Si sales de Madrid por la carretera de Andalucía, a la derecha, podrás ver una enorme cabeza metálica que corona una loma y luce un curioso “tocado”. Es obra del escultor valenciano Manolo Valdés y fue bautizada como la “Cabeza de Ariadna” aunque es conocida popularmente como “La Dama del Manzanares”, pues da su toque femenino al fluir de las aguas del río.
Es una obra monumental como casi todas las de este autor, fundida en bronce y acero en 2003. Tiene aproximadamente 13 metros de altura y su peso es de 8 toneladas. Está enclavada en el Parque Lineal Río Manzanares, que se extiende como una continuación de Madrid Río.
La escultura esta situada sobre un cerro artificial llamado La Atalaya, que fue creado a modo de mirador de la ciudad sobre una gran plataforma piramidal de 21 metros de altura, diseñada por el arquitecto Ricardo Bofill. Representa la cabeza de una mujer con el rostro mirando hacia el norte, es decir, hacia el casco urbano madrileño y está dedicada al río Manzanares. Tiene un sistema de iluminación con 24 proyectores cuyas tonalidades cambian con cada estación.
Mi primer contacto con la Dama ha sido tras un largo paseo, una fría mañana de invierno. Quería acercarme a hacerle unas fotos pero una vez estuve cerca de ella me quedé paralizada ante su grandiosidad. Para coger una buena panorámica hay que subirse a un cerro contiguo. Vista de cerca sí da la sensación de que es una “gran mujer” capaz de tener a la vez muchas cosas en la cabeza. Es orgullosa pero no altiva, su cuello mira hacia Madrid, curiosa pero sin juzgar todas esas “cabecitas” que moran en cada ventana de cada edificio que se avista desde el mirador.
La “Cabeza de Ariadna” es todo un espectáculo que un turista que visite Madrid, no debe perderse. No está situada en la “zona noble” de la ciudad y vive cerca de un río tan querido como denostado por los propios madrileños pero, aunque lleva pocos años entre nosotros, recomiendo darle una oportunidad, subir al cerro de La Atalaya y desde allí, de verdad, se ven las cosas de otra manera.
Abuelos con sus nietos, adolescentes con su tablet, parejas de enamorados… todos se sienten orgullosos de haber subido hasta allí y aunque todo es más hermoso en primavera, a Ariadna no se le congelan las ideas y las deja fluir sobre su cabeza para que las veamos madrileños y forasteros.