Un día, una amiga que se dedicaba a la fotografía en cine, decide cambiar de rumbo. Primero fue por diseño gráfico, pero después se dio cuenta que le gustaba la realidad aumentada. Pero siguió por más y llegó a la realidad virtual.
¿Qué tiene todo esto en común? La experiencia de usuario y es ahí donde soy su conejito de pruebas. Yo, con muchísimo gusto.
¿Qué es entonces la experiencia de usuario? Si buscamos en Google: “La experiencia de usuario (UX) es la percepción que tiene un usuario al interactuar con un producto o servicio, ya sea digital o físico”. Si vos entrás a una página para comprar algo, debería ser intuitiva para que puedas justamente hacerlo: deberías identificar rápidamente los botones para buscar lo que querés, agregar los productos al carrito y finalmente, comprar. Desde ya que esta intuición se educa y se moldea, así como la inteligencia artificial no sale de un día para el otro: hace años venimos identificando semáforos y autos. Pero ese es un tema para otro artículo y yo quiero hablar de otra cosa. Pero para que se entienda con un ejemplo analógico y de mis favoritos: cuando uno cruza las vías del tren, hace una especie de “s” que, por lo general, está pintado de rojo y blanco. Su forma es para que mires para un lado y otro, obligándote a mirar a ambos lados para que, básicamente, no te pise un tren.
Entonces, mi amiga empieza a trabajar en una empresa donde diseña la realidad aumentada de algunas aplicaciones. Si buscamos en Google: “la realidad aumentada (RA) es una tecnología que combina el mundo real con elementos virtuales, superponiendo información digital sobre la percepción del mundo real”. Un ejemplo es el Pokémon Go, juego que escanea el espacio real y agrega los elementos virtuales que, en este caso, son los pokemones. Entonces, yo entraba a la app y después de escanear la casa, te aparecía una persona a la cual le ibas tocando partes del cuerpo y te tiraba información de dolores y enfermedades más comunes. Como era para una farmacéutica, también te tiraba la data de sus remedios. Otro día, también jugué a una app interna que la habían hecho para ellos. Todo muy nerd, los banco.
Poco tiempo después, mi amiga hace un cambio de trabajo, pero no solo fue institucional y edilicia, sino que también su métier: pasó a trabajar con realidad virtual.
¿Qué es la realidad virtual? Si buscamos en Google: “la realidad virtual (RV) es una tecnología que crea un entorno digital en el que el usuario puede interactuar con objetos y escenas de apariencia real. Se visualiza a través de un dispositivo, como gafas o un casco, que genera una sensación de inmersión”.
Nunca me había puesto las gafas. Jamás había experimentado la realidad virtual. Así que todo fue espectacular y tengo videos para comprobarlo porque mi amiga filma todo. Yo estoy con las gafas parada en medio de su monoambiente.
Video 1
Con la boca abierta, miro para abajo y para arriba una, dos, tres y cuatro veces. Voz en off de mi amiga: “¿Querés salir de ahí?”.
-Sí… ¡Ay, está Seth Rogen!
-Hacé el gesto que te enseñé…
Entonces empiezo a mover los dedos en el aire, como pincitas con el dedo gordo y el índice. Lo repito muchas veces, me río porque no estoy pudiendo salir, sigo haciendo el gesto. Se corta el video.
Video 2
Estoy de espaldas, miro para diferentes lugares. Sigo haciendo el mismo gesto de pincitas con los dedos.
-Ayyy, ¡qué espectacular!
-¿Encontraste las apps?
-No… Ay, hola, mi amor -recuerdo estar en una selva y que se me aparezca un felino…- Ahí va…
Sigo haciendo pincitas. Parece que logro mi cometido y abro un cuadrado en el aire, pero al toque me golpeó los muslos porque claramente algo no salió bien. Al instante me llevo las manos al pecho como cubriéndome de algo y miro hacia el techo, empiezo a girar y doy una vuelta en 360 grados.
-Ahora estoy, no sé, en Misiones.
Se corta el video.
Video 3
Hago como un escudo con las manos, miro para un lado y para el otro. Ahora sí estoy jugando en alguna aplicación. Me muevo acá y allá, intento agarrar cosas, pumba, escudo con las manos, ahora las doy vuelta y lanzo algo, escudo nuevamente, me agacho.
Se corta el video.
Esa noche cuando me los saqué, mi amiga ya estaba haciendo las empanadas para comer y las estaba poniendo en el horno. Me quedé sentada en el sillón y mi amiga me dijo que me tomara el tiempo necesario.
La verdad es que la “realidad real, tangible con las manos” me parecía un bajón. Nada tenía el brillo que hacía un ratito había experimentado por completo. El disloque mental que me había generado mirarme las manos dentro de un juego, pero en realidad estar moviendo las mías, las de mi cuerpo, había sido rarísimo.
También probé el de Rocky, pero mi devolución no fue buena ya que estabas peleando en el ring y Apollo Creed se movía de maneras que te mareaban. Pero hablando de mareos, nada-nada-nada, como el de la NASA. En medio del universo, flotando en medio del negro, con profundidad, con perspectiva infinita, sin gravedad, repito *sin gravedad, en medio de las estrellas que estaban en medio del negro, repito, infinito. Después, pasé al medio de la nave y tenía que llegar de una punta a la otra. Repito, sin gravedad. Fue mucho y me los saqué.
Pero volviendo a esa primera noche, apenas pude contestar las preguntas de mi amiga en cuanto a la experiencia de usuario. Estaba tan maravillada con la inmersión que generan unos cascos de 400 dólares (que, si bien es una cantidad de plata que hay que juntar, pensé que su valor era mucho más). Obviamente las empanadas desaparecieron mientras hablábamos, sobre todo, de ciencia ficción.
Si bien mi amiga tiene más videojuegos encima que yo, hay algo de las narrativas que proponen estos dispositivos que me resultan super interesantes y propios de su lenguaje, como así los video juegos. Sin embargo, las experiencias inmersivas son mucho más amplias que puro entretenimiento. El lugar para quienes trabaja mi amiga vende proyectos inmobiliarios: diseñan el edificio que quieren vender y lo presentan, desarrollando la promoción inmobiliaria. Hablando de visitas, también se desarrollan prototipos para promover el turismo virtual, algunos con fines educativos. Pero también puede tener instancias terapéuticas como se está desarrollando para fobias, problemas relacionados al estrés y ansiedad y trastornos obsesivos compulsivos. Es decir, creando un entorno controlado, se vuelve un espacio seguro para que el paciente pueda enfrentarse a esos miedos.
La sensación de que estas herramientas se desarrollan a pasos agigantados no es novedad para nadie. Se puede ver el camino concreto que nos lleva hasta el día de hoy, pero ni siquiera podemos imaginar un 5% de lo que vendrá. Algunos pesimistas se acordarán de La caverna de Saramago, gran libro y su diseño de tapa, es bellísimo. También podemos hablar de cómo educamos y muchos se preguntan si vamos a cometer los mismos errores que cometimos y seguimos reproduciendo en “la realidad real, tangible con las manos”. En este sentido, otros advierten el peligro de continuar en un mundo segregado y con un puñado de posibilidades solo para algunos. También se plantea el poder y la manipulación a través de estos dispositivos. O qué sucede con las personas que tienen acceso, pero ningún tipo de educación para usarlo.
No tiene sentido a este punto, para mí, cerrar con un final prometedor porque no lo sé. Por el mismo motivo, tampoco voy a cerrar de manera pesimista. Más que nada porque el mundo es extraordinariamente complejo. Así que prefiero hacerlo recomendando La infancia del mundo de Michel Nieva, una novela apocalíptica e hipnótica. Una de los mejores libros que llegaron a mis manos este año. En sus páginas se plasma un mundo en plena crisis climática donde sus protagonistas juegan “Cristianos vs. Indios” cruzando gauchesca con ciencia ficción en pleno Caribe Pampeano.