El Dolby Theatre de Los Ángeles fue el escenario de un momento inédito en la historia de los Oscars. Patricia Arquette, ganadora del premio a Mejor actriz secundaria, mencionó en su discurso el derecho a la igualdad de la mujer. Cierto es que lo que la actriz reclamó, y una entusiasta Meryl Streep defendió, es verdad. Esa oda feminista que muchos criticaron y otros alabaron es el día a día de la gran industria cinematográfica, entre otros muchos ámbitos. Sólo hace falta mirar los datos de la revista Forbes para darse cuenta de que la diferencia económica entre hombres y mujeres en Hollywood es bastante abrumadora. El pasado año, los 10 actores mejor pagados fueron todos hombres, sin encontrarse ni siquiera Jennifer Lawrence, la nueva novia de América, entre ellos. La actriz, una de las más taquilleras y a la vez más premiada, no llega ni a ingresar la mitad de lo que gana el actor mejor pagado, en este caso Robert Downey Jr.
No sólo en lo económico se nota esa desigualdad de la que tanto se habla. Muchas son las actrices que, al sobrepasar cierto límite en la barrera de la edad, son custodiadas en un baúl y apartadas de la industria durante cierto tiempo para luego hacerlas resurgir cual ave fénix con un papel importante unos años después y ser sepultadas definitivamente. Pocas son las que se salvan de esta criba. Sólo damas de la pantalla de la talla de Meryl Streep y Helen Mirren pueden presumir de seguir teniendo una agenda ocupada (que no llena). Muchos intentan convencerse defendiendo que son ellas las que se alejan de la industria cuando forman una familia o cuando deciden retirarse por un tiempo, pero es bien sabido que el paso de los años no trata igual de bien a las personas y muchas de estas actrices no han envejecido como la industria deseaba. Uno de los casos más comentados en estos últimos meses es el nuevo rostro de una de las actrices más queridas en Hollywood. Renée Zellweger apareció públicamente con un rostro que distaba mucho del que había enamorado a Mr Darcy y Daniel Cleaver, dejando entender que la presión por seguir pareciendo joven y bella había hecho que ella recurriese a la cirugía.
Tampoco en el mundo de la música se salvan de esta criba. Pocas son las artistas que superan los cuarenta años y siguen cosechando éxitos en estilos como el Pop o el R&B. Las mejores voces de los últimos años se han visto acalladas por las nuevas hordas de jovencitas sexys que mueven su cuerpo a ritmo de tweerking y que acaparan más portadas de las revistas que reconocimientos musicales. Mariah Carey, una de las grandes voces de los 90, sigue viviendo año tras años de sus éxitos y canciones navideñas mientras ve como cada nuevo disco es relegado a los últimos puestos de las listas de ventas. El ídolo teen de principios de siglo, Christina Aguilera, tiene que conformarse con el papel de coach en un conocido concurso mientras su colección de Grammys sigue igual que hace diez años, cuando sacó su último disco de éxito y se retiró temporalmente para formar una familia.
Quizás para muchos el discurso de Patricia Arquette es populista y oportunista, pero cierto es que la industria cinematográfica y musical no sabe querer ni valorar a los tesoros que tiene guardados en sus baúles y que un día hicieron brillar la meca del cine.