Hoy nos parece casi un lugar común la celebración del “Día de la mujer”. Sin embargo, nada más necesario y actual – alejado del eco marketiniano de “San Valentines” u otros “días de” con un tufillo bastante mercantilista. La actualidad lo demanda.
La ONU declaró 1975 como el Año de la Mujer, y, desde entonces, hemos podido asistir a un impulso positivo para dar una mayor visibilidad a la figura de la mujer en todos los ámbitos, logrando cambios sin precedentes aunque los “grandes cambios” se hagan esperar. Sin embargo, la historia es larga, y la del sexo femenino en el planeta está llena de éxito, pero siempre discreto, entre bambalinas.
Es una historia de negación y miedo ante el poder durante demasiado tiempo. El camino por andar es largo, los reveses imprevisibles y siempre debemos tener en cuenta quienes somos, de dónde venimos. Es una historia de resistencia. Más aún en tiempos inciertos.
Cuando se habla de grandes mujeres que han sido un ejemplo y dejado huella en la Historia, se suele citar a grandes autoras como Virginia Woolf, políticas como Rosa Luxemburgo o Margaret Thatcher, pero no en otros ámbitos como la ciencia o la tecnología. Si dijéramos que toda una gran actriz del Hollywood dorado como Hedy Lamarr fue ingeniera y precursora del sistema de radiofrecuencia que daría lugar a nuestro indispensable y amado wi- fi actual, ¿alguien se lo creería? Pues es cierto.
Anécdotas como esta ilustran a la perfección la necesidad de la celebración del 8 de marzo. Hace casi un año analicé en este artículo el origen del feminismo y los desafíos a los que nos enfrentamos hoy en día. Más allá de cifras terribles de muertes, mutilaciones, violencia, abusos, está la sempiterna posición de debilidad frente al poder establecido.
Porque nunca tendrás el suficiente talento, porque estás atada por lazos biológicos a otra realidad que te aparta de dejar una huella en la sociedad más allá de tener descendencia. Porque aunque parezca un sinsentido en la era de la transparencia, seguimos cobrando menos en un mismo trabajo que un hombre. Porque nos siguen considerando, como dice un proverbio hindú “saliva en la arena”. Es decir, sin valor propio en caso de que no tengamos un hombre al lado.
Sin embargo, la realidad siempre sorprende y te hace descubrir que en 1918, prácticamente en los albores del movimiento feminista, hubo un hombre – sí, han leído bien, un hombre – que ironizó con este rol. Y nos dejó una obra maestra. Así que, celebrando a la mujer, quiero dar un homenaje hoy a este gran hombre.
Herbert George Jenkins nació en 1876 y fue un periodista, escritor y editor de gran éxito – tuvo su propia firma editorial y publicó toda la obra de grandes autores como P.G. Wodehouse. Tenía una fina intuición para captar los gustos cambiantes del público y grandes dotes como relaciones públicas. Y, de toda su obra, sobresale un libro: Patricia Brent, solterona.
Es una historia cuya protagonista es una joven brillante, responsable, muy buena profesional – mucho más capacitada que su jefe, un político que sólo busca trepar en la escala social – que se siente vigilada por sus vecinos. Ellos no logran entender por qué está sola. Así, para escapar de la supervisión del “Gran Hermano” se inventa una pareja. Y gana. Gana el respeto social y el amor. Todo sin dejar de ser ella misma. Única y original sin seguir el dictado de la sociedad mientras el mundo cambia para siempre en plena 1ª Guerra Mundial.
Quizá pueda parecer una historia ligera con un final convencional, pero el mensaje y la disyuntiva que plantea son actuales. La mujer de hoy tiene más difícil acceder a la independencia por lo precario de la situación del mercado laboral y se nos sigue juzgando por la posición y el poder que tenga nuestra pareja, como si no tuviéramos nada que ofrecer a la sociedad por nosotras mismas. Y ahí está la ironía.
Puede que aún nuestra voz quizá no se escuche muy alto, pero cada vez se escucha más. La cultura y la educación seguirán siendo la clave que nos conduzca a liderar como merecemos. Porque el siglo XXI será el siglo de las mujeres. Luchemos por ello con orgullo y dignidad. También junto con los hombres que, como Herbert George Jenkins, saben apreciar el verdadero valor de las mujeres para construir entre todos una sociedad más libre, respetuosa e igualitaria. Porque, a pesar de la incertidumbre, se puede construir un mundo mejor si todos trabajamos juntos.