Un gran corazón ha dejado de latir, una mente aguda ha dejado de pensar. Ha muerto Umberto Eco, un profundo conocedor de la literatura, de la comunicación, del arte y de la filosofía del significado. Un hombre serio, capaz de reír y de bromear. Para él, la vida era un texto que había que vivir con pasión, descifrando cada frase en toda su multiplicidad. Un amante de la narración, de la novela, de lo paradojal, que invitaba a sus alumnos a leer y estudiar.
Umberto Eco siempre vio la muerte como el encuentro ineludible con la nada, con la negación de todo significado, que nadie nunca podrá describir ni interpretar. Porque morir es eso, una abrupta y absoluta interrupción del sentimiento, de la reflexión y del pensar en contraposición a la vida, que es sorpresa, pregunta, sonrisa y también soledad.
El tema central de su obra fue la significación como acto fundamental que constituye la cultura misma y la humanidad. Su pasión fue la historia, el arte y sobre todo la literatura, que es un espejo del tiempo y del pensamiento y que adensa lo concerniente al significado, como proceso narrativo y contexto, donde cada expresión toma forma y perspectiva en esa red de asociaciones mentales y lingüísticas que es el significado.
Otro aspecto importante para Umberto Eco fue la risa y el humor. Es decir, la capacidad de invertir las cosas y verlas desde otro ángulo, sorprendiéndonos. Y personalmente fue así, una persona capaz de reír e irónica, ya que conocía desde dentro la naturaleza humana, que para él era un texto, que podía en una cierta medida explicarse y escribirse siguiendo siempre la senda de la significación. Somos interpretación vivida y vivible como realidad psíquica y social. Y esto lo llevó a una de sus frases célebres: quien no lee a los 70 años, habrá vivido una sola vez, quien lee habrá vivido 5.000 años. Ya que la vida es interpretación de realidades y leer implica haber vivido tanto y la lectura es el único camino hacia la inmortalidad.
Umberto Eco fue además un profesor ejemplar, que supo motivar a sus alumnos para que llegarán más allá y se superasen a sí mismo y quizás la imagen que más lo caracterizaba era la de enseñante amigo de los estudiantes, ante los cuales abría el mundo infinito de la literatura, de la interpretación, del pensamiento y de la vida como misterio en el misterio. Su universidad fue la de Bolonia, no lejos de donde vivo, y en el tiempo conocí varios de sus estudiantes, que siempre lo admiraron por su pasión, conocimientos, maestría y disponibilidad.
Los misterios están todos vinculados entre ellos en el tejido innombrable que llamamos historia de la vida y que ata los vivos a los muertos, ya que somos un pasado proyectado hacia el futuro. Y, desde hoy, Umberto Eco nos seguirá desde ese espacio temporal ya superado que denominamos ayer y que, como toda sombra, es parte integral de cada árbol.
Leer es vivir
y vivir es leer.
Sin pensar
no hay vida.
Sólo tiempo
para morir
sin ser ni ver.