El concepto de feminidad cambia en el tiempo como cambian todas las cosas. Ayer era la maternidad, la exuberancia, la capacidad de aplacar los deseos y nutrir. Hoy es la maleabilidad y la fuerza, el aspecto dinámico y ágil del cuerpo y el protagonismo en un dialogo, donde se encuentra lo físico, lo corporal, lo sublime y lo audaz. La mujer ya no está definida por su ser o poder ser madre, sino por su capacidad de profundizar sentimientos en un juego vital, que a veces reafirma y otras destruye. La feminidad moderna es antagonismo y al mismo tiempo es capacidad de actuar.
Es la capacidad de dar y quitar. De imponer y ceder y volver a imponer con perseverancia y habilidad. En este juego peligroso, en este dialogo y busca, se abren nuevos espacios y posibilidades. Nuevas formas de expresión y nuevos riesgos. Y la feminidad se hace multifacética y propositiva, redefiniendo al mismo tiempo el papel del hombre y la masculinidad.
Hoy se habla de profesionalidad, de carrera, de ambiciones, de poder, de amor, de sensibilidad y de sexo con un lenguaje completamente nuevo, que nos separa y aleja completamente del pasado y en esta búsqueda continua surgen nuevos juegos y roles. Nuevos fenómenos y modelos. Nuevos comportamientos que tienen como objetivo explorar, encontrar y redefinirse continuamente sin mirar atrás.
La feminidad de hoy es menos sentimental, menos radicada en el seguir y en el dar -y esto deja desorientados a los hombres, que ya no pueden ser como ayer- y conjuga amar con experimentar, probar, dominar y dejarse dominar. Y este es el contexto de las nuevas tendencias, como las descritas en 50 sombras de Grey. Un libro hecho película, que muestra una de las tantas caras de la sexualidad moderna: la subordinación, el someterse y probar dolor al mismo tiempo que placer o placer en el dolor. Este libro, que tiene mayor éxito como película, presenta uno de los tantos nuevos espacios de la sexualidad moderna y refleja la negación de los viejos modelos y una apertura a lo nuevo y a lo desconocido.
Hoy más que nunca, ser mujer o ser hombre es un proyecto individual basado no en pautas ya existentes o impuestas, sino en la experimentación, en la búsqueda y en el juego de todos los días, que tiene lados positivos y negativos, que encierra luz y sombras, posibilidades y riesgos. El elemento fundamental en la nueva feminidad es el coraje de autovalorarse, de ser independiente y de fijar los límites en cada situación. De poder decir sí y poder decir no. Y en esta redefinición incesante de la feminidad, una de las víctimas es el hombre, que acosado y desorientado, cede terreno y a veces, sintiéndose débil y abandonado, ataca. Y es por eso que en la nueva feminidad encontramos también un poco de masculinidad. El dilema abierto para cada uno de nosotros es cómo articular la vida moderna, esta nueva forma de ser, abierta a lo nuevo y con exigencias constantes con la necesidad de amar, crecer humanamente y con los sentimientos. El mundo moderno está lleno de posibilidades, pero puede ser frío y solitario.