Llevaba meses rondando en mi cabeza una preocupación: la mudanza. Tras más de quince años viviendo en lo que era mi casa, mi refugio, había llegado el momento de abandonarla. Tuve entonces la sensación de que alguna extraña fuerza del universo me arrancaba con furia de mi casa para trasladarme a otro lugar, una ciudad extraña, con gentes desconocidas, calles ajenas… me preguntaba cómo afrontaría ese nuevo reto que la vida me proponía.
El traslado de muebles, libros, cuadros y todo tipo de cachivaches fue todo lo ordenado que puede ser, de modo que esa primera fase la superé satisfactoriamente. El miedo a enfrentarme con mi vida entera lo pude evitar con algo tan prosaico como el dinero: serían los operarios de la empresa de mudanzas los que recogerían y embalarían cada uno de los objetos y momentos que habían dado sentido a mi vida. Aunque sabía que finalmente me debería enfrentar a mirar atrás, conseguí demorar este momento al menos unos días.
Cuando por fin me quedé sola en casa con todas aquellas cajas que albergaban mi vida entera, sentí una mezcla de miedo y ansiedad. Una a una, debía ir desgranándolas y enfrentándome a su desconocido contenido.
Comencé la tarea y lo que creía que sería un tedioso trabajo se tornó en un delicioso paseo por mi vida, en el que poco a poco he reencontrando historias y revivido momentos. He de reconocer que con el paso del tiempo todos los recuerdos han mutado su naturaleza; así, todos aquellos que me recordaban momentos infelices se han hecho ciertamente más suaves, menos agresivos, mientras que los que evocaban en mi memoria tiempos mejores e historias inolvidables se han teñido de melancolía y cierto toque de tristeza, probablemente por todo aquello bueno que se fue y que por ley de vida no ha de volver.
Docenas de fotografías antiguas han tirado de mí, como si de una cometa de tratase, y me han devuelto a mis orígenes, mi familia, mi refugio. Tristeza por los que ya no están, y felicidad por los que seguimos en el mismo camino de la vida. Todas ellas tienen su valor, y todas ellas son únicas.
Colocando mis libros, uno a uno, he ido comprendiendo cómo y por qué cada uno de ellos ha dejado alguna huella en mi paseo por este mundo.
En fin, cada uno de esos objetos con significado propio que he colocado me ha hecho sentir la ilusión por comenzar un camino nuevo... pero arropada por toda la vida que llevo a mis espaldas. Comenzar de cero, nacer de nuevo.