Como mejor amigo del hombre, el perro ha tenido un protagonismo destacado en la historia del cine. Desde los animados Pluto, Scooby-Doo o Pongo, hasta los más reales Beethoven, Lassie o Uggie de The Artist, los canes han desfilado por las pantallas de todo el mundo durante más de cien años. En la mayoría de casos, se les ha presentado como seres nobles e inofensivos, fieles a su dueño. Pero la mirada del séptimo arte y del espectador sobre estos animales quedará sin duda afectada tras el visionado de White God, del húngaro Kornél Mundruczó, en la que los perros toman las armas. Como dice el cartel español de la película “Eran nuestros mejores amigos”.
Ganadora del premio a la mejor película en la sección Una cierta mirada del festival de Cannes 2014, la película narra la historia de Hagen y su dueña adolescente, Lili. Cuando la joven se muda a casa de su padre, divorciado, este no soporta la presencia del can en la vivienda y decide abandonarlo en las calles de Budapest. A partir de ese momento, el perro de raza cruzada se enfrentará a un entorno tan hostil que, junto con sus congéneres, iniciará una sangrienta revuelta. Al mismo tiempo, Lili buscará a su mascota y entrará en la confusa adolescencia.
Ya solo la idea audaz y valiente de Mundruczó merece reconocimiento. De hecho, su propuesta es tan atrevida y extravagante que, con gran facilidad, habría podido fracasar, cuando no convertirse en objeto de burla. Sin embargo, el planteamiento del cineasta húngaro se introduce con sorprendente naturalidad y resulta creíble desde el principio. Tampoco la ejecución decepciona. La decisión de convertir a un perro en el centro de un filme de género, a medio camino entre el thriller, la película de terror y el gore, da lugar a una de las cintas más impactantes, intensas y cautivadoras del año pasado.
A pesar del novedoso planteamiento, Mundruczó emplea un estilo narrativo bastante convencional con un montaje paralelo que alterna entre los humanos, secundarios, y los animales, protagonistas. Por supuesto, las escenas centradas en los canes nos muestran el mundo desde su propia perspectiva, como si anduviéramos a cuatro patas. De hecho, tanto la fotografía como el montaje, que juegan una y otra vez con las convenciones del cine de terror y suspense, son dos de los aspectos más destacables de la cinta, con imágenes bellas y terroríficas. En cuanto a los notables actores, quedan eclipsados por la pareja de perros encargada de dar vida a Hagen, más expresiva que muchas estrellas de Hollywood.
Tampoco falta un humor bastante negro y macabro ni, probablemente, un discurso político que cada espectador interpretará de un modo diferente. Cuando llega a las pantallas una película de género que rompe las normas se busca sin descanso algún significado oculto. O, quizá, explícito. White God podría ser un alegato en contra de la crueldad hacia los animales. O una advertencia sobre las posibles consecuencias de la represión contra los miembros más débiles de la sociedad. O, simplemente, una película sobre la rebelión de los canes.