En mi infancia y primera adolescencia, hacia finales de los años 90, yo sabía bastante poco de cine. Llegué a mis 16 años con un bagaje no muy ambicioso como espectador, pues veía los estrenos que anunciaban a todas horas en televisión sin preocuparme del resto, algo que cambió por aquel entonces, cuando empecé a interesarme por los libros y las revistas de cine. Desde entonces el aprendizaje ha sido tan constante como fascinante (aun sigo descubriendo clásicos) y uno de esos descubrimientos fue Bonnie & Clyde, vista por primera vez en mis años universitarios, en una pequeña televisión en la videoteca de mi facultad, rodeado de gente viendo otras películas, con las mismas ganas de aprender y aprehender todo lo que el mundo tenía que descubrirnos.
Bonnie & Clyde cuenta la historia de Bonnie Parker (Faye Dunaway) y Clyde Barrow (Warren Beatty), dos personajes que se conocen por casualidad y que acabarán liderando una banda famosa por sus atracos en los primeros años 30. La cinta se inspira en la vida de los Bonnie y Clyde reales, que en su momento fueron considerados una especie de Robin Hood, pues quitaban el dinero a unos bancos que por entonces embargaban las pertenencias de mucha gente (eran los años de la Gran Depresión).
La primera vez que vi la película lo hice por su fama, a ver si era tan buena como decían, y la verdad es que superó mis expectativas. Estrenada en 1967, el filme representa la aparición del nuevo Hollywood, una serie de directores y actores con nuevos bríos que venían a coger el testigo del Hollywood clásico, por entonces en franca decadencia. Influenciada por los aires de la "Nouvelle Vague" francesa (los guionistas, David Newman y Robert Benton, querían a François Truffaut para dirigirla), Bonnie & Clyde fue un soplo de aire fresco en el cine de gánsters, mostrando con naturalidad las peripecias de este grupo de bandidos que, aunque roban y matan, se hacen simpáticos para el público por la identificación que nos producen en su particular lucha contra las injusticias.
Representativa de los nuevos tiempos que entonces corrían es la secuencia inicial, en la que aparece Faye Dunaway (nunca estuvo tan guapa y sexy como en esta peli) desnuda en su habitación (aunque enfocada de espaldas) y conoce a Clyde, el personaje de Beatty, que intenta robar el coche de su madre. Ambos salen a dar un paseo y ella no se cree su condición de bandido, por lo que le pide que le enseñe la pistola. Él lo hace y ella acaricia el revólver con aire divertido, momentos antes de asaltar un negocio y darse ambos a la fuga.
En aquel tiempo, mostrar a una mujer desnuda en una película estadounidense era inconcebible, a lo que hay que sumar la evidente metáfora sexual de la pistola. Este es solo un ejemplo de la proposición del filme, producido el mismo año que El graduado, otra gran cinta que mostraba cosas poco vistas hasta entonces. Además de por retratar la sexualidad de una forma poco frecuente en el género (el personaje de Clyde es impotente), la cinta llamó la atención por la visión descarnada de la violencia. No se ahorran al espectador planos de los efectos de los disparos (el final de la cinta se lleva la palma en este sentido) ni hay muertes fuera de plano para no herir sensibilidades. Aquí los protagonistas se ensucian y se despeinan, no como en tantas películas en las que nunca se les movía un pelo hicieran lo que hiciesen (Faye Dunaway destaca en este sentido, con varios planos con la melena desordenada y el pelo en la cara). Otro de los puntos fuertes es su banda sonora, compuesta por una apropiada música de banjo (la acción se desarrolla en la llamada "América profunda"), utilizada en las escenas de persecuciones. Su uso contribuye al tono irónico y burlón de muchos de esos momentos.
De este modo, el director Arthur Penn (tío del actor Sean Penn y autor de otras grandes cintas como La jauría humana o Pequeño gran hombre) se marcó una película de robos y gánsters que rompía con muchas de las convenciones del género y jugueteaba con los tópicos. Hasta su vestuario influyó en la moda del momento, no hace falta ser un experto para ver como los conjuntos que luce Faye Dunaway (especialmente sus boinas) ya se han visto en muchos otros lados. La Academia de Hollywood le dio diez nominaciones a los Oscar, aunque finalmente solo pudieron llevarse dos, a la mejor fotografía y la mejor actriz secundaria para Estelle Parsons (que hacía de la neurótica mujer del personaje de un principiante Gene Hackman, hermano a la sazón de Clyde), poco triunfo para una película que se estrenó de tapadillo en su momento hasta que el boca-oreja la llevó a convertirse en el clásico que hoy es.
Una película que me encantó la primera vez, vista con el deleite juvenil de cuando se descubren cosas nuevas que parecen hechas a medida de uno mismo y que me ha vuelto a encantar en las sucesivas ocasiones que he vuelto a verla. Por ello, si no han visto Bonnie & Clyde aprovecho para recomendársela vivamente. Quizá experimenten la misma sorpresa y la misma satisfacción que un servidor cuando la descubrió por primera vez.