Hygge es el término de moda, aunque nuestros vecinos daneses llevan utilizándolo más de dos siglos. A decir verdad no han descubierto América, pero han logrado poner un nombre a ese sentimiento que viene de la mezcla de “estoy tan a gustito”, “disfrutando de los pequeños placeres” y “me doy un caprichito”. En definitiva, una optimista filosofía de vida que todos en algún momento hemos recetado, pero a la que ahora ya puedes poner nombre.
Lo cierto es que no existe una traducción exacta al término que se pronuncia “juga”, aunque se suele traducir como “acogedor” o “bienestar”. La palabra surgió de un término noruego similar y se escribió en danés por vez primera en el siglo XIX. A día de hoy es una de las piezas claves de su cultura, es el secreto de su admirable felicidad. Y es que según un informe anual que la ONU lleva haciendo desde 2012, Dinamarca es el país más feliz del mundo. Aunque habría que debatir cuanto tiene esto que ver con su escandinavo Estado del Bienestar.
No solo en invierno
Si bien se identifica con el invierto, con Dinamarca y con disfrutar del hogar, hygge es más bien una actitud o un estilo de vida, es buscar el lugar más acogedor de la casa, pasar tiempo con los que queremos y dejar de lado las obligaciones. Este “modelo de felicidad danés” ya ha sido exportado a otras partes del mundo y se trata de una manera de vivir y de sentirse bien que no tiene que ver con el clima, aunque de alguna manera parta de él. La idea es sentirse como en casa en el lugar que nos encontremos.
La receta del hygge perfecto incluye ingredientes como la unión, la gratitud, la relajación y el disfrute de los placeres simples de la vida. Aunque a mí la definición que más me gusta es la de la escritora, Helen Russell que afirma que con hygge se trata de ser buenos con nosotros mismos, de no negarnos “los gustos”, de no castigarnos, de buscar esos momentos de felicidad. ¿Cómo? Una caña al solecito, una cena con lucecitas cálidas, una barbacoa en verano, un chocolate calentito en invierno, hacer una receta que te gusta, rodearte de aquellas personas con las que te sientas a gusto y ser consciente del deleite.
No dudes en buscar esos momentos agradables que te arrancan una sonrisa y te hacen disfrutar de esa sensación de paz y tranquilidad. Algunos consejos: reduce lo material, despójate de las preocupaciones, crea un ambiente cálido y acogedor, cuida a los que quieres y vive sin prisa.
No obstante, hay tantos gestos hygge como personas en el mundo. De ahí que el término sea tan complicado de describir: resulta muy abstracto. Y es que el hygge hay que sentirlo, no basta con describirlo.