Hace 70 años el Ejército Rojo abrió las pueras del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, el infierno en la Tierra, según describieron los soldados soviéticos ante la barbarie que contemplaron.
La desolación se reflejaba en cada rostro de los 2.819 prisioneros que aguardaban con deseo la llegada de su hora. Ni la liberación podía cambiar la actitud de estos muertos en vida. Miradas perdidas, pasos sin rumbo o simplemente tirados en el suelo agotando sus últimos minutos. Así los dejaron a su suerte los nazis en su huída como ratas.
Era un 27 de enero de 1945 y, desde entonces, cada año el mundo recuerda que este lugar fue el campo de exterminio más grande y letal pensado para acabar con la humanidad, para acabar con el hombre. Desde entonces, Europa y el mundo viven una aparente tranquilidad al margen de “episodios aislados”, nada más lejos de la realidad. Ni siquiera el viejo continente escapa en la actualidad a la larga y oscura sombra de Auschwitz.
El paso inexorable del tiempo reduce año a año el número de supervivientes, disminuyendo también el peso simbólico del campo 70 años después, no por cumplir la ley de vida sino por interés político. Asuchwitz-Birkenau es patrimonio de la Humanidad desde 1979 y recibe más de un millón de visitantes anualmente. Cifras que resisten los intentos de algunos por reescribir la historia, valiéndose de la frágil memoria de los supervivientes -300 pariticparon en los actos de este año- para recordar que ante el horror no valen los matices.
Las disputas y tensiones políticas no entienden de respeto y se hacen más evidentes a la hora de inmortalizar la foto oficial. Las sonrisas de los engalanados altos cargos chocan con los emocionados rosotros de los testigos, que ven pasar ante sus ojos aquellos momentos donde la muerte les acechaba. Ahora son conscientes de que la amenaza regresa, pero esta vez no a manos de las SS.
El campo de concentración de Asuchwitz-Birkenau se encuentra en Oswiecin, en el sur de Polonia, a escasos 50 kilómetros de la capital. Fue construido por los alemanes en 1940 con la idea inicial de acoger a los prisioneros de guerra y enemigos del III Reich. Dos años más tarde, el proyecto cambió y su función pasó a ser la que hoy en día el mundo conoce: el mayor centro de exterminio nazi.
Era una estructura de aproximadamente 200 hectáreas que albergaba 150 edificios e instalaciones, un complejo similar a otros pero que destacaba por el volumen de presos, aunque los datos recogidos difieren, y, lo que es más dramático, por su función. Una factoría del mal donde los nazis marcaron en fuego sobre la faz de la humanidad la palabra horror.
Las cifras
Los historiadores calculan que el 90% de las víctimas de Auschwitz, a las que los nazis alemanes asesinaban con gas Zyklon B para incinerar después sus cuerpos, eran judíos procedentes de toda Europa, y el resto, partisanos polacos, gitanos, homosexuales y presos soviéticos. Las cifras cuasi oficiales hablan de 1.300.000 personas deportadas, de las cuales 1.100.000 fueron asesinadas en el campo. Al menos, un millón de ellos eran judíos. Hungría y Polonia fueron los países más castigados por las prácticas alemanas, con 438.000 y 300.000 personas prisioneras en los barracones de Auschwitz.
La ideología nazi destacaba por su odio al comunismo, a los judíos y a la democracia en sí. Pero tampoco escapaban de sus “cacerías” los homosexuales, los soviéticos y también romaníes y eslavos. La superioridad de raza era el motivo principal para que Hitler ordenara el exterminio de estas poblaciones y colectivos, hasta erradicarlos de la faz de la Tierra.
La cuestión de las vidas que se llevaron por delante los delirios nazis sigue sin cerrarse y aparece con mayor incidencia en este 70 aniversario. La historia nos dice que el millón de Auschwitz se suma a otros cinco, siendo seis millones de judíos muertos en la “solución final”, denominación utilizada por Heinrich Himmler para referirse al Holocausto. Pero muchas han sido las voces que negaban estos datos, denunciando que la barbarie había sido aún mayor. Sí, mayor.
La URSS contaba con una voluminosa documentación decomisada de los archivos nazis. Entre los textos, destacan aquellos que aún conserva el FSB (antigua KGB) y que poco a poco empieza a desclasificar. Según los analistas, en ellos se confirma que fueron cuatro millones los judíos fallecidos en las instalaciones del campo de Auschwitz-Birkenau, cifras que confirma el testimonio de un superviviente, y que también recoge el archivo, quien asegura que en realidad fueron seis millones.
El historiador ruso Vladímir Makárov, especialista en el Archivo Central del FSB, ofreció hace unos años una entrevista a la agencia Interfax, recogida por varios medios como ABC, en la que asegura que “al campo llegaban cada día diez trenes con unos 40 o 50 vagones por convoy. En cada vagón había entre 50 y 100 personas, de las que el 70% eran exterminadas nada más llegar”. No debemos olvidar que los prisioneros que presentaban una mejor condición física o un estado de salud bueno eran destinados a trabajos o experimentos médicos. El resto era defenestrado hasta morir. Pero los “elegidos” tampoco corrían una suerte distinta, al final la muerte les esperaba a todos. La llamada liberación.
Makárov relata también cómo tras la entrada del Ejército Rojo, los especialistas de los servicios secretos soviéticos de la Smersh iniciaron los trabajos de recogida de documentos, pruebas y empezaron a recomponer el puzle del horror. Aunque los jerarcas de la SS habían ordenado el desmantelamiento de los campos para esconder su macabra labor ante los avances de los aliados, cuando las tropas rusas llegaron al campo aún permanecían funcionando los cinco hornos y las célebres “duchas” de la infamia. Los crematorios no aguantaban la gran carga de trabajo que los nazis implementaban en sus matanzas, por lo que tuvieron que optar por las hogueras humanas al aire libre, las fosas comunes o simplemente los cadáveres amontonados.
La Smersh concluyó que en Auschwitz-Birkenau fueron exterminadas más de 4 millones de personas, incluyendo a mujeres, ancianos y niños.
Recuerdo del horror
El 26 de enero de 2007 la Asamblea General de la ONU adoptó la resolución 61/255 que condenaba la negación del Holocausto y elegía la fecha de la liberación del campo de exterminio para celebrar el Día Internacional de Conmemoración del Holocausto, con el fin de no olvidar jamás la “solución final nazi al problema judío”. Auschwitz es en la actualidad el recuerdo vivo de las millones de almas arrancadas, miles de almas salvadas, cientos aún con vida pero todas ellas sacrificadas para recordar al mundo que el Holocausto existió y que un pueblo que no conoce la historia está condenado a repetirla.
Arbeit macht frei (el trabajo te hace libre).