Esta es la historia de una ciudad tranquila que dejaba de serlo una semana al año. Una pequeña capital que se convertía en epicentro mundial. Cientos de personas que esperaban frente a un reloj bien uniformados hasta que fueran las doce, la hora a la que comenzaba todo.
Menos de 200.000 habitantes que viven en 25 kilómetros cuadrados, rodeados de montañas y de tranquilidad a partes iguales. Un día, cuando ya ha empezado a hacer calor, todo cambia. Según lo pactado, propios y extraños madrugan, no hace falta hablar porque todos lo saben: ese día no existen otros colores que el blanco y el rojo y no existen otros sentimientos que la alegría y la emoción. Señores, han llegado los Sanfermines y han llegado para todos.
El 6 de julio a las 12 del mediodía da igual lo que ocurra, nada puede romper el ritual. Ese día, la pequeña Pamplona, convertida en una Torre de Babel de diferentes nacionalidades, hace lo que mejor se le da: convertirse en protagonista un año más.
Hermanamiento, diversión, emoción, ilusión. Son encierros y son toros, son calle y son ciudad. Son pañuelo en el cuello y faja en la cintura. Son trasnochar y son madrugar. Son encuentros y son nuevos conocidos. Son amores fugaces y promesas cumplidas.
Pamplona es ese niño que se comporta bien durante todo el año porque sabe que en julio podrá bailar en los porches de la Plaza del Castillo, podrá correr por Estafeta hasta la curva de Telefónica y podrá bailar junto a las peñas en Estafeta.
Si llegas a Pamplona en julio por primera vez, no podrás creer lo que ves. Que el extranjero que no se echó crema solar y que brilla rojo por el sol a juego con el vino de su camiseta comparte vestimenta con aquel anciano que contempla obnubilado el paso de la figura del santo en la procesión de San Fermín el día 7 y con el niño que observa embobado el baile de los gigantes en la plaza del Ayuntamiento al ritmo de los txistus. Y mientras, un año más, Pamplona se lo pasa en grande.
Esta es la historia de una ciudad pequeña que, durante nueve días, abre todos los informativos con sus majestuosas carreras donde los toros son protagonistas. Una ciudad pequeña que quintuplica su población y en la que todos los idiomas son escuchados. Una ciudad pequeña que aproxima a aquellos que están lejos. Una ciudad pequeña que, y ella lo sabe, nunca más podrás olvidar.