Recordar a Helmut Newton supone hablar de una de las leyendas de la fotografía del siglo XX. Para muchos el fotógrafo más importante de la historia, para otros un artista cuya obsesión por el desnudo femenino va más allá de la necesidad estética de la escena. Para los que más afinan, un virtuoso que supo volcar en sus fotografías sus fantasías fetichistas. Newton siempre supo cómo dejar de lado la indiferencia con sus obras y es por eso que nuevamente se ha convertido en el protagonista de una gran muestra, en La Casa dei Tre Oci de Venecia, que contará con 200 obras del berlinés y que estará abierta hasta el mes de agosto. “Helmut Newton, Fotografías: Mujeres blancas, Noches de insomnio, Grandes desnudos” es el nombre de esta exposición.
Transgresor y sexual, Helmut Newton (Berlín, 1920 - Los Ángeles, 2004) es considerado el creador del porno chic y el máximo representante del voyeurismo en fotografía. Siempre irreverente, supo cómo quitarles la ropa a sus modelos de un modo elegante, sensual, femenino, pero, sobre todo, con grandes dosis de ironía. Una ironía que muchos no supieron entender y que le supuso fuertes críticas de movimientos feministas que no compartían su forma natural de ver el sexo como una manera sátira de sacar a la mujer de su estatus común en la época. Según afirma Denis Curti, comisario de la exposición sobre Newton en La Casa dei Tre Oci , estas críticas fueron motivadas por ser el primer fotógrafo de moda “interesado en sacar a las mujeres de la cocina y del cuarto de planchar; asumió muchas responsabilidades y decidió mirar el mundo desde un punto de vista muy preciso, a veces incómodo”.
Helmut Neustädter -nombre original del fotógrafo- nació en Berlín en 1920 y comenzó muy pronto, con tan solo 12 años, a interesarse por la fotografía. Su primer trabajo relacionado con este arte fue como aprendiz para la fotógrafa de moda Yva hasta que se vio obligado al exilio, primero a Singapur y, después, a Australia, donde residió durante diecisiete años. Es fundamental para entender la obra de Newton conocer la influencia que en él tuvo su mentora con abundantes trabajos en los que la mujer era la protagonista, y en los que la carga de sensualidad, a pesar de tratarse de los años 30, era elevada, con un exquisito y refinado uso de las extremidades femeninas. De este modo el artista alemán comienza a forjar su punto de vista sobre el lugar del cuerpo femenino en la escena de una estética concreta. Una forma de entender el valor de la mujer en la fotografía y una vía para contribuir a la liberación de la misma. Gracias a esta visión del sexo femenino, Newton tuvo la oportunidad de trabajar para varias cabeceras de moda, entre ellas Vogue Australia y Vogue Reino Unido, pero estas colaboraciones no acabaron de cuajar y se trasladó a Paris, donde trabajaría para Elle y Vogue y donde encontró su gran éxito en plena revolución sexual de los años sesenta, gracias a una arriesgada apuesta por nuevas formas de relacionarse con el sexo de un modo más natural.
Con una estética femenina única, de aires kitsch, y una forma pura de fotografiar a la mujer, en la que los artificios sobran y las mujeres realmente parecen mujeres, Newton siempre tuvo la capacidad de generar amores y odios a partes iguales. Fue muy criticado por grupos sociales que entendían su forma de ver a las protagonistas de sus obras como objetos, a la vez que sus fotos publicitarias, retratos y desnudos se convertían en los más caros del planeta y mientras él buscaba nuevas e irónicas vías de involucrar al espectador en sus imágenes.
Polémicas aparte, no cabe duda de que las fotografías de este genio de la imagen fija son obras atemporales, con un toque naturalista y con una capacidad inagotable de provocar al espectador. Su idea de la belleza imperfecta se basa en la crudeza de la realidad con mujeres de curvas redondas, axilas sin depilar, algunas delgadas, pero no anoréxicas, otras de aspecto demacrado… siempre echando mano de una técnica depurada y elegante, en blanco y negro por lo general, y apostando por la luz natural y las tomas en exteriores. Son mujeres que se niegan a ser objeto a la vez que se prestan a un erotismo que no es ni vulgar ni pornográfico y que ayuda a reinventar a la mujer del siglo XX.
Una vez más este maestro de la historia de la fotografía vuelve a nosotros como objeto de una exposición, que tiene como hilo conductor la forma en la que Newton involucra al espectador en sus fotografías, claramente pensadas como relatos inconclusos, y que reabre el debate sobre el valor del erotismo en la moda. Erotismo del que Newton hizo su seña de identidad y que le ha convertido en uno de los genios de la fotografía.