Un país que desde la inhumana era colonial belga hasta las últimas ofensivas del M23 (apoyados por Ruanda), el Congo es una terrorífica colección de crímenes contra la humanidad, genocidios y violaciones a los derechos humanos.
Cruzados por procesos históricos como el imperialismo europeo, la descolonización, la guerra fría, la Unipolaridad Estadounidense y la guerra contra el terrorismo, los distintos grupos de poder involucrados en la RDC han cometido masacres, violaciones, desmembramientos y otros crímenes que, en su mayoría, quedan impunes.
La complejidad de los conflictos políticos, económicos, históricos y sociales de la República Democrática del Congo (RDC) vuelven a este país uno de los mayores desafíos para la lucha, defensa y propagación de los Derechos Humanos (DH) en el mundo.
Revisar cada uno de estos retos, por más urgentes que sean, supera los límites de este ensayo. Sin embargo, la RDC es uno de los mejores ejemplos de los efectos que tiene un tipo de guerra que ha tomado relevancia desde la Guerra Fría: las guerras subsidiarias, o proxies.
Cualquier análisis de la situación en la RDC, pasada y presente, debe tomar en cuenta su riqueza en materia prima.
La RDC ha sido históricamente rica en recursos naturales.
Durante el dominio de Leopoldo II a finales del siglo XIX y principios del XX, la explotación del caucho fue central, conseguida mediante prácticas laborales forzadas que resultaron en graves abusos y pérdidas humanas.
Posteriormente, la RDC se destacó por sus vastas reservas de oro y diamantes. En 2023, el país representó el 18 por ciento de la producción mundial de diamantes, superando a Botswana, que aportó el 17 por ciento.
En la actualidad, la RDC es esencial en la producción de minerales críticos para dispositivos electrónicos como teléfonos móviles y computadoras. Posee aproximadamente el 54,55 por ciento de las reservas mundiales de cobalto, con alrededor de 6 millones de toneladas métricas de un total global de 11 millones.
Además, el país es una fuente significativa de coltán, mineral del cual se extrae tantalio, fundamental para la fabricación de componentes electrónicos.
Contraintuitivamente, la riqueza material no ha significado la formación de un Estado fuerte con bienestar, libertad y protección de los derechos fundamentales de su población.
Llevando al extremo la Paradoja de la Abundancia, que dice que la gran disponibilidad de un recurso genera efectos negativos en lugar de beneficios para un país, la riqueza material ha sido una de las principales causas de las tragedias congoleñas.
La búsqueda de su explotación por parte de un sinfín de interesados (domésticos y, sobre todo, extranjeros) es el motor de la violencia en el Congo.
Guerras subsidiarias
Las guerras subsidiarias se definen como guerras civiles que son usadas por potencias externas como un sustituto para sus disputas más amplias.
Son conflictos en los que potencias externas apoyan a bandos opuestos indirectamente, en lugar de enfrentarse directamente, usando intermediarios para defender sus intereses geopolíticos. Son guerras en las que se internacionaliza un conflicto local.
Si bien se tiene registro del uso de este tipo de conflictos por el Imperio Romano de Oriente (Bizantino) contra sus enemigos del Este, estos han tenido su apogeo post Segunda Guerra Mundial. Previo a ella, las potencias globales preferían lidiar sus conflictos de modo directo, sin intermediarios.
Pero la Segunda Guerra Mundial cambió todo: mostró que el nivel de destrucción de un conflicto entre potencias industrializadas y el surgimiento de las armas nucleares volvieron los conflictos directos inviables.
Así que la Guerra Fría marcó un incremento exponencial en las guerras subsidiaria por parte de las grandes potencias: Estados Unidos y la Unión Soviética.
La certeza de mutuo exterminio obligó a los enemigos a no enfrentarse frente a frente, sino por medio de sus proxies.
Ejemplos son la guerra de Corea (1950-1953), la guerra de Vietnam (1955-1975), la guerra Civil de Angola (1975-2003) y la guerra de Afganistán (1979-1989).
El fin de la Guerra Fría hizo que otras naciones recurrieran a este tipo de guerras para defender sus intereses geopolíticos. Por ejemplo, Irán, Arabia Saudita, Ruanda, Sudáfrica, Marruecos, Rusia, Francia y Reino Unido.
En una guerra proxy encontramos dos grupos: los proxies, o beligerantes, y los patrons, que son quienes financian y prestan apoyo militar y de inteligencia.
Al mismo tiempo, este es un tipo de guerra más barata, pues es más económico mantener este tipo de milicias y grupo rebeldes.
Las guerras subsidiarias son especialmente violentas y el contexto ideal para la violación de los derechos humanos de las poblaciones civiles.
Para los patrons, existen todos los incentivos para exigir o permitir prácticas más violentas e inhumanas, y para los proxies existen los incentivos para no cuidar el comportamiento de sus miembros o promover las prácticas inhumanas.
Para un patron, este tipo de guerras son ideales: pueden fácilmente negar su participación, no les generan bajas y otros pagan las cuentas.
Por eso, este tipo de guerras son más letales, mortíferas y con violaciones a los derechos humanos, poco respeto a las víctimas y hacen mucho más difícil llegar a acuerdos de paz, haciendo estos conflictos más largos y con un sinfín de intereses encontrados.
El mejor ejemplo de esta desgracia es la Guerra Civil Siria que inició en el 2011 y al día de hoy, incluso después de la derrota de Bashar al-Ásad, no ha finalizado. Además, en ella juegan los intereses de Estados Unidos, Rusia, Israel, Arabia Saudita, Irán y Turquía entre otros.
Historia del Congo
La historia de la cuenca del Río Congo es tan antigua como la humanidad misma.
Para los intereses de este análisis, partiremos desde la colonización europea a manos de los belgas, comandados por el Rey Leopoldo II.
Leopoldo II financió una serie de exploraciones al rio Congo y su mapeo fue el motivo por el cual, en 1870, la infame Conferencia de Berlín asignó el actual territorio de la RDC como dominio personal del rey de los belgas.
Primero a través de la Asociación Internacional Africana (Association Internationale Africaine, AIA), empresa comercializadora de caucho que tomo control del territorio, después con la formación del Estado Libre del Congo (ELC) para eventualmente ceder el ELC a Bélgica como colonia y formar el Congo Belga.
El dominio belga y de Leopoldo II se reconoce como una de las peores experiencias imperialistas de la historia moderna: la mutilación de congoleños, el trabajo esclavo, la tortura, el trabajo infantil y el secuestro de familias para ser exhibidas en los zoológicos humanos de Europa (especialmente en Bruselas) son parte de la lista de crímenes de lesa humanidad cometidos por las fuerzas colonizadoras.
Uno de los factores más importantes de la presencia belga fue la distinción entre Hutus y Tutsis (una construcción étnica impuesta por los europeos con casi nula referencia a factores africanos) y la asignación de poder a los Tutsis por encima de los Hutus.
El final de la Segunda Guerra Mundial transformó la historia del Congo en el marco de dos tendencias históricas muy relevantes: la descolonización de África y la Guerra Fría.
El conflicto armado había dejado en crisis política y económica a las naciones europeas, incluso a las victoriosas.
En ese estado, las naciones europeas no tenían los recursos ni intereses para mantener sus imperios coloniales, por lo que tuvieron que dejar ir sus imperios.
Al mismo tiempo, el mundo quedó dividido en las zonas de influencia de las dos nuevas potencias: EUA y la URSS, y las nuevas naciones debían elegir bando.
En ese contexto, el Congo obtiene su independencia en 1960, con el Nacionalista Patrice Lumumba como primer presidente. Sus políticas en favor de los congoleños y su acercamiento a la URSS provocaron que, un año después, sufriera un golpe de estado por parte de las fuerzas armadas, bajo el apoyo de la CIA.
El poder terminó en manos de Joseph-Désiré Mobutu, autodenominado Mobutu Sese Seko Nkuku Ngbendu wa Za Banga, un militar y político congoleño que ha sido descrito como el arquetipo del dictador africano, conocido por la cleptocracia que llegó a establecer en aquella nación, con apoyo extranjero.
Mobutu dirigió el país bajo una dura dictadura basada en la mano dura y la corrupción. Cambió el nombre del país a Zaire y formó lo que podría ser descrita como una dictadura capitalista.
Mientras duró la Guerra Fría, Mobutu tuvo el favor de los Estados Unidos, quienes lo mantuvieron en el poder. Pero cuando la URSS fue derrotada, la potencia americana perdió todo el interés en sus Estados aliados en África y Mobutu se vio sin apoyo.
El abandono de África por parte de las potencias Occidentales conllevó al final de la dictadura de Mobutu. El hecho que precipitó su derrocamiento se dio en la vecina Ruanda.
Al igual que Congo-Zaire, Ruanda también fue una ex colonia de Bélgica. En Ruanda convivan las etnias Hutus y Tutsis, siendo los primeros más numerosos, pero no los primeros en las posiciones de poder político y económico.
Entre abril a julio de 1994 se llevó acabo el Genocidio de Ruanda, una de las masacres más brutales del siglo XX, donde fueron asesinadas entre 800000 y 1000000 de personas de la etnia tutsi a manos de extremistas hutus.
La brutalidad no tuvo límite. Muchas de las víctimas cayeron a machetazos en las calles, a manos de vecinos o miembros de su comunidad. Los Interahamwe (milicias hutus) y el gobierno organizaron asesinatos masivos con machetes, rifles y otras armas. Se establecieron listas de exterminio y se montaron puestos de control para identificar y asesinar tutsis.
Por su parte, las Naciones Unidas tenían tropas en Ruanda, pero no intervinieron debido a la falta de mandato claro.
El final del genocidio se dio cuando el Frente Patriótico Ruandés (FPR), liderado por Paul Kagame (tutsi), tomó el control del país en julio de 1994.
Paul Kagame eventualmente asumió el poder y sigue gobernando Ruanda hasta hoy. La victoria del FPR, de mayoría tutsi, llevó a miles de hutus a refugiarse en la vecina Zaire, algunos por terror a las represalias tutsi, otros por ser responsables y perpetradores del genocidio ruandés.
Hutus inocentes, culpables y extremistas mezclados tomaron refugio en Zaire, al amparo del dictador Mobutu.
Ruanda y Uganda exigieron a Mobutu y la ONU garantías contra los extremistas hutus en Zaire, o tomarían el tema en sus manos. Ante la negativa de la ONU y Mobutu, en 1996, Uganda y Ruanda invaden Zaire y se alían con la Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo-Zaire (AFDC) del líder opositor Laurent-Désiré Kabila, iniciando así la Primera Guerra del Congo.
Lo que en los papeles era una guerra preventiva y un combate contra una dictadura, se convirtió en una cacería de hutus.
Las fuerzas de AFDC, apoyadas por ruandeses y ugandeses, bombardean ciudades y campos de refugiados. 200000 refugiados huyen hacia el oeste de Zaire, hacia los bosques, huyendo de las tropas de Ruanda bajo comandantes congoleses.
Kabila permite las masacres a manos de Ruanda y Uganda para mantener su apoyo militar.
Uno de los principales criminales es James Kabarebe, general y líder rebelde tutsi.
Uno de los peores crímenes es la masacre de Mbandaka, ciudad a las orillas del Rio Congo y frontera con la República del Congo-Brazzaville.
Una columna de hutus refugiados llega a la ciudad con la intensión de cruzar hacia Congo-Brazzaville. Esa columna es atacada en la carretera y es masacrada en los barcos que iban a usar para cruzar el rio, a manos de fuerzas ruandesas.
El 17 de mayo de 1997, la AFCD toma la capital de RDC, Kinshasa.
Mobutu huye a Marruecos, Kabila se proclama presidente, cambia el nombre del país a República Democrática del Congo y nombra al criminal de guerra James Kabarebe como Jefe de Estado Mayor del ejército de la RDC.
Las Naciones Unidad intentan llevar a cabo investigaciones de las masacres, pero Kabila no lo permite.
En la RDC, la población desconfía de las fuerzas invasoras de Ruanda y Uganda.
Kabila intenta librarse de la tutela de sus antiguos aliados, por lo que en 1998 pide a los soldados de estas naciones que abandonen la RDC en un máximo de 48 horas. Dos días después de cumplido el plazo, Ruanda vuelva a invadir al Congo, iniciando así la segunda Guerra del Congo.
Las fuerzas ruandesas forman alianzas con fuerzas congoleñas rebeldes y opositores a Kabila.
En el este de la RDC se formó un mosaico de milicias y movimientos rebeldes, algunos en favor del gobierno, otros de los invasores, otros en favor de otras reclamaciones, todos ellos con apoyo económico, militar y de inteligencia del extranjero.
Distintas naciones africanas ingresan al conflicto. Las naciones aliadas a la República Democrática del Congo fueron Angola, Chad, Namibia, Zimbabue, Sudan y Libia, mientras que dentro de las fuerzas invasoras están Ruanda, Uganda y Burundi.
Todas estas naciones buscan hacerse del dominio de partes del territorio congoleño y, con ello, poder saquear sus ricos recursos materiales como diamantes, oro, costan, cobre, cobalto y uranio.
Las masacres y violaciones como armas de guerra, y los abusos contra los Derechos Humanos son la norma en la segunda Guerra del Congo por parte de todas las fuerzas beligerantes.
La impunidad es total, e incluso pareciera que para subir en la estructura militar es necesario matar miles de personas.
La ciudad de Kisangani, la segunda más grande del este del Congo, vive la Guerra de los seis días, donde fuerzas pro Uganda y pro Ruanda se enfrentan por el control del tráfico de diamantes.
El Congo es saqueado por sus recursos, ante la inactividad de las naciones occidentales.
El parlamento Europeo, apenas por tres votos, pasa una ley que obliga a las empresas a verificar sus cadenas de suministro.
La guerra, las masacres y las violaciones continúan.
Se presentan levantamientos populares contra los ejércitos invasores, que reciben la respuesta violenta de escuadrones de la muerte.
Uno de los principales Señores de la Guerra y responsable de estas matanzas es Loran Nkunda, congoleño, tutsi y confidente del presidente de Ruanda.
En la región de Ituri, antiguos conflictos étnicos, en el marco de la presencia de tropas de Uganda, se viven ataques a civiles, saqueos, amputaciones de miembros, decapitaciones y canibalismo.
El 16 de enero del 2001, en Kinshasa, Kabila es asesinado por uno de sus guardias. El hijo de Kabila, Joseph Kabila asume la presidencia.
Jean Pierre Bemba (oligarca), líder del Movimiento para la Liberación del Congo, presiona al nuevo presidente Josep Kabila a negociar la paz.
El 16 de diciembre de 2002 se logran los Acuerdos de Paz del Acuerdo de Pretoria, donde se establece:
La retirada de tropas extranjeras.
El desarme de milicias hutus.
El despliegue de la Misión de las Naciones Unidas en República Democrática del Congo (MONUC).
La incorporación de líderes rebeldes al gobierno de Kabila.
El nuevo gobierno congoleño se enfoca en ocultar los crímenes y violaciones de los Derechos Humanos a manos de las fuerzas que forman su gobierno. Lo mismo hacen Ruanda y Uganda.
La impunidad es la norma ante los crímenes de todos los bandos en la Segunda Guerra del Congo. Todas las fuerzas involucradas cometieron masacres, infanticidios, violaciones y muchos otros crímenes.
Hay intentos por llevar a los responsables ante la justicia, como el Tribunal de Bukavu (juicio simbólico) y llevar a cabo investigaciones que resulten con listas de criminales, para llevarlos al tribunal Internacional de Ginebra.
Son muy pocos los éxitos concretos, y se mantiene la impunidad.
Los juicios llevados a cabo por las autoridades de la RDC son esporádicos y poco eficientes.
En 2006, el líder rebelde Jadeo Kingu es detenido por las fuerzas de la ONU y es llevado a juicio por canibalismo y crímenes contra la humanidad.
En el 2009, Kingu es condenado a muerte, pero logra escapar a la selva, donde vuelve a formar sus fuerzas rebeldes y regresa a cometer los mismos crímenes.
En el 2016 se entrega libremente a las fuerzas nacionales y es condenado a arresto domiciliario en un barrio residencial de la capital.
La presencia de la ONU fue muy cuestionada, sobre todo después de no evitar la masacre de Bungakiri, donde una comunidad hutu es atacada por tutsis ruandeses bajo el pretexto de atacar a ex genocidas. La masacre se lleva a cabo a apenas 800 metros del campamento de MONUSCO.
La paz en la RDC es absolutamente imperfecta.
Por ejemplo, en 2016, en la región de Kasai, surgen movimientos tradicionales que se rebelan al poder central de Kinshasa.
Esta es una revuelta con un fuerte contenido ritualista y religioso, donde los elementos espirituales son clave entre los rebeldes.
El gobierno de Kbila ataca a los rebeldes de Kasai, llamándolos “terroristas”. Al día de hoy se han encontrado 89 fosas comunes de este conflicto, con cinco o diez mil víctimas civiles y un millón de desplazados.
La violencia a manos de las fuerzas gubernamentales, el sinfín de movimientos rebeldes y la presencia de fuerzas extranjeras siguió siendo la norma en la RDC.
En este 2025, el movimiento rebelde M25, con el apoyo de Ruanda, reinició hostilidades y logra tomar la Ciudad de Goma, con dos millones de habitantes.
M23 dice proteger a los tutsis de la discriminación que viven en la RDC y atacar a los grupos de hutus extremistas. Sin embargo, en la práctica, son el brazo armado de Ruanda, que le permite a este tener control sobre los recursos de oro, cobalto y coltan.
Ruanda es una nación en crecimiento económico, y al mes exporta 800000 dólares en materias primas hacia las naciones occidentales para la industria de tecnología digital.
Ruanda y el M23 han creado estructuras administrativas paralelas que son útiles para la industria del hardware y software.
Esta nueva ola de violencia ha generado desplazamientos y nuevos ataques sexuales a niñas y mujeres como nunca se había visto.