“La animación ofrece un medio para contar historias y entretenimiento visual que puede traer placer e información a personas de todas las edades en todas partes del mundo” [Walt Disney, 1901-1966]
Mucha gente mira las películas de dibujos animados con un cierto desdén, como si fuesen cosa de segunda. Los adolescentes arrugan la nariz y los adultos suspiran, arrastrando los pies con gesto resignado, cuando acompañan a sus hijos al cine.
¿Por qué? La principal diferencia entre Los Vengadores [Marvel, 2012] y Big Hero 6 [Disney, 2014] es el hecho de que BH6 está hecha completamente con animación 3D. Y Los Vengadores no ganó el Óscar a mejores efectos especiales, mientras que BH6 se ha llevado el galardón a mejor película de animación. Más allá de eso, si miramos únicamente el guión, ambas cintas son de superhéroes –ambos basados en cómics de Marvel - que tienen que detener a un villano aparentemente todopoderoso.
Breve historia del nacimiento de la animación
La animación tradicional nació alrededor de 1829 con el fenaquistiscopio que consistía en una serie de dibujos dispuestos en una lámina circular que al ser girada frente a un espejo daba la sensación de movimiento.
Como cualquier tipo de arte, los primeros intentos de crear películas animadas se pueden considerar -bajo una perspectiva actual– como algo toscos. Lo que hoy se conoce como los “fundamentos de la animación” debieron ser descubiertos, de la misma manera que en el arte tradicional se tuvieron que descubrir las técnicas para reproducir profundidad, volumen y movimiento. La animación tiene doce principios básicos que tuvieron que ser hallados y mejorados a través de un largo proceso de “prueba y error”. En los primeros cien años –desde la aparición del fenaquistiscopio hasta el estreno de Blancanieves y los siete enanitos [Walt Disney, 1937] se proyectaroncientos de cortos, algunos de ellos todavía los podemos encontrar y disfrutar a través de internet.
Estos primeros cortos combinan en muchos casos escenarios reales con personajes animados, como por ejemplo en Los Centauros [Winsor McCay, 1921], que transcurre en un bosque con personajes completamente animados. O escenarios inexistentes y figuras sencillas [“How a mosquito operates”, de Winsor McCay, 1912].
Los Óscar
Uno de los premios más importantes del cine son los Óscar. Cada febrero y durante los últimos 87 años, Los Ángeles se viste de gala para la noche ‘más importante del cine’.
Las películas de animación habían sido nominadas y premiadas con diferentes tipos de Óscar excepcionales y honoríficos. El primer largo animado de Disney, Blancanieves y los Siete Enanitos [1937] se llevó un premio honorífico que consistía en un Óscar y siete miniaturas. No fue hasta 1991 que una película animada –La Bella y la Bestia, también de Disney- no sería nominada a Mejor Película.
El premio a mejor película de animación no se crearía hasta el año 2001, momento en el que habían aparecido suficientes productoras para competir con Disney. Ese primer año solo tres películas competían por el galardón: la ganadora Shrek [DreamWorks, 2001], Jimmy Neutrón [Nickelodeon Movies, 2001] y Monstruos S.A. [Pixar, 2001].
La animación forma parte de tantos largometrajes que la diferencia entre película de dibujos y de imagen real se desdibuja. En 2010 la Academia tuvo que implantar un criterio de exclusión para evitar que los filmes que utilizan la técnica captura de movimiento [Cuento de navidad, 2009; Las aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio, 2011; Avatar 2009] pudiesen optar a ese galardón.
¿Género o técnica?
¿En qué se diferencian realmente los filmes de animación de los de imagen real? Por muy acostumbrados que estemos a decir que se trata de un género, deberíamos aceptar que, en realidad, no lo es. Cuando hablamos de género –acción, comedia, ciencia ficción, drama, etc.– nos referimos a la historia contada, no al método.
La comedia romántica Por siempre jamás [Ever After: a Cinderella Story, 1998] cuenta la misma historia que La Cenicienta [Cinderella, 1950]. La novela de Robert L. Stevenson, La isla del tesoro [1883] ha sido llevada al cine unas veinte veces. ¿Qué diferencia hay entre la versión de 1990 protagonizada por Christian Bale y Chalton Heston y la posterior El planeta del tesoro [Treasure Planet, 2002]?
Los paralelismos son incontables y la conclusión desconcertante. Si los géneros, las historias y las formas de contarla son los mismos ¿por qué celebramos la imagen real y dejamos a la otra en un segundo plano?
Desde el principio del cine, muchos de los filmes de imagen real han requerido de animación para poder crear sus mundos fantásticos. El mítico King Kong [1933] era un muñeco de 45 centímetros animado con la técnica del stop-motion. Con algunas excepciones, todas las escenas de Draco [Dragonheart, 1996] están hechas con animación 3D. Por no hablar de Pandora [Avatar, 2009] o prácticamente todas las escenas de El destino de Júpiter [Jupiter Ascending, 2015].
Cada año, la línea que separa ambas técnicas se vuelve más fina. Cada vez hay menos imagen real y más efectos especiales. Pero las películas cien por cien animación siguen siendo cosa de niños y yo no puedo evitar preguntarme por qué. ¿Por qué, si son la máxima expresión de creación?
Los que vemos solamente el producto terminado no nos damos cuenta realmente del trabajo que comporta crear un mundo de la nada, querer contar una historia y tener que reinventar todos los aspectos del mundo. Darle luz, crear las plantas y los animales, moldear las personas e inventar la historia. Los límites de la animación están allá donde acaba la imaginación del equipo creativo. Un personaje puede caer desde un rascacielos y echar a volar sin necesidad de extras o grúas. El agua puede ser azul o rosa o verde sin utilizar filtros. Podemos viajar por el espacio o bajo el agua.
Entonces, si el cine es la culminación del arte, la posibilidad de dar vida a nuestros sueños, ¿por qué lo enfocamos solo a los niños?