Imagínate vivir en un lugar donde la historia esté siempre presente, donde el arte se respire en las calles, donde la arquitectura cuente y recuente. Donde cada piedra encierre siglos de vida, donde la artesanía, el diseño y el gusto sean parte de la cotidianidad y se manifiesten en todos los detalles, edificios, estatuas, pinturas, vestidos, zapatos, comida y entre todos los objetos que te circundan.
Imagínate, además que esta presencia absoluta del arte y de la historia sea accesible, que se recuente a sí misma miles de veces y todo exista en relación al resto. Que nada sea una huella o una reliquia abandonada y fuera de contexto y cada ciudad sea un museo viviente. Que cada tradición, cada gesto sea reconducible a su pasado, a su origen y que la razón de todo esté siempre allí, al alcance de la mano, esperando tu mirada o que tú le vuelvas a dar vida anclando tu imaginación, tu fantasía, tu curiosidad al presente.
Imagínate que el espacio que vives y habitas sea el escenario de lo que lees, es el ambiente de las películas y donde la distancia entre el presente y el pasado no sea un abismo insuperable cargado de misterios y enigmas sin respuesta alguna. Imagínate poder estudiar el pasado caminado, paseando, observando lo que te circunda y envuelve. Que los grandes personajes del pasado hayan caminado por las mismas calles, frecuentado los mismo lugares, tocado los mismos muros y que hoy duermen por siempre bajo la fértil tierra por donde pones tus pies o en el cementerio del pueblo, donde puedes llevarles una flor cada primero de noviembre.
Imagínate que el lugar y la historia se confundan y que todo haya sucedido exactamente allí, donde hoy te mueves. Para mi es vivir en un sueño o poblar un eterno presente y entender, descubriéndolo cada día, que el tiempo cambia las cosas, siendo parte del hoy y que el futuro mismo empieza ahora en el presente.