Si, como servidora, ustedes tampoco ven claro que el problema político en España se haya solucionado con la abstención del PSOE, ¡bienvenidos al club de los incrédulos!
Que los socialistas hayan facilitado el Gobierno del Partido Popular no garantiza, a primera vista, que la gobernabilidad vaya a brillar por su abundancia. Se diría que más bien por su ausencia. ¿Podrá sacar adelante Mariano Rajoy una legislatura en minoría, con la oposición probablemente más dura que se haya conocido en treinta años, y un PSOE con revueltas internas y varias federaciones en contra de la abstención?
Quedan pendientes la reforma de la Educación y otras cuestiones importantes que requieren, como siempre lo han hecho, de un gran consenso político. Un consenso que no está ahora más cercano que hace un mes. Rajoy será el presidente que gobierne con menos apoyo parlamentario en la historia de la democracia reciente en España: 137 de 350 diputados. Las negociaciones de cada una de las iniciativas políticas y leyes se presentan arduas. No le bastará con Ciudadanos y Colación Canaria, partidos con los que firmó unas medidas de investidura recientemente.
Necesitará, al menos, de un grupo parlamentario más. Y los nacionalistas, antaño los grandes apoyos del bipartidismo, ya no están por la labor.
Todo esto hace pensar que las terceras elecciones podrían estar al caer. A parte de los presupuestos generales del Estado, que deben aprobarse sí o sí para evitar sanciones de la Unión Europea -y que nos sigan tirando de las orejas como a un alumno despistado y desorganizado-, poco más podrá hacer el PP. Con la coalición de Podemos/IU delante, un PSOE que intentará ganar en la oposición lo que ha perdido intentado gobernar a toda costa, los nacionalistas poco dados a ayudar en estos momentos de flaqueza del Gobierno central y los casos de corrupción ya en los juzgados, es de prever que el Gobierno se vuelva ingobernable.
“No guardes el sobre, que en seis meses votamos”, me decía días atrás un amigo muy de centro, ex votante socialista y ahora desencantado de la vida. No me pareció una frase desencaminada, es más, me dio por reflexionar y me tuvo toda la noche cavilando.
Porque, bien pensado, ¿qué arrojarían de nuevo unas elecciones, después de tres intentonas de gobernar, con las mismas caras, los mismos partidos y las mismas papeletas? ¿Seguirían los mismos candidatos? ¿Tendrían el valor de volver a presentarse? ¿Nos castigaría de una vez por todas la UE por ponerle la clase patas arriba?
Con una mayoría del Congreso en contra, Mariano Rajoy tiene la inmensa tarea de llevarse bien con todo el mundo. Que los demás se lleven bien con él, eso es otra cosa...