Nellie Bly no se llamaba así. Tampoco era periodista. Al menos hasta que escribió una respuesta rabiosa a una noticia machista de un periódico local. Una carta rabiosa que la cambió la vida. El director del medio, con aquel texto en las manos, tuvo que ofrecerle un puesto de trabajo. Para ese momento Nellie Bly, la periodista, ya no volvería a ser más la joven Elisabeth de Pensilvania.
Desde entonces se convirtió en un referente del periodismo feminista. Corresponsal en México, volvió poco tiempo después a Nueva York, donde conoció a Josep Pullitzer, quien la contrató para su New York World. Durante esa época, entre muchos otros reportajes, se hizo pasar por enferma mental para destapar las salvajadas que se cometían en una institución psiquiátrica. Se ganó, entre críticas, el respeto del periodismo americano.
Fue entonces cuando se cansó. Cuando propuso a Pullitzer un plan a la vista estúpido: dar la vuelta al mundo en menos de 80 días. Se quiso meter dentro de la novela de Julio Verne. Quería batir el record de Phileas Fogg, y así lo hizo cuando terminó su travesía a los 72 días, 6 horas y 11 minutos. Pisó Londres, Calais, Brindisi, Port Said, Ismailia, Suez, Adén, Colombo, Penang, Singapur, Hong Kong, Yokohama, San Francisco... y vuelta a casa. Fue tal la admiración que la periodista sentía por el escritor que interrumpió su viaje para visitarle en una mansión del centro de Francia. Verne y Bly charlaron de viajes, de libros, de barcos y de submarinos. Ambos deseaban viajar en el tiempo y desaparecer igual de rápido que se pasa una página. Y cientos de páginas más, llenas de travesías pintadas en el globo terráqueo.
Bly contaría años más tarde cómo surgió la idea del viaje. "Es difícil a veces explicar cómo surge una idea... En este caso, un domingo, como era mi costumbre, estaba pensando en algo que ofrecerle el lunes a mi editor y no me salía nada, así que, cansada, me dije: 'Ojalá me encontrara ahora en el otro lado del globo...". Y ahí estaba. Se hizo la luz.
La de Nellie Bly no fue la única historia marcadas por el imaginario del francés. Orson Welles dirigió una obra de teatro sobre la misma vuelta al mundo de Phileas Fogg. Isaac Peral quiso ser Nemo capitaneando el Nautilus en 20.000 leguas de viaje submarino y construyó el primer submarino eléctrico.
Julio Verne vaticinó grandes descubrimientos que vendrían años más tarde: la llegada a la luna, la conquista de los polos, las fotografías tomadas por Louis Boutan debajo del mar.
Son historias de admiración. La obsesión por partir hacia algún sitio, por trazar nuevas rutas. Caminos e historias que se pueden ver en la exposición "Julio Verne: los límites de la imaginación" en la Fundación Telefónica.