Silencio, un público que espera ansioso en la oscuridad, y en el escenario: una pintura. Si, un cuadro ocupando el lugar de un músico, una obra de teatro o una película. Este es el vehículo que la pintora Lula Mari creó para conectar su trabajo a una audiencia, para generar un diálogo silencioso.
Las pinturas se suceden una detrás de otra, encaramadas sobre un atril y manipuladas cuidadosamente por la artista quien decide cuanto tiempo las deja en escena – aproximadamente un par de minutos cada obra – mientras el público las contempla en silencio. Una luz se posa sobre la pintura mientras el resto de la sala está sumergida en la oscuridad. La idea parece simple, tan simple que no parece novedosa. Sin embargo, es la primera vez que alguien en el mundo exhibe pinturas de este modo, generando una relación especial con el público. Al mismo tiempo, el concepto es tan original que es difícil de imaginarlo.
Al público el recital de pintura ofrece la posibilidad de desarrollar una relación directa con la obra; le acerca las condiciones para que se establezca un diálogo entre objeto y audiencia que está normalmente ausente en las artes plásticas. Este evento genera una respuesta muy fuerte en la gente que muchas veces concurre sin saber que es lo que va a suceder.
A Lula Mari la idea le parece tan obvia que le parece difícil imaginar que nadie lo haya hecho antes. “En una exposición de pintura”, dice la artista, “uno no se detiene el tiempo necesario para dejar que la obra, que es una imagen condensada, comience a desenrollarse. Lo mismo sucede en un museo, además todo está iluminado, no sólo la pintura”. Por eso, encontró la solución en algo que es una verdad de Perogrullo para el teatro o la música: para apreciar el arte hace falta silencio, concentración y tiempo. Los recitales de pintura de Lula Mari ofrecen esto.
Texto de Marcos Zunino
Para más información
Recitales de Pintura