La poesía es un texto breve que usa imagines y metáforas y leerlas asiduamente obliga a una reflexión sistemática, no solamente lingüística en términos formales, sino que también interpretativa, que nos hace conscientes de lo que significa el uso del lenguaje, ya que cada interpretación tendría que ser acompañada al menos de dos preguntas: ¿cuáles son los elementos que la sustentan y cómo puedo verificar que mi interpretación sea válida? La primera pregunta nos ancla en el texto mismo y la línea de asociaciones, que le da estructura al poema. La segunda nos lleva al autor, a sus técnicas, tradiciones, estilo, problemas e historia.
Leer poesía es prepararse en el método de la hermenéutica y, al conocerla, nos adentramos en todos los campos que conciernen la interpretación del significado. La diferencia entre un lector en sus inicios y otro más sofisticado es sobre todo el método, la capacidad de contextualizar y aclarar las cosas que consideramos ambiguas o de doble sentido.
Otro aspecto interesante es seguir un autor en toda su obra, leer sobre su vida y su historia personal, conocer su tiempo y modo de producir significado y en este ámbito la crítica literaria puede ser un instrumento interesante, además de lo que el poeta nos ha contado de sí mismo. Leer poesía es en realidad conocer a un poeta en toda su intimidad, es descubrir la persona detrás de los textos, es poder sentir el mundo como él o ella lo ha sentido y este esfuerzo empático es lo que podemos definir: el alma de la poesía. Es decir, la capacidad de compartir un espacio íntimo sin prejuicios y de encontrar respuestas nuevas a las preguntas que nos hacemos cientos de veces durante la vida. Preguntas como "¿qué significa amar?" o "¿qué es la belleza, la amistad, el sentimiento?", junto a muchas otras.
A veces, para acercarme a un poeta que estoy leyendo o que he leído, le escribo un poema, como se escribe una carta personal y donde describo lo que he sentido leyéndolo. Recientemente, en el mercado de antigüedades, compré un libro de poesías de Bashô, un poeta japonés que conozco y he seguido desde hace años. Lo compré porque era en italiano y yo no lo había leído en esta lengua. Pero la razón principal fue que el traductor, Giuseppe Rigacci, que ha estudiado en detalle el contexto histórico y la vida del poeta, nos ofrece pródigamente una serie de detalles, anécdotas e historias que le dan aún más vida a las poesías, adentrándonos en la persona misma y su contexto.
La poesía también es intuitiva y la intuición es cultura en el sentido que todo lo perceptible y nominable en el mundo es parte de un universo de significados interrelacionados y, para entender un mensaje, hay que mojarse con todas las posibles coloraciones y asociaciones relevantes que este pueda tener. Y, siendo así, la poesía es una llave a la capacidad de entender el significado y las historias, que lo acompañas como la carne al hueso.
Una vez, hace muchos años, en una conferencia, un participante le preguntó a Pablo Neruda por qué había escrito en su oda a García Lorca: “…porque por ti se pintan de azul los hospitales y crecen las escuelas y los barrios marítimos…”. ¿Por qué de azul? Neruda no respondió y se sintió molesto, apelándose a la libertad del poeta. Pero el adjetivo azul en este caso era perfecto: azul cielo, azul mar, porque por la bondad de Lorca abría los hospitales, sus puertas y su espacio de lado a lado a todos los enfermos y necesitados. Esta interpretación es confirmada por las estrofas siguientes:
“y crecen las escuelas y los barrios marítimos, y se pueblan de plumas los ángeles heridos, y se cubren de escamas los pescados nupciales”
La palabra azul es frecuentemente asociada con tristeza, pero puede indicar, como en este caso, infinidad.