"Mi patria es el mundo; mi familia la humanidad". Mijaíl Bakunin
Esta cita resume lo que hoy podemos entender como “ciudadano del mundo o global”. Aquellas personas que desean transcender las limitaciones geopolíticas impuestas por los estados nación. Son aquellos que, superando toda diferencia geográfica, social, cultural, étnica, religiosa… se definen en primera instancia como seres humanos y se consideran como parte de un todo, el planeta, la Tierra o el cosmos. Este concepto esconde una larga tradición filosófica que abarca desde la época grecolatina hasta la actualidad. Diversos autores han tratado de explicar los procesos que un individuo experimenta para llegar a alcanzar una identidad global y una conciencia universal. Una conciencia que plantea proyectos políticos acordes con este pensamiento, un gobierno democrático global.
Ya lo propusieron los griegos y romanos
Aunque a priori el concepto de “ciudadano del mundo, global o cosmopolita” parezca innovador y en consonancia con estos tiempos de globalización, ya se discutía en la época grecorromana. Diógenes, nacido en el siglo V a.C. en Sinope, fue el fundador de la escuela filosófica conocida como “cinismo” (1) y el primero en autodenominarse “ciudadano del mundo”. Contrariamente esta escuela rechazaba la civilización, la tradición y lo convencional que consideraban artificial. Despreciaban los bienes materiales y los placeres, y abogaban por la vuelta a la vida natural basada en la autosuficiencia. El individuo era un “ciudadano” o miembro de una comunidad o familia universal sin importar su origen. Pensaban que los seres humanos podíamos ser conciudadanos y aprender los unos de los otros respetando las diferencias.
Muchos de estos pensamientos fueron adaptados por la corriente filosófica “estoica” (2). Una escuela emprendida por Zenón de Citio que tuvo gran relevancia en el Imperio Romano, especialmente durante la época helenística, entre 323 a 31 a. C., y que influyó en otros sabios posteriores como Descartes y Kant. Dividida en tres conocimientos: la física, la lógica y la moral, el “estoicismo” compartía la idea de que todos los individuos somos parte del universo, sin distinciones sociales o éticas. La felicidad solo podía alcanzarse viviendo en armonía con la naturaleza y aceptando el destino marcado por el orden lógico del cosmos. Para ello, era necesario cultivar la razón a través de la cual nos hacemos insensibles a las pasiones y el dolor.
Una democracia universal
Estas corrientes filosóficas fueron las primeras en usar el término “cosmopolita”, del griego “cosmo” universo, “polis” ciudad. El Cosmopolitismo (3) recoge la idea de que todos los seres humanos en nuestra diversidad formamos parte de una comunidad universal, donde la convivencia a través del mutuo respeto es posible. Llevado a una dimensión política, se propone un gobierno mundial basado en una democracia directa en la que los ciudadanos ejercen voluntariamente el poder por medio de una asamblea sin representantes políticos. Al mismo tiempo, no pretende suprimir a los estados nación, sino contar con la participación ciudadana global y otros actores internacionales, como las organizaciones no gubernamentales, en la reestructuración mundial.
El proyecto de la “ciudadanía global” (4), sin embargo, plantea un cambio más profundo acorde con los tiempos actuales. Consideran que los estados nación son estructuras obsoletas y coartan las libertades humanas en una era donde los avances tecnológicos, como internet, permiten establecer relaciones globales. Por ello, sugieren suprimir estas estructuras y crear una nueva organización mundial que facilite la libre circulación de las personas, ideas y el comercio. El filósofo Jesús Mosterín (5), en concreto, presenta la idea de divisiones territoriales autónomas no soberanas y sin poder militar. Estas administraciones estarían apoyadas por organizaciones mundiales que garanticen el cumplimiento de los derechos humanos y la paz. Existen otras tendencias de pensamiento, como el paternalismo libertario o el racionalismo progresivos (6), que opinan que la sociedad debería ayudar al individuo en su toma de decisiones basándose en la razón y no en las creencias para evitar caer en engaños o en la corrupción.
Encuentros culturales
Desde un punto de vista más cultural y psicológico, el ciudadano del mundo, global o cosmopolita sería aquel que tiene la habilidad de integrar las diferencias culturales como parte de su propia identidad. En un primer momento, podríamos pensar que las personas con mayor tendencia a desarrollar una identidad global o multicultural son aquellas que están más expuestas a la diversidad cultural. De este modo, los grupos potenciales de menor a mayor grado (7) serían: los viajeros e inmigrantes, al moverse voluntariamente a otros lugares durante un periodo de tiempo indeterminado; los refugiados, forzados a establecer relaciones con el país receptor; las minorías étnicas e indígenas, nacidos en una sociedad culturalmente predominante; y los individuos de raza mixta, que de forma innata crecen entre diferentes culturas.
Por otro lado, las sociedades receptoras también se enfrentan a encuentros culturales al establecer contacto con estos grupos. Sin embargo, no solo las diferencias geográficas suponen diversidad. La cultura, además, abarca otras muchas expresiones a las que estamos expuestos como la religión, la educación, la orientación sexual, el arte, la moda (8)… ya sea de forma directa o indirecta por medio de los medios de comunicación, las instituciones, productos culturales o internet. La forma en la que el individuo se enfrenta a esta diversidad y la integra como parte de sí mismo implica muchos factores, los cuales determinan su predisposición hacía una conciencia global.
Enfrentándonos a la incertidumbre: el perfil del ciudadano global
Cuando nos enfrentamos a algo nuevo, ya sea al emigrar a otro país o relacionarnos con personas de otras culturas, religiones, ambientes laborales o sociales, experimentamos un sentimiento de incertidumbre por la falta de conocimientos (9). Esta incertidumbre puede llevar al individuo a sentir ansiedad, inseguridad y estrés o, por el contrario, puede convertirse en una oportunidad para experimentar y aprender. La reacción dependerá de numerosos aspectos tales como haber experimentado situaciones similares (10); las condiciones del encuentro, por ejemplo si es una sociedad cosmopolita o más tradicional (11); los valores familiares y sociales adquiridos o las características y objetivos personales (12).
Dentro de los tipos de personalidad se pueden distinguir dos categorías opuestas (13). Por un lado están las personas más orientados a la certeza, a valores más conservadores y de poder. Estos tienden a evitar la ambigüedad y los riesgos que conlleva lo desconocido, y a buscar seguridad, confort y una clara delimitación del estatus. En contraste, están aquellos con una mayor capacidad para manejar la incertidumbre, con valores más universales, abiertos a nuevas experiencias, dispuestos a tomar riesgos para aprender y que consideran iguales a todos los individuos. Estos últimos representan aquellas personalidades con menores problemas a la hora de enfrentarse a las diferencias culturales y nuevos contextos y, por lo tanto, con mayor potencial para generar identidades multiculturales e interculturales.
Mentes e Identidades multiculturales
Numerosos autores han estudiado cómo se forman esas identidades multiculturales. Hong (14) distingue entre la mente y la identidad multicultural. Una persona puede aprender competencias de otras culturas como la lengua, patrones de conducta, tradiciones… y adaptarse sin problema a esos contextos, desarrollando así una mente multicultural. Esto no quiere decir que se sienta identificado con esa específica cultura y que en consecuencia integre esos patrones culturales como parte de su identidad. Sin embargo, existe la posibilidad de que con el paso del tiempo y la convivencia, el individuo sufra cambios y modifique su personalidad, generando una identidad multicultural.
Se han descrito tres estrategias que explican como el individuo llega a crear una nueva identidad. La primera se denomina "Estrategia de Integración" o "Modelo Fusión" (15), consiste en ir añadiendo nuevos patrones culturales a los que ya existen en la personalidad sin que entren en conflicto entre ellos. El resultado sería una nueva identidad coherente y mezclada donde las dos culturas conviven. Hay quien duda de este modelo al considerar que en vez de darse la integración de una nueva cultura, lo que ocurre es que se asimila (16). Un ejemplo podría ser el caso de las minorías étnicas que modifican su identidad agregando patrones de la sociedad dominante y acaban por asimilar su cultura en post de la suya.
Una segunda estrategia es el "Modelo de Alteración", el individuo se mueve entre diferentes identidades dependiendo del contexto inmediato. También se han presentado críticas al considerarse que este modelo no define una identidad multicultural, sino un específico comportamiento en consonancia con las circunstancias externas (17). La tercera estrategia es "Sinergia o Hibrido" (18). Aquí aparece una nueva identidad, distinta de la original, creada a partir de intercambios e interacciones culturales.
Transcendiendo las diferencias: una identidad global.
Hay quien plantea que la identidad multicultural no implica que se transciendan las diferencias y se desarrolle una conciencia global. Es el caso del modelo `Estrés-Adaptación-Crecimiento´ propuesto por Kim (19), donde el individuo experimenta diferentes etapas hasta construir una identidad intercultural. En un primer encuentro con otra cultura, el individuo se resiste a cambiar sus originales patrones culturales, lo que le genera estrés. En un segundo paso, el individuo deconstruye o desaprende sus antiguos patrones e incorpora unos nuevos, es el momento de la adaptación. El resultado es una nueva identidad más compleja con una mayor conciencia de sí mismo y competencias culturales, es el crecimiento.
Esta nueva identidad intercultural se distingue de la multicultural en que no se trata de una mera adicción o sustracción de componentes culturales. La persona intercultural consigue fusionar lo individual y universal en una sola identidad. Al tener una idea clara de sí mismo y de otros como individuos puede transcender las diferencias y las categorías sociales, e identificarse con los valores humanos comunes a todas las culturas. Así, desarrolla una conciencia universal capaz de reconocer la singularidad de cada individuo como expresión de un todo, la humanidad.
De manera muy similar, Sussman (20) distingue entre la identidad multicultural o hibrida y la intercultural. Esta última representa la "Identidad Global" o al "Ciudadano del Mundo". Se trata de una persona con una clara definición de si mima, un alto grado de adaptación y conocimiento cultural, capaz de interactuar eficazmente en cualquier contexto, transcender las diferencias y empatizar con los valores humanos. Otros autores comparten esta visión. Adler (21) nos habla de un nuevo tipo de hombre, el "Hombre Multicultural", cuya identidad se basa en la autoconsciencia y en la capacidad de negociar nuevas formas de realidad. Este hombre transciende el sentimiento de pertenencia cultural y “vive en la frontera”, es dinámico, versátil y se identifica con los valores comunes de todos los seres humanos, así como también con sus diferencias.
Se pueden encontrar otras definiciones y estudios sobre la formación de una identidad multicultural, o global (22) y las características del ciudadano del mundo. Sin embargo, existe un común denominador entre todas ellas, la conciencia humana. Superando cualquier diferencia y encuentro con lo desconocido, este individuo sabe integrar, o al menos respetar, la disparidad al ser consciente de lo esencial y primario: todos somos humanos. De esta certeza básica el sueño de crear una globalidad real y acorde, que si bien idealista e incluso ingenuo, es posible ya que existe y se pronuncia en todos aquellos `ciudadanos del mundo´.
Fuentes y referencias
(1) http://goo.gl/cZo0sY ; http://goo.gl/yrrj2Y
(2) http://goo.gl/rKPQep ; http://goo.gl/2fdDEg
(3) http://goo.gl/9azxuZ ; http://goo.gl/9A3zWa ; https://goo.gl/4vlu93
(4) https://goo.gl/k36unN ; http://goo.gl/N5SRy5; http://goo.gl/UggAxZ
(5) http://goo.gl/Vd2A6Z
(6) https://goo.gl/0i0lM6 ; https://goo.gl/tffi2z
(7) Berry, J. W.; Kim, U.; Minde, T.; Mok, D. (1987). Comparative studies of acculturative stress. International Migration Review, Volume 21, pp. 491-511.
(8) Jensen, L. A.(2003). Coming of Age in a Multicultural World Globalization and Adolescent Cultural Identity Formation. Applied Developmental Science, pp. 1-8.
(9) Hermans H. J. and Dimaggio G. (2007). Self, Identity, and Globalization in Times of Uncertainty: A Dialogical Analysis. American Psychological Association, Volume 11, Issue 1, pp. 31–61.
(10) Sussman, N.M. (2000). The Dynamic Nature of Cultural Identity Throughout Cultural Transitions: Why Home Is Not So Sweet. Personality and Social Psychology Review, Volume 4, Issue 4, pp. 355-373.
(11) Padilla, A. M and Perez, W. (2003). Acculturation, social identity, and social cognition: A new perspective. Hispanic Journal of Behavioral Sciences, Volume 25, pp. 35-55.
(12) Hong, Y.; Wan, C; No, S.; Chiu, C. (2007). Multicultural identities.Handbook of Cultural Psychology, 323-345. S. Kitayama & D. Cohen Editors. New York.
(13) Roccas, S. and Brewer, M. B. (2002). Social Identity Complexity Personality and Social Psychology Review, Volume 6, Issue 2, pp. 88–106.
(14) Hong, Y . (2011).The Dynamics of Multicultural Identities. Social Categories in Everyday Experience. American Psychological Association Press, pp. 1-41. Shaun Wiley, Tracey Revenson, and Gina Philogène Editors. Singapore.
(15) LaFromboise, T.; Coleman, H. L.; Gerton, J. (1993). Psychological impact of biculturalism: Evidence and theory. Psychological Bulletin, Volume 114, pp. 395-412.
(16) Phinney, J. S. and Devich-Navarro, M. (1997). Variations in bicultural identification among African American and Mexican American adolescents. Journal of Research on Adolescence, Volume 7, pp. 3-32.
(17) Benet-Martínez, V. and Nguyen, D. A. Multicultural Identity: What It Is and Why It Matters, The psychology of social and cultural diversity.
(18) Pieterse, J.N. (1995). Globalization as hybridization Global modernities, pp.45-68. M. Featherstone, S. Lash, & R. Robertson Editors. London. Hermans, H. J. and Kempen, H. J. (1998). Moving Cultures The Perilous Problems of Cultural Dichotomies in a Globalizing. Society American Psychologist, Volume 53 Issue 10, pp. 1111-1120.
(19) Kim, Y. Y. (2005). Adapting to a New Culture. Theorizing about intercultural communication. In Gudykunst, W Editors. Kim, Y. Y. (2008). Intercultural personhood: Globalization and a way of being. International Journal of Intercultural Relations, Volume 32, Issue 4, pp. 359–368.
(20) Sussman, N.M. (2000). The Dynamic Nature of Cultural Identity Throughout Cultural Transitions: Why Home Is Not So Sweet. Personality and Social Psychology Review, Volume 4, Issue 4, pp. 355-373.
(21) Adler, P. (2002). Beyond Cultural Identity: Reflections on Multiculturalism. Intercultural Communication, pp. 362-378.
(22) Yoshikawa, M.J. (1987). The double swing model of intercultural communication between the East and the West, pp. 31-328. Communication theory: Eastern and western perspectives, Editors. San Diego. Sparrow, L. M. (2000). Beyond multicultural man: complexities of identity. International Journal of Intercultural Relations Volume 24, Issue 2, pp. 173-201.