El cómodo escenario español del histórico bipartidismo se desploma a un ritmo imparable. La hegemonía de los conservadores del PP y la izquierda encarnada en el PSOE se tambalea como no lo había hecho nunca en democracia y el culpable de esta situación no parece ser otro que el terremoto Podemos.
El neonato político, encabezado por su popular líder Pablo Iglesias ha conseguido en tan sólo unos meses revolucionar todo el panorama político español y convertirse en un imparable objetivo en intención de voto. Con algunas encuestas situándolo ya por delante de los dos históricos españoles, Podemos, ha sido desde su nacimiento el objetivo de un intento de desprestigio sin precedentes por sus rivales políticos, que sin éxito sacan a la luz trapos sucios de su líder, al que también intentan vincular con los de países como Bolivia, Venezuela o Ecuador.
Sus ideas, tachadas de populistas, su aparente cercanía y su presencia en los medios de comunicación, junto con un discurso posicionado en una marcada izquierda han logrado que algunos viejos conocidos del Congreso español se remuevan incómodos en unos asientos de los que disfrutaban tranquilos desde hace décadas. Iglesias, que parece haber patentado la palabra “casta” para referirse a estos políticos, ha conseguido que cale en la sociedad el mensaje de que podría haber otros que gobernasen mejor. Idea, que pese a los innumerables escándalos de corrupción, favoritismos y tráfico de influencias, no había logrado asentarse entre los ciudadanos.
Y es que el propio nombre de Podemos es toda una declaración de intenciones. Su líder, alejado de la imagen típica del trajeado político ha conseguido que los ataques contra su coleta y su imagen personal se conviertan en boomerangs contra sus emisores y distancien un poco más a la ciudadanía de unos líderes sin cabeza, a los que hace tiempo que no sienten como propios. Es por ello que el éxito sin precedentes del partido en un país donde siempre se prefirió “lo malo conocido, que lo bueno por conocer”, parece deberse más a sus oponentes políticos que al propio recién llegado. Mientras tanto, los asentados líderes siguen lanzando duros ataques personales que se vuelven en su contra cuando salen a la luz nuevos escándalos de corrupción entre sus filas. Así, la ausencia de experiencia y trayectoria política de la nueva formación, lejos de ser algo negativo, como se quiso hacer creer, se ha convertido en su salvaguarda.
Podemos se hace fuerte mientras el resto intentan “morir matando” y se hunden en sus propias corruptelas, en vez de tomar decisiones y limpiar sus filas de implicados. Los únicos que, aunque tarde, parecen haber tomado algo de ejemplo son los socialistas que han reemplazado a su viejo y desgastado líder por una cara nueva que se intenta acercar a la sociedad, mientras participa en tertulias, programas televisivos y todo tipo de actos y eventos. Intentando recomponer el fragmentado voto de la izquierda, siempre volátil en comparación con el de la derecha.
Las elecciones generales de 2015 se acercan y el tiempo de los antiguos e intocables titanes del Congreso se agota. Tendrán que conseguir remontar una contrarreloj que evite el resultado histórico de una formación con apenas un año de vida desbancando a 40 años de historia.