Desde hace varios años, los medios de comunicación no han dejado de publicar que Canarias se ha convertido en un paraíso para las producciones cinematográficas. Su régimen fiscal hace que este tipo de películas gocen de unos beneficios fiscales muy superiores a los que se podrían encontrar en el resto de España e incluso del mundo. Este caldo de cultivo ha hecho que en los últimos años la isla se convierta en espacio habitual para todo tipo de superproducciones. Furia de Titanes, Ira de Titanes, Fast and Furious 6, Exodus de Ridley Scott, o más recientemente Heart of the sea de Ron Howard, son algunas de las muchas producciones que se han realizado en el archipiélago en los últimos cinco años.
La penúltima en acogerse a los beneficios fiscales ha sido la quinta entrega de la saga Bourne, que puso “patas arriba” la isla de Tenerife durante las tres semanas en que se desarrolló el rodaje bajo las órdenes de Paul Greengrass, que volvía a la saga al igual que su único e indiscutible protagonista: Matt Damon. Ambos se habían ausentado en la cuarta entrega y el binomio que ya dio sus frutos en las tres primeras vuelve a juntar sus fuerzas en este nuevo episodio al que también se ha unido el francés Vincent Cassel, que será el malo de la película, y la actriz Julia Stiles, que regresa para interpretar a la agente Nicky Parsons.
Durante un mes no se hablaba de otra cosa en los corrillos, cafeterías, oficinas o medios de comunicación que no fuera del rodaje de la superproducción en pleno centro de la capital tinerfeña, que se transformaba en la Plaza Syntagma de Atenas para la filmación de una secuencia que ilustraba las manifestaciones griegas contra la Troika. Miles de personas se habían presentado con anterioridad al casting para intentar aparecer como extras y de paso ganar un sueldo diario que a diferencia del de los extras y figurantes de España, estaba y está muy bien pagado.
La ciudad al completo se puso a los pies de la producción y de sus exigencias. “Nosotros somos muy grandes” decían los jefes de producción de la película. Los comercios cerraban a las 18.00 de la tarde, el tráfico se cortaba en el centro a la misma hora y la zona se paralizaba durante el rodaje de las secuencias en horario nocturno. Las vallas publicitarias, cabinas telefónicas, quioscos, comercios, bancos y plazas se transmutaban en carteles y pintadas escritas en griego. Los operarios municipales se esmeraban incluso en mover o quitar el mobiliario urbano que estorbaba. Explosiones, persecuciones, manifestaciones, helicópteros sobrevolando la noche, “molestias” que los propios tinerfeños, comerciantes, empresas y demás afectados, se tomaron con mucha filosofía ya que las indemnizaciones ofrecidas por la maquinaria industrial yanqui dejaban sin apenas palabras para decir con rotundidad no a sus beneficiarios. Hasta 150 euros diarios se llegaba a pagar por colocar un foco en algún balcón de la zona.
Las autoridades isleñas se mostraban encantadas y valoraban en más de 12 millones de euros los beneficios del rodaje en la isla, aparte de las contrataciones temporales que durante el mes de septiembre depararía la frenética actividad cinematográfica que, según ellos, activarían la economía de la isla no solo en el sector audiovisual sino en el de los servicios y turístico, engrosando así los números del informe de altas en la seguridad social del mes posterior.
En la calle todo el mundo soñaba con toparse con Matt Damon dejándose ver en algunos de los rincones de la ciudad. Otros fantaseaban con la oportunidad de sacarse una foto con alguna de las estrellas, algo que solo pudieron lograr algunos afortunados. Los más oportunistas y con afán de protagonismo llegaron a organizar misiones clandestinas para introducirse en el rodaje y plasmarlo en vídeos o fotografías que posteriormente tuiteaban o subían a sus canales de YouTube.
La fiebre por Bourne se hizo patente y la isla adoptó tintes (permítanme el neologismo) Berlanguianos, recordando a aquella película protagonizada por el entrañable Pepe Isbert: Bienvenido Mr. Marshall.
De este modo, el cine, indirectamente, cobraba protagonismo en una región donde el sector audiovisual, paradójicamente, siempre ha sido maltratado.
Sin embargo, la realidad de este movimiento cinematográfico contrasta con la realidad de los cineastas locales. Canarias, pese a ser una región pequeña y ultra periférica en Europa, anida un talento cinematográfico del que pocos han sabido sacar rédito. Los cineastas locales se parten el alma para buscar una financiación que habitualmente cuenta con muy poco apoyos, pero pese a ello algunos logran sacar sus películas adelante sin que sus rodajes y su posterior distribución tenga repercusión en la islas, algo que sí sucede por el contrario en el exterior.
Un dato: según los números del Canarias en Corto, el último catálogo de cortometrajes del Gobierno canario en el que se encuentran los 7 mejores cortos elegidos en su día por un jurado, sumaron el año pasado un total de 167 selecciones entre nacionales e internacionales, obteniendo 12 premios.
Pero el dicho “nadie es profeta en su tierra” se engrandece en el sector del cine en Canarias.
A raíz del rodaje de Bourne he podido charlar con cuatro cineastas canarios. Cada uno de ellos defiende una concepción diferente y muy personal a la hora de interpretar el cine, pero todos tienen algo en común: quieren hacer cine desde Canarias para el resto del mundo.
Pese a los obstáculos que han sufrido, dos de ellos ya han dado a luz sus primeros largometrajes y otros dos están a punto de hacerlo. Algunos los consideran héroes por ello, otros piensan que son osados; pero la realidad es que esas películas ya existen y forman parte de la filmografía del nuevo cine canario que ha explotado en los últimos años y que proviene de una generación que comenzó a rodar sus primeros cortos hace ya más de una década al calor de la revolución del cine digital y que ahora comienza a dar el salto al largometraje.
Jaime Falero es un director tinerfeño que ya cuenta con dos largometrajes. Su ópera prima fue El clan (2012) Film CanaryIslands, un thriller ambientado en la década de los cuarenta en las islas Canarias y rodado íntegramente en Tenerife. Para ello, contó como protagonista con el joven talento local Francisco Vera, al que acompañan actores más conocidos como Octavi Pujades (3 bodas de más, Barcelona Nit d´estiu), Borja Elgea (La comunidad, Goya, La hermandad), Beatriz Rico (Historia de un beso, El desenlace) o Pepe Sancho (Carne Trémula, Hable con ella).
Su segunda película, Project 12: The bunker, es un thriller de ciencia ficción también rodado íntegramente en Tenerife. Falero se rodeó y codeó con actores como Eric Roberts (Los mercenarios, Inherence Vice, Lovelace), o James Cosmo (Troya, La última legión, Sons of Anarchy, Juego de Tronos), rostros reconocidos que compartían cartel con el protagonista, el actor local Joaquín Sánchez.
Cuando le pregunto qué le supone como cineasta una producción como la de Bourne en la isla, es tajante: “Nada. Este tipo de rodajes vienen a Canarias única y exclusivamente por los beneficios fiscales y se explica sencillo; Empresa americana o extranjera contrata services de empresa Canaria para filmar aquí X semanas (las que permite la ley para obtener el máximo rendimiento fiscal), jugada que permitirá a la empresa extranjera recuperar el 35% de casi toda la inversión efectuada y justificada en Canarias".
"Creo que Bourne se deja unos 10 millones por aquí, pero al año siguiente, con la declaración de hacienda que haga la empresa canaria subcontratada que hace el services, el retorno sólo con la declaración es de unos 3,5 millones aproximadamente. Un negocio redondo para quien tiene mucho dinero, pero para nosotros los creadores aquí no hay nada, ya que la ley no les obliga a contratar un Director, un DOP, un Producer Designer, un actor y cosas así. Esto no quita para que sea positivo para unos pocos.
Para las producciones nacionales, a los que más interesa invertir en cine por un 40% de beneficio fiscal por el primer millón y 38% por los demás, es a los empresarios que paguen muchos impuestos (más de 300 mil al año) ya que produciendo una película, el beneficio fiscal del 40/38%, se verá reflejado en los impuestos que pagan por otras actividades, hecho que les beneficia.
Es una pena que los empresarios con dinero en Canarias sean en su mayoría unos "tarugos" que no ven más allá... Se salvan algunos, muy pocos, pero encontrarlos no es tarea fácil”.
El caso del gran canario Daniel León Lacave es diferente. Después de una década haciendo todo tipo de cortometrajes, se aventuró a producir su propio largometraje por su cuenta y riesgo. De ello resultó: Crónicas del desencanto (2014). Una película intimista y con un fuerte calado social donde se cuentan las historias de un grupo de personas que acuden a una terapia psicológica. Para ello se asoció con los actores locales Lamberto Guerra y Borja Texeira que también colaboraron en la producción.
Daniel trabaja en la hostelería y se hace cargo de su hijo, así que el poco tiempo libre que le queda lo invierte en rodar. Para él, hacer esto es un proceso vital. Actualmente filma en Gran Canaria su segunda película de la misma manera pero con algo más de medios. Es otro de los realizadores que lo tiene claro: “Para mí, en el terreno personal, el rodaje de Bourne no significa nada. A nivel general soy consciente de que los rodajes de grandes superproducciones influyen de manera positiva en nuestra sociedad, de la entrada de capital extranjero y de su ¿supuesto? impacto en nuestra economía, pero a nivel artístico y personal no me influye en absoluto. Me parece todo tan lejano. Es como si estuvieran en otra dimensión, en otra liga o en otro plano astral. Tiene muy poco que ver conmigo”.
David Pantaleón es uno de los cineastas canarios más laureados a nivel regional. Sus cortos han participado en cientos de festivales internacionales obteniendo gran reconocimiento. Actualmente se encuentra a punto de rodar su primer largometraje de ficción, Dientes de leche. Para él, las grandes superproducciones en Canarias no le suponen “nada”, es igual de tajante que sus compañeros en sus respuestas: “Creo que como sociedad adolecemos de criterio y seriedad, y que caemos continuamente en los cantos de sirenas y en la burbuja mediática. Hasta que no seamos capaces de ponernos en nuestro sitio, estaremos permanentemente jugando el papel de José Isbert en Bienvenido Mr. Marshall”.
Cuando llega la hora de hablar de ayudas institucionales, David piensa que: “Después de cinco años sin que haya habido ningún tipo de ayudas a la producción audiovisual local, cosa que nos deja en una situación de agravio comparativo con respecto a otras autonomías para postularnos a ayudas nacionales o europeas, creo que deberían de estar mucho más preocupados por traducir esas ventajas fiscales, que sirven de reclamo a las mega producciones, en recursos para potenciar la industria local. Por lo tanto, necesitamos que el Gobierno de Canarias haga mucho más a nivel de compromiso y diligencia”.
Armando Ravelo es el más joven de ellos, su cortometraje Ansite fue todo un acontecimiento en Canarias porque en él se narraba uno de los últimos episodios de la conquista de Canarias. El corto, incluso, fue distribuido junto con el periódico Canarias 7 a nivel regional. Desde hace años, lucha para convertir su proyecto en una película. Mientras tanto sigue a la espera en busca de una financiación que no acaba de llegar por completo. Coincide con el resto de sus colegas que un rodaje como el de Bourne “no le repercute absolutamente en nada” y afirma categóricamente: “Hace tiempo que entendí y asumí que no vivo en una tierra que nos entienda, que piensa que no nos necesita, que lo mejor que nos puede pasar es que nos vayamos y triunfemos fuera. Hablo de los creadores, de los artistas, de la gente que genera y fomenta la cultura contemporánea, la gente que se queda y decide apostar por seguir desarrollando su trabajo y su obra en el lugar donde creció, vivió y se formó. Una forma de aportar y sembrar que no es apoyada ni fomentada por los representantes institucionales. O al menos no de la forma en la que deberían hacerlo, como se hace en países y regiones más avanzados y con mayor capacidad institucional que la que sufrimos aquí. Partiendo de esa base, no espero ya nada de unos dirigentes que, salvo honrosas excepciones, no han demostrado demasiado interés en nuestro trabajo. Aunque puede que el panorama cambie, pese a lo que este texto pueda dar a entender, soy muy optimista”.
Lo cierto es que pocos son los afortunados en poder conseguir un puesto relevante en estas producciones, afirman estos cineastas: “Sí, conozco bastantes casos. Tiene que ver con la falta de medidas que protejan al trabajador local, una especie de normas de discriminación positiva que ayude a la incorporación, de profesionales canarios o residentes, en estas producciones. El trabajo en el cine es muy "sectario", si no contrarrestamos con medidas, los equipos de trabajo dejarán poco hueco al profesional local”, afirma David Pantaleón.
Armando Ravelo va más allá: “Me parece muy nuestro, muy canario, apostar por lo de fuera, hacerlo a lo grande, vender internamente el tema del turismo, como en esta producción que todos querrán viajar a Santa Cruz por verlo en una película que se desarrolla en... Atenas. Vender que genera puestos de trabajo y desarrollo de la industria local y comprobar que la realidad es bien distinta. De forma lógica, los equipos vienen muy cerrados y es casi imposible colocar a locales en puestos importantes de la producción. Si quieren generar progreso en el audiovisual canario, que inviertan de verdad en él, contemos nuestras historias, generemos una mirada, con la fuerza y el apoyo de todos. Es posible. De cara a la sociedad se nos vende que las instituciones apuestan por Canarias y por los canarios, la realidad es que usan a Canarias y a los canarios”.
Lacave argumenta que “desde el punto de vista de las administraciones públicas o incluso desde sectores privados, para ellos colaborar con el cine que viene de fuera es un favor que se les hace a ellos, una oportunidad, mientras que ayudar al cine de aquí es un favor que ellos te hacen a ti, y casi casi por pena”.
La charla nos lleva a que les cuestione cuánto cuesta levantar una película producida desde Canarias. Por experiencia propia Falero asegura que: “Nada es fácil, pero no es imposible. Lo hice una vez a nivel RIC (Reserva para Inversiones en Canarias), otra vez a nivel privado con un inversor suizo con El Clan, y ahora la tercera también viene de dinero privado, pero no nos podemos acoger a los beneficios fiscales porque para eso es necesario que la película sea superior al millón y, en este caso, no llegamos a este presupuesto. No hay sitio para el pobre”.
Para Daniel, al que le costó sangre, sudor y lágrimas levantar su primer largo después de más de diez años de prolífica obra de cortometrajes, es posible hacer películas desde Canarias: “Se puede, desde el crowdfounding emocional y la coproducción honesta. Y se pueden hacer cosas muy interesantes. ¿Menos espectaculares que Bourne? Cierto, pero más interesantes seguro".
Armando Ravelo confía en que sí se puede producir desde las islas: “Alguno lo ha conseguido, pero es muy complejo. Seguimos trabajando desde distintos frentes para demostrar que podemos. Artísticamente no tengo ninguna duda, pero adolecemos de productores y productoras locales que tengan la capacidad de levantar películas desde la nada. Hablo de gente que desarrolle su actividad en las Islas, no que se empadronen aquí para aprovechar las ventajas fiscales y que cuando esto se acabe se marchen a otro lugar en busca de su rédito económico. Imagino que la confianza aumentará cuando tengamos los primeros casos exitosos en tiempo, forma y resultados”.
Quizás la unidad de todos estos cineastas y su lucha por encontrar la empatía del espectador y promocionar sus películas para llegar al público sea la cuenta pendiente, aunque en este caso sigue habiendo disparidad de opiniones: “El debate del cine industrial vs autoral me parece una majadería que además complica los discursos y nos pone a discutir sobre cosas que creo que no son importantes.
Creo que en estos momentos hay conocimiento, respeto, complicidad, empatía y muchas más cosas que están creciendo entre los cineastas de estas islas, un caldo de cultivo que no ha dejado de crecer tanto cualitativa como cuantitativamente. Un colectivo que cada vez está más convencido de que tenemos tantos objetivos comunes por conseguir que es un absurdo pararnos en los matices que nos separan”, Afirma David Pantaleón.
Sin embargo, Falero es menos optimista de cara a pensar en aunar posturas en una unidad común: “No, el pastel es para los que vienen con dinero en mano, para el resto no hay nada”.
Armando Ravelo apuesta por la autocrítica para seguir creciendo: “El cine canario primero tiene que establecer una bases sólidas y continuar creciendo, en un ejercicio de autocrítica. Aún nos queda mucho camino por hacer y muchas cosas que demostrar. La unidad vendrá o no, a día de hoy no considero ese tema algo importante. Con tal de no llevarnos mal, me basta. Lo importante es ser feliz y poder desarrollar la actividad que nos mueve y nos conmueve, poder seguir haciendo cine a la escala que podamos, queramos o se nos permita”.
Lacave defiende una postura más cerrada: “¿Aunar posturas? ¿Para qué? Somos hijos de una revolución digital que de tanto simplificarnos las cosas nos ha hecho creer que no necesitamos a nadie. Y estamos equivocados. No ya porque el cine en su dinámica sea un arte colectivo, sino porque algunos se atrincheran en pseudo-sectas o en grupúsculos presuntamente elitistas despreciando el trabajo de los demás, calificándolo de obsoleto o incluso de "casposo", sin entender que valorar las tendencias de los demás, y luchar porque todos tengamos espacio e igualdad de oportunidades de cara a las instituciones, es a la larga beneficioso para todos”.
La heterogeneidad quizás sea la palabra que mejor defina el cine que se hace en Canarias. Ellos son solo cuatro de las docenas que existen en esta pequeña región y que sin quererlo han generado una cuantiosa filmografía de cortometrajes, largometrajes y documentales que poco a poco están conformando una nueva página en la historia del cine autonómico y a su vez español sin que su esfuerzo haya sido hasta el momento, valorado tal y como se merece.