No eran ilusiones vagas en un mundo onírico, eran parte de una realidad que intentaba mantener alejada y retornaba indomable. Quizás estaría recordándome. Quizás podía palpar aquellos momentos en que la miraba guardando silencio mientras acariciaba su rostro, jugaba en su pelo o la besaba suave cuando el pensamiento de despertar y perderla para siempre se hacía presente. Quizás era una tontería, pero esa espina despertaba miedos que intentaba disipar con un abrazo o haciéndole el amor descontrolado como si fuera la última vez que podría expresarle de forma banal lo que sentía. Las ganas de su compañía nunca desaparecían. Pertenecíamos a fronteras que se encargaban de acentuar la distancia en las diferencias. Nunca dejaba de imaginar que llegaría a casa y la encontraría. De preparar la cena mientras ella continuaba obsesionada por terminar trabajo pendiente, interrumpirla o que me interrumpa tomando la iniciativa y darnos el permiso de olvidarnos de todo y ser solo lo que quisiéramos ser entre nosotros.
Era seguro que me recordaba, que se preguntaba como estaba, que estaría haciendo o con quien andaría, engañándose en la idea de que la había olvidado como intentaba hacerlo cada día sin conseguirlo. Si no fuera así, el olor de su piel o el tacto de sus labios no se invocarían sin sentido en cada sueño, queriendo volver a dormir para mantenerme en esa realidad que deseaba tanto como la deseaba. Quizás solo fuera mi deseo trasladado. Quizás su ser ya había sido enredado por otras manos diferentes, más a fines con sus propios deseos. Quizás, solo quizás, aquel corazón con el que se batía a duelo incansablemente volvió a ser encadenado, enjaulado y arrojado a lo más hondo del abismo que había construido en un lugar especial y en el que tiraba todo aquello que no se permitía, volviéndola un ente insensible aunque así no lo quisiera verdaderamente. Explorando su abismo, había encontrado una habitación tan pequeña y fría que no cabía una persona, solo fragmentos de sus reliquias que debían ser, para ella, escondidos hasta de sí misma. Quizás se arrepentía de haberlas compartido alguna vez con alguien más, quizás solo conmigo.
No creía que hubiera un punto intermedio. Debía de ser algo o no ser nada, pero debía definirse. Quería dejar de irme por la tangente, encontrar una guía en el camino pero solo había un horizonte sin ninguna pista para seguir. Solo encontraba señales que me inventaba en sueños bajo la excusa de que pensaba alguna vez en mí y retomaba aquel sueño que dejamos perdido en alguna parte. Su voz era un eco que se desvanecía más y más. Solo en fotografías podía perderme en su sonrisa o anhelar su mirada. Sus palabras ya no me rozaban. Mis pensamientos creaban sus pensamientos en la agonía de no tener noticias suyas. ¿Por qué retornaba a mí de forma tan real si ella no me invocaba realmente? ¿Cómo saberlo?. No podía saberlo. Estaba cansado de tantas dudas. Eran mis memorias las que creaban aquellas ilusiones, agua en el desierto que no me saciaba, necesitaba más, necesitaba algo, necesitaba… la necesitaba.
Cerré los ojos intentando retomar el sueño aun sabiendo que era eso, solo mí sueño.