Mighty, mighty red you rescued me.
Defender of our homes and liberty.
Bravery, humility, angry.
Mighty, mighty red you rescued me.
La película Angry Birds termina con esta bonita canción de los niños salvados por Red, el protagonista. Es un bonito tributo. O lo sería si minutos antes no se hubiese mostrado una estatua en la que el héroe de la película aparece arrodillado y lamentándose a los pies del águila obesa que carga con los huevos secuestrados. Resulta no solo irónico sino también trágico, porque al final del segundo acto la misma canción es rememorada por Mighty Eagle, el héroe popular de los pájaros. Una canción que debía ser popular antes de que los protagonistas nacieran y que ha caído en el olvido. La canción ha caído en el olvido, pero nuestros protagonistas siguen pensando que Mighty Eagle es un gran héroe, porque han crecido oyendo historias sobre sus legendarias hazañas, a la sombra de su majestuosa estatua. De lo que se deduce que, la gran hazaña de Red probablemente caerá en el olvido, el personaje distorsionado por el tiempo hasta que se le recuerde no cómo el héroe, sino como el quejica cobarde que lloraba a los pies del salvador.
El motivo por el cual los pájaros deciden venerar a Mighty Eagle en lugar de a Red no se debe únicamente a que Mighty Eagle es un héroe popular al que llevan adorando desde hace muchas generaciones, sino porque Red es un inadaptado social. En un mundo de pájaros alegres Red siempre está enfadado. En un mundo de amistad y cordialidad, Red es introvertido y solitario.
Red pertenece por lo tanto a ese porcentaje de inadaptados sociales convertidos en héroes.
Si el protagonista de la historia se diferencia de los demás en su forma de percibir el mundo, su forma de reaccionar o de pensar, lo más probable es que nos encontremos ante el héroe. Aquel que hará todo lo necesario para proteger a una comunidad que en el primer acto y medio le ha estado maltratando o excluyendo de un modo u otro.
En Angry Birds el cambio de paria a héroe está hecho con una dolorosa falta de elegancia, pero eso nos ayuda a ilustrar este punto. Los huevos de los pájaros han sido robados y todos los pájaros se han reunido en la playa de la que han partido los ladrones. Todos ellos se vuelven hacia Red al unísono pidiendo – exigiendo – que les ayude. Este súbito cambio de forma de pensar ocurre de un modo u otro en todas las historias en las que el paria se convierte en héroe.
El paria como héroe es un recurso ampliamente conocido que sirve para destacar las cualidades que le separan de los demás, aquellas que le hacen “especial” y digno de admiración. El motivo por el cual eran excluidos de la sociedad apunta a un error en la sociedad y en las narrativas más clásicas el acto heroico lleva a una utópica eliminación del estigma social – probablemente momentánea o parcial.
El paria solo puede ser un héroe si lo acompañamos desde el principio ya sea porque la historia está contada a través de sus ojos (como es el caso de Angry Birds, en el que seguimos a Red desde el principio) o si le conocemos a través de un personaje “espectador” – cuya existencia sirve para guiarnos durante la narrativa (como es el caso de Gwen en la serie Torchwood). Si nuestro paria no es presentado como personaje principal tiene una tendencia importante a convertirse en el villano (el caso de Scar en El Rey León) o en el relif cómico (la Señora de los Gatos en la serie Los Simpson). ¿A qué se debe esto?
Si acompañamos al paria desde el principio de su periplo recibimos mucha más información. Si le vemos maltratado por sus compañero de clase sentimos compasión; si aparece sólo y aislado podemos comprender su indignación y motivaciones. En cuanto consigue nuestra comprensión es difícil no ser el héroe por poco heroicas que sus acciones sean en realidad. Cuando consumimos historias los autores juegan con nuestras sensibilidades para ‘vender’ sus ideas, para que nosotros como espectadores nos pongamos en los zapatos del protagonista, nos identifiquemos con sus problemas, su forma de ver el mundo, sus miedos.
La serie Mr. Robot utiliza decenas de recursos bastante innovadores para que el espectador sienta lo que su protagonista siente, vea lo que éste ve, sufra lo que él sufre. Sus autores no se contentan con colocar al paria como protagonista, sino que rompen la cuarta pared constantemente, incluyendo al espectador – desde su posición de espectador – en la narrativa. El protagonista utiliza al espectador como diario/amigo invisible.
Si Mr Robot hubiese empezado siguiendo el periplo de otro personaje como por ejemplo el director de Alsafe donde trabaja Eliot y que se ve severa y negativamente afectada con las acciones de nuestro héroe, Eliot se convertiría automáticamente en el enemigo, el villano.
Si el autor de Mr Robot nos hubiese sentado sobre el hombro de Ángela Moss, la mejor amiga de Eliot, ella sería la heroína, su compasión y fuerza de carácter resaltada por la apatía de Eliot. Pero es Eliot – con todos sus defectos y virtudes quien nos lleva de la mano a través de sus diversos trastornos y, por lo tanto es quien queremos que ‘gane’. Nos identificamos con lo que tenemos delante hasta el punto que hay personajes que olvidamos hasta que vuelven a ser relevantes para nuestro personaje.
Pero ¿qué pasa después, cuando el héroe ya ha vencido todas las adversidades y salvado el mundo?
He comentado como aparentemente el tercer acto acaba en una nota positiva. El paria ha demostrado su valía prestando sus servicios a la comunidad y la historia acaba en una fiesta que celebra la inclusión del paria en el universo.
Esto es especialmente cierto en las películas dirigidas a un público infantil, pues es una narrativa que ayuda a resaltar las buenas cualidades que todo ser humano “debería” tener, que contrasta blanco con negro y borra los matices intermedios. Un claro ejemplo es Hércules (Disney).
Hércules es un paria porque es diferente a los humanos que lo crían y diferente a los dioses, no encaja en ningún lado, está sólo y se ríen de él. A lo largo de la película, Hércules se esfuerza y realiza tareas para la comunidad por la que siempre ha sido rechazado. Al final del tercer acto ha demostrado su “valía” y es aceptado por ambas comunidades.
Mas no todo puede ser tan sencillo. Cada vez con mayor asiduidad las narrativas adoptan matices. Los villanos no son tan crueles ni los héroes tan resplandecientes. Como se suele decir “un héroe sólo es tan bueno como su villano”, ya no nos contentamos con un villano bidimensional. En las narrativas tradicionales los villanos no son un cúmulo estereotípico de defectos (ira, codicia, envidia, etc.), “defectos” irreconciliables con las virtudes sociales. Y, si los villanos pueden tener un código moral, los héroes pueden tener defectos. ¿Qué pasa cuando este defecto es irreconciliable con la sociedad? La frágil utopía en la que el héroe es aceptado se rompe y nuestro héroe vuelve al punto de partida en el que su hazaña ha caído en el olvido y su estatus de paria vuelve a reinstaurarse. La historia la escriben los vencedores, pero la memoria histórica la moldea la sociedad.
Por eso Red recibe una canción y Mighty Eagle recibe la estatua, porque al final, las “cualidades” que separan a Red de sus conciudadanos siempre serán rechazadas por la sociedad.