actualmente dispone ya de 9 tiendas abiertas entre Madrid, Barcelona, Valencia y Elche, además de las 33 de comercio justo. En estas últimas, sin embargo, el enfoque es distinto y lo que se vende se utiliza para comprar a grupos productores de Estados frágiles y fomentar la economía local.
En otros países la segunda oportunidad es un referente con más de 50 años de historia. Tenemos Reino Unido, Bélgica o Alemania. En Irlanda personalmente he comprobado, haciendo caja, cómo a final de cada día se pueden alcanzan ingresos de entre 300€ y 700€ en virtud de la venta de productos de entre 3€ y 15€, ingresos que se destinan básicamente a cubrir los gastos de la tienda, los salarios del mánager y cuyo sobrante termina como soporte de la organización y de los proyectos que desarrolla. Así que lo que haces llega, sirve, cambia cosas y cuenta.
Hay a quien estas prendas les sugiere algo así como llevar ropa con historia. Hay a quien le gusta y a quien no, pero lo cierto es que no tantos la conocen. “No sé por qué se fue, no se por qué pasó, pero un poco con amor y otro poco de verdad, hicimos amistad y ahora es mía”. Eso es lo que pasa cuando adquieres algo y vuelves a utilizarlo para ti; así lo diría Silvio Rodríguez cantando a su Unicornio Azul.
Yo sólo puedo decir que es verdad y que funciona.