Hiro Murai es un director de videos musicales que, al igual que la mayoría, ha dirigido vídeos que van desde una aproximación al producto de consumo de masas hasta obras más directamente relacionadas con lo artístico. De origen japonés, se trasladó a Los Ángeles con nueve años, lo cual supone que se familiarizó con dos mundos, Oriente y Occidente: igual manga que cómics, tanto Miyazaki como Disney, lo cinematográfico en Kitano y en Lynch.
Obviamente no todos sus trabajos se pueden interpretar con el mismo rasero, pues no deja de ser una obra bajo demanda, y por tanto ha de cumplir con los requisitos que requiere el contratante. Sin embargo, en su página se ve su orgullo. En ella se encuentra una selección de los videos que ha dirigido, la creme de la creme de su obra, comenzando con sus más recientes trabajos.
No obstante, su ópera prima es sencillamente impactante. Se trata del video de Bloc Party Signs (AVH Remix) del 2009, un video con el que contó con un presupuesto aproximado de 2.000 dólares y la colaboración gratuita de los amigos de su escuela de cine. El resultado de la grabación es el retrato de un mundo inquietante, oscuro y sórdido, donde entran en juegos filosofías como la neocárnica, o maquinistas, aportadas por películas como The Matrix (Hnos. Wachowski, 1999). Lo que ahí se puede ver es una suerte de seres híbridos, personificaciones de las mutaciones del cuerpo ya investigadas por el artista Stelarc, o pintadas por Magritte, imágenes surrealistas que te atrapan hasta la agonía sexual. La fotografía, el tono, la integración de los dos mundos, el humano y el tecnológico, suman un todo que atrapa al espectador, causando grima y fascinación por partes iguales.
Y si ese fue el primero, el último hasta la fecha ha sido realizado para el artista Earl Sweatshirt, Grief (2015), el cual comparte numerosas características con el primero pues, para empezar, resulta como mínimo igualmente hipnótico gracias al poder de sus imágenes. El video es oscuro, aún más que el anterior, pues la mayor parte de la imagen está dominada por una negrura de la que emerge calor en forma de figuras humanas. La poesía lírica, ruda, cruda, contemporánea e irónica, ve su equivalente en la poesía visual de la oscuridad, pues el video a priori carece de argumento, pero está compuesto por una serie de escenas que quedan unidas por lo homogéneo y particular de la construcción de su imagen.
Sin saber a ciencia cierta cómo está hecho, si tuviera que apostar jugaría todo mi dinero a que el vídeo está realizado con una cámara térmica, cuya traducción en pantalla evita el color. Esto crea una extraña sensación en la que uno parece percibir las entrañas del cantante, o del resto de los personajes; parece como si todos ellos fueran delicados y poderosos a la vez, como si poseyeran una piel tan fina que permitiera percibir su fuerza interior, la cual es tan poderosa que se escapa a través de los ojos.
Hiro Murai es capaz de representar con la ayuda de muy pocos elementos personajes salidos de mundos embaucadores y sórdidos a la vez. Así pues, otro ejemplo de ello resulta el video Hive (2013) realizado para el mismo artista, en donde retrata un vecindario habitable sólo en tus pesadillas. Este mundo parece normal, aunque el ambiente hace sospechar, hasta que la extrañeza toma forma y te salta a la cara. Chicos con máscaras parecen observar, y aunque no amenazan, dan miedo… Numerosos elementos del vecindario serían normales si no fuera porque no lo son: los flamencos no son rosados, sino esqueletos; detrás de las vallas blancas hay ojos que brillan,que podrían ser los seres que habitan la noche, pero las farolas de la calle crean más zonas en penumbra de las que iluminan, así que de lo único que puedes estar seguro es de permanecer en la incertidumbre.
Hipnotizantes, tenebrosas, de atmósferas masticables, sus obras parecen pobladas de personificaciones de sentimientos tan poderosos que toman forma en calidad de espíritus, entidades muy propias de la tradición japonesa, pues en ella es muy cuantioso el número de kamis. Las enormes sombras negras de ojos brillantes de Hive unidas a las máscaras de los chicos de las bicicletas recuerdan un tanto a personajes de la obra de Hayao Miyazaki, como por ejemplo el espíritu negro con careta que aparece en El viaje de Chihiro (2001).
Esta suerte de seres fantásticos aparece también en el video de Shine, una fábula contemporánea que parece estar impregnada del espíritu del director de anime. Las similitudes formales con la obra de Miyazaki también se dejan ver en los personajes que se están llevando al cantante, dentro de esta incógnita apocalíptica. El video cuenta la historia de un chico que pasa el tiempo jugando con su perro por el bosque, cercano a su vecindario, en el cual no sabemos qué ha pasado, pero está desierto. La única figura humana que aparece por allí está siendo arrastrada por unos extraños seres, también oscuros, también tranquilos, que parecen estar concentrados en llevar a cabo su misión, cualquiera que sea de la que se trate.
Otro director japonés bien conocido por Murai sería el maestro Takeshi Kitano. Ambos comparten gusto por la pintura, la poesía y ciertas dosis de surrealismo, aunque para el videoclip de Queens of the Stone Age, el aspecto más llamativo del segundo en el primero es el uso de la violencia, en ocasiones extrema. Josh Homme, cantante del grupo, sale de celebración con sus nuevos socios, un grupo de nipones que parecen bastante “afectados” por el sake, al igual que él mismo, y con los que -tras el karaoke, las drogas y el rock´n roll- terminará en una situación a la que difícilmente querría haber llegado. Formal y técnicamente el director hace uso de la cámara acoplada al cuerpo, técnica perfeccionada por Mark Romanek en su video para Mick Jagger, God Gave Me Everything (2001), aunque las visiones del personaje que más desvaría son genuinas de Murai.
Más cine: la entrada a la película Lost Highway (1997) de David Lynch es tan icónica que es imposible ver una carretera de noche iluminada por los faros de un coche sin pensar en la cinta. De este mismo escenario se sirve Hiro para su video de Chet Faker Gold (2014), aunque en este caso el elemento que atrapa la mirada son las tres patinadoras, las cuales ejecutan seductoramente una coreografía de Ryan Heffington. Este coreógrafo es responsable de las coreografías de We Exist (David Wilson, 2014) para Arcade Fire o el curioso trabajo de Alma Har’el para Sigur Rós, Fjögur píanó (2012); aunque sin duda la que a nadie se le escapa es la coreografía del videoclip de Sia Chandelier (2014) dirigido por la propia Sia y Daniel Askill, otro estupendo del audiovisual. Volviendo al video original, al de Faker, el hechizante baile de las patinadoras, aunque no poca cosa, no podía ser todo, por lo que Murai procura como final una imagen a descifrar, un juego para el espectador, que por unos segundos se ve sorprendido por una situación que no acaba de quedar clara.
Lo que sí está claro es que Hiro Murai conoce el mundo que habita, en este caso el del videoclip musical, pues un desfile nocturno en una carretera perdida y con extraño final en el interior de un coche podría ser también la definición del excelente trabajo de Jonathan Glazer para Radiohead, Karma Police (1997), autor al cual el nipón conoce bien.
Y más referentes videomusicales: el de Childish Gambino, Sweatpants (2013) es la versión enferma del video de Kylie Minogue de Michel Gondry Come In To My World (2001), pasando por Being John Malkovich (2000) de Spike Jonze: la calidad técnica reside esconder los cortes y hacer creíbles los trucos.
En sus videos hay mucho de originalidad y creatividad, como cualquiera de las demás colaboraciones con Childish Gambino, pero también posee consideraciones artísticas como la referencia a las esculturas hiperrealistas de Ron Mueck en el video de St. Vincent Cheerleader (2011). Posee grandes dotes cinematográficas que une en ocasiones al baile, como por ejemplo en Never Catch Me de Flying Lotus o el Sober (2015) de Gambino; también la capacidad de construir imágenes surrealistas y poderosas de gran limpieza técnica, como el Cake (2014) de Shabazz Palaces, y hace gala de humor e ironía, como por ejemplo en Do You (2014) de Spoon, gustoso a menudo del efecto sorpresa.
Sin copiar a nadie, el suyo es un estilo muy personal posiblemente fruto de la coexistencia de estos dos mundos, Oriente y Occidente. Ofrece ecos de la cultura visual de los 80 y 90 con la que varias generaciones nos hemos familiarizado, como el guiño a Desafío Total (Total Recall, Paul Verhoeven, 1990) del video Mind Control del grupo Friends, con imágenes turbadoras y un cierto regusto al cine de la época, pero éste no sería el único. En sus videos amalgama cultura cinematográfica y artística, creando mundos que se adivinan completos en sí mismos, aunque esto nos deja siempre con ganas de más. Por suerte, el 2016 acaba de empezar.