La palabra “procrastinar” proviene del latín pro (que significa ‘adelante’) y crastinus (‘mañana’ o ‘futuro’). Procrastinar, entonces, es postergar lo que debemos hacer hoy para mañana o para algún momento indefinido en el futuro.
Todos tenemos nuestras obligaciones diarias. Algunas son rutinarias, como levantarse a una hora específica para cumplir con nuestros deberes. Otras son opcionales, como salir con amigos, ir al cine o al gimnasio. Con frecuencia, tenemos tantas cosas por hacer que posponemos algunas para más adelante.
Esto es comprensible, ya que el día solo tiene 24 horas. Si dedicamos 8 horas al sueño y trabajamos un promedio de otras 8, nos quedan 8 horas para pasar tiempo con Dios, en familia, estudiar o disfrutar de algún pasatiempo.
Cuando las responsabilidades se acumulan, es natural que las tareas menos urgentes se dejen para otro día. Sin embargo, la procrastinación no es simplemente posponer, sino empujar nuestras responsabilidades hacia adelante sin un plan claro.
Hay tareas que la mayoría de nosotros preferiría evitar (como limpiar, hacer las compras, pagar impuestos u organizar nuestro espacio de trabajo), y por eso las posponemos. Sin embargo, cuando nos encontramos sin víveres en casa, recordamos todas esas veces que decidimos dejar para después lo que debíamos haber hecho en su momento.
El truco está en que, en latín, crastinus se refiere a ‘mañana’ o ‘futuro’ sin especificar una fecha. Así, el presente es ahora solo hasta que se convierte en pasado, y el mañana es futuro hasta que llega. Por eso, el procrastinador parece tan hábil: no fija fechas, solo dice “lo hago después” o “mañana lo termino”.
El problema es que procrastinar puede darnos una sensación de satisfacción temporal, como cuando compramos con tarjeta de crédito: parece que multiplicamos nuestros recursos, pero luego llega la cuenta y nos damos cuenta de que las tareas se acumulan, los resultados no llegan y la presión aumenta. La ansiedad, la angustia y el miedo reemplazan a esa confianza inicial.
En mi experiencia, dejar de procrastinar fue posible al romper con ciertas rutinas. ¿Tienes videojuegos en tu lugar de trabajo o estudio? Quítalos de ahí. ¿Te distraes con el celular? Elimina aplicaciones no esenciales, ponles un límite de uso, bloquéalo y haz que sea difícil desbloquearlo. ¿Te gusta ver películas en streaming? Cancela alguna suscripción por mes hasta que te acostumbres a la nueva rutina.
Otra estrategia que me ha funcionado es dividir cada tarea en pequeños pasos. ¿Tienes que contactar a 100 clientes? El procrastinador en tu mente dirá: “No te preocupes, llama mañana. Nadie notará si hoy contactas a 20 o no. Mañana y pasado harás 30 por día y compensarás. Te mereces un día de descanso”.
No le prestes atención, porque es un camino sin retorno. Siempre habrá algo más entretenido que hacer, porque lo que hacemos por placer es más divertido que lo que hacemos por obligación. Recuerdo que, cuando fumaba, “Voy por un cigarrillo” era mi excusa preferida para evitar mis tareas, justificar mis demoras y posponer automáticamente lo que debía hacer hoy.
Quiero decirte que no estás solo. La procrastinación es un problema del que se habla poco, pero que afecta a una gran parte de la población, especialmente a aquellos que hemos acostumbrado a nuestro cerebro a recibir estímulos de dopamina a través de juegos, videos o redes sociales en nuestros dispositivos.
Existen distintos tipos de procrastinación: por distracción, por miedo o duda, por baja tolerancia a la frustración, o simplemente para evitar tareas desagradables o responsabilidades que no nos gustan. Las soluciones varían según el tipo, ya que evitar distracciones no eliminará los miedos, y hacer una tarea más atractiva no aumentará nuestra tolerancia a la frustración. Sin embargo, la mente juega un papel fundamental en todos los casos.
La procrastinación se puede vencer con decisión, voluntad y una firme convicción de no dejar para después lo que tienes que hacer ahora mismo. Divide tus tareas en pequeñas unidades medibles y cuantificables, que te permitan ver que lo que tenías que hacer no era tan difícil, que no era tan duro, y que siempre tuviste la capacidad de hacerlo.
“El largo camino se empieza con un primer paso”. El procrastinador encuentra difícil empezar, pero también se le hace complicado detenerse una vez que ha comenzado. Así que ponte como objetivo una lista de seis pequeñas tareas para el día. Cuando termines la primera, pasa a la siguiente. De este modo irás conquistando cada día, logrando más y más en tu semana, mes y año.
En resumen, la procrastinación es una tendencia común en muchas personas, causada por diversos factores. Es recomendable contar con alguien que nos apoye y nos motive a continuar sin rendirnos, como en cualquier tratamiento para una adicción.