Como decía un amigo estos días, ya va siendo hora de abandonar el lema turístico “en Gambia no pasa nada” y empezar a contar sin miedo lo que allí se cuece.
El pasado 14 de abril, una pequeña manifestación liderada por miembros del principal partido de la oposición tomaban las calles. Protestaban por la reforma de una ley electoral que va a dejar fuera del juego al resto de partidos.
Por contextualizar: Gambia es una dictadura vestida de democracia. Jammeh dió un golpe de estado en 1994 y desde entonces no ha abandonado el sillón presidencial. Se celebran elecciones, amañadas, y es que en boca del mismo presidente “Me votéis o no me votéis, yo seré vuestro líder”. Poco margen de acción tienen los partidos de la oposición, que haberlos, haylos. Desaparición de periodistas, control total de los medios, que a día de hoy son sólo propaganda, y un servicio de inteligencia que se encarga de borrar del mapa a todo aquél que diga algo en contra del régimen.
La manifestación del pasado miércoles 20 de abril, liderada por el miembro del partido UDP Solo Sandeng, acabó con 30 detenidos. No eran ni los primeros ni los últimos detenidos en el país por protestar contra el régimen, pero esta vez algo iba a ser diferente. Lejos de quedarse en otro capítulo más de la represión del régimen y a riesgo de caer en el olvido, el acontecimiento traspasó las fronteras del pequeño país africano.
La proliferación de medios de comunicación online en el exilio y el hecho de que representantes de Naciones Unidas fueran testigos de lo ocurrido hizo que la noticia tuviese eco en Europa, América y en Organizaciones Internacionales de Derechos Humanos que, sin mucho éxito, vienen denunciando ya hace tiempo las atrocidades que acontecen en Gambia.
En respuesta a la detención de los manifestantes, los miembros ejecutivos de UDP salen a la calle de nuevo para pedir la liberación de los manifestantes. Con la pancarta y consignas ”Entregadnos a Solo Sandeng, vivo o muerto”.
Redes sociales como Facebook y Twitter echaban humo haciendo llamamiento a todos los gambianos a salir a las calles para apoyar a la oposición y acabar de una vez por todas con el feudalismo de Jammeh. El problema es que, aunque desde el exilio y gracias a los medios online la situación parecía ser un capítulo importante y decisivo de la lucha contra el régimen, desde el pequeño país africano gran parte de la población parecía no haberse enterado de lo que estaba ocurriendo. Los medios locales no hablaban de lo ocurrido y muchos de los jóvenes gambianos se enteraban de la noticia por la llamada de sus familiares desde América o Europa.
La manifestación en pro a la libertad de los detenidos acaba con presencia militar, disparos y gases lacrimógenos y más detenidos. Entre ellos Oisanou Darboe, líder del partido opositor y cara visible en la lucha contra el régimen.
Los vídeos de la detención corren en Facebook como la pólvora y medios como Freedom newspaper, con un programa de radio online 24 horas, se convierten en voz de la lucha. Jóvenes desde Gambia llaman a la radio online, que minuto a minuto va informando de los últimos acontecimientos. El problema es que la radio online está censurada en Gambia, de manera que cualquiera que intente escucharla desde allí no tiene manera de hacerlo. Así, se produce una especie de cadena informativa de manera que el medio en el exilio va encendiendo los ánimos de los oyentes en el extranjero, y éstos, a través de llamadas, van informando e intentando encender los ánimos de los que están en Gambia.
La BBC, CNN y Al Jazeera filtran los vídeos de las detenciones y la brutalidad policial y es entonces cuando los gambianos, que tienen acceso a estos canales de televisión por satélite, empiezan a ser conscientes de lo que pasa en su país.
Las peores sospechas se confirman y sale a la luz que Solo Sandeng, líder de la primera protesta, ha muerto en manos del servicio de inteligencia NIA.
La lista de detenidos y desaparecidos se hace pública en Facebook y el Ministro de Información en Gambia intenta cortar el acceso a internet en el país, consciente del poder que la red está ejerciendo al mantener informado al pueblo.
A todo esto, el presidente sigue de viaje en Ankara. Así que las especulaciones acerca de que es “ahora o nunca” van creciendo. Dicen los exiliados que es momento de tomar el aeropuerto y no dejar que Jammeh aterrice en el país. Los gambianos que continúan en el país africano se quejan de cuán fácil es llamar a la revolución desde el exilio y desde la comodidad de sus casas europeas. “Que vuelvan a Gambia y luchen con nosotros”, claman los que aún no han podido salir del feudo de Jammeh.
Finalmente el presidente aterriza sin ningún incidente y se hace ver, como siempre, apoyado por un ejército de fans que intentan desacreditar las protestas de la oposición.
Jammeh, consciente de que el mundo esta vez está mirando, ofrece la liberación al líder de la oposición Oisanou Darboe, que rechaza tal proposición si con él no son liberados el resto de detenidos.
Se está gestando la figura de un gran líder pro libertad en Gambia. Los medios online siguen hablando de cambios inminentes. Y, pese a la presencia militar en las calles e inmediaciones de la capital, en Gambia parece “no estar pasando nada”.