“Eres una de las historias de mi vida. Me refiero a eso que ocurre cuando dos personas se conocen, se reconocen y se fascinan la una a la otra viajando a través de si mismas, yendo y viviendo al encuentro de lo peor y lo mejor. Y creciendo a través“.
Quizás sea ese el viaje más importante de la vida, ese a través de nosotros, una historia de encuentro y desencuentro que nos descubre nuevas habitaciones en nuestro mundo interior.
Cuando una persona apuesta por iniciar un proceso de crecimiento personal experimenta algo parecido: enfrentamiento, descontrol, plenitud, incomodidad y al final claridad sobre lo que, teniéndolo frente a sí, nunca habría sido capaz de reconocer. Removemos la tierra y damos luz para dejar brotar la semilla que nos singulariza.
Da lo mismo si lo que anhelas es un avance en el terreno personal o profesional. A menudo los clientes preguntan qué tipo de Coaching hacemos. No es lo más relevante. Cuando de trabajar en nosotros mismos se trata, somos uno. Independientemente de dónde se decida poner el foco del proceso, el cambio profundo se experimenta no sólo cuantificando logros sino construyendo la persona en la que uno se convierte al perseguirlos. Es un camino de búsqueda de valores propios y de reconocimiento de la propia singularidad, sin moldes, opiniones ajenas ni juicios.
Un proceso de florecimiento basado en el respeto y en la creatividad.
Para quienes no lo conocen, es importante decir que el Coaching es una técnica extraordinaria y eficaz que no exige aplicar un único modelo. Pero tampoco hay que obviar otras técnicas. Existen más. La mayoría válidas siempre que se ofrezcan con rigor y respetando estándares de profesionalidad. Recordemos que un intangible no es magia negra ni charlatanería. Es solo un intangible. Por lo tanto, bienvenidas sean aquellas técnicas, acreditaciones y credenciales que los coaches profesionales integramos en nuestro trabajo y adaptamos a los distintos contextos, porque nos enriquecen y forman parte de nuestra formación y experiencia continuas.
En esa misma línea y con el objetivo de aportar cuerpo a la intangibilidad de la que hablo, este mes he querido expresar algunas de las paradas del camino que recorre un cliente cuando decide realizar una inversión de este calado.
En primer lugar, las personas que inician un proceso de Coaching comienzan una nueva relación: consigo mismos, con las cosas, con sus creencias y emociones, y con otra persona, que es su coach. Y lo hacen a través de un proceso comprometido donde el vínculo profesional y afectivo es una parte importante del proceso.
Todos ellos exploran por el sólo hecho de hacerlo, y lo hacen desde un lugar seguro que les ayuda a expresar su valentía. Observan y toman consciencia antes de elegir.
A través del Coaching descubren la oportunidad de mirar su vida al mismo tiempo desde dentro y desde fuera. Y aprenden a aprender. ¿Cómo? a través de la intención sana y positiva de encontrar conclusiones creativas a los avatares de la vida. Se lanzan a asumir su propio valor y a entender su dimensión, e integran al mismo tiempo su sombra, aquella que a menudo les domina, entristece o impide, pero que también les enseña. Si, también les enseña. Nos enseña.
Los clientes de Coaching trabajan por comprender que no pueden controlarlo todo y buscan su zona de impacto, allí donde sí pueden elegir, respetando otros mundos, vidas y decisiones que no les pertenecen.
En los procesos de Coaching se empieza a reconocer la importancia de la energía vital, aquella de la que se dispone para vivir con fuerza y talante, de forma que aprenden a escuchar la resonancia y la disonancia de las distintas experiencias que se expresan a través de las sensaciones del cuerpo.
Los clientes de Coaching se atreven a aprender a imaginar y a construir una imagen alcanzable, nítida e inspiradora de ellos mismos. A ser retados, provocados, reconocidos, espejados y celebrados. A superar la timidez de que alguien les mire sin reservas como un ser absolutamente capaz y suficiente, sin excusas. Algo que les impide arroparse en el no hacer por no poder.
Están dispuestos a las tratar las circunstancias sin etiquetarlas inmediatamente como problemas y empiezan a decidir, decidir más, bien o mal, pero deciden porque quieren ser protagonistas de sus vidas así como conscientes de cuándo se posicionan como víctimas de las circunstancias.
Todos ellos se preguntan qué están haciendo hoy para llegar al lugar que quieren ocupar mañana y si hoy están dónde quieren estar. Descubren que no se pueden anular las emociones, que nos sirven para crecer y, sobre todo, están dispuestos a enfrentar la vida desde la consciencia y probar lo que les funciona y lo que no. El sólo hecho de iniciar este camino de aprendizaje es un verdadero logro, llegue a donde llegue.
Va por todos aquellos valientes seres humanos que creen que las cosas pueden ser mejores, que pese a todo creen que en las personas está la posibilidad y que se comprometen con ello.