Este nuevo camino comenzó el día en el que una crisis de ansiedad se transformó en mi despertar para priorizar mi bienestar. Nadie más pudo haberlo hecho por mí. Tomé la decisión de elegir mi paz, de honrarme y seguir adelante con valentía (...).
(Texto extraído de mi artículo Renunciar para renacer)
Durante los últimos 13 años pasé por ocho empresas, de las cuales en seis de ellas fui despedida. Nunca cometí un delito o un error grave; simplemente hubo reestructuración de áreas, poca afinidad con la cultura, objetivos difíciles de cumplir, malos jefes, ambientes tóxicos o cualquier otra excusa absurda para justificarme que el problema era de las empresas y no mío. Viví todos esos años mintiéndome y obligándome a encajar en mundos corporativos que no terminaban de convencerme y en los que aún así, seguía insistiendo en permanecer porque, al fin y al cabo, eran aquellos que me proporcionaban seguridad económica y cumplían con la expectativa social que varios a mi alrededor esperaban de mí.
Cada vez que comenzaba un nuevo empleo, me decía ese “pajazo mental”: ¡este sí es! Este empleo es el que estaba buscando, es mi empleo soñado. Pero ninguno lo fue en realidad. Ese constante vacío que debía llenar por la necesidad de tener un trabajo estable, me pasaba una mala jugada y hacía que me conformara con lo primero que llegara. Y la verdad era que en todos esos años no sabía qué deseaba hacer con mi vida profesional. Estaba perdida y no me daba cuenta.
Hace poco descubrí que una de las formas para saber qué quiero, es experimentando aquello que no quiero; y aunque varias veces lamenté el tiempo que me tomó llegar a esta reflexión, luego entendí que todo sucede en el momento justo.
Pensé que habían sido 13 años en los que dejé pasar por alto la vida. Sin embargo, un buen amigo me dijo un día que pensara en esos años como la construcción de un pedestal que sostenía un monumento o una obra de arte: “todos esos años los invertiste en construir tu base y soporte, ya sabes de qué estás hecha; ahora es el momento de construir tu obra de arte”. Y sí que tenía razón. Sin duda alguna, todos aquellos años no pudieron haber sido diferentes. Fueron años que me permitieron construir mi carácter, levantar mi autoestima y fabricar mis habilidades para estar a la altura de los sueños que deseaba hacer realidad.
Cuando empecé a tomar decisiones pensando en mí y a soltar aquello que no me hacía bien, comenzaron a suceder cosas extrañas en mi vida.
Acá, es cuando comienzo a vivir la magia que trae la vida:
A los pocos días de haber renunciado a uno de esos trabajos que no me hacía bien, sin buscarlo, llegó a mí como por arte de magia, la recomendación de un retiro terapéutico a través de otro amigo. Fue la experiencia más reveladora y amorosa que había tenido en toda mi vida gracias a una medicina ancestral.
Descubrí y desbloqueé muchas cosas dentro de mí, pero entre todas ellas quiero compartirte la más significativa para darte un poco de contexto de lo que viene más adelante: desde muy temprana edad mi segundo nombre “Viviana” no me agradaba mucho, así que preferí ignorarlo y seguir adelante solo con el “Laura”. En este retiro hubo dos personas que acompañaban la experiencia: Claudia y Viviana. A esta última, fue la única persona a quien desde el primer momento le expresé la coincidencia entre nuestros nombres.
Durante esta experiencia viví emociones muy fuertes por lo que algo dentro de mí insistía en llamar a Viviana. Ella estuvo a mi lado todo el tiempo tomándome de la mano y acompañándome a transitar todos mis estados emocionales. Al final, comenzó a cantar y yo la seguí con mi propia voz. Me di cuenta de que escucharla a ella y escucharme a mí, daba a mi cuerpo una calma y una paz inexplicable. Cuando Viviana soltó mi mano, sentí la necesidad de tomar las mías y fue como si aún sintiera las de ella ya que teníamos la misma morfología: delgadas y pequeñas; me hicieron sentir protegida y sostenida.
Al pasar el efecto de la medicina, llegaron Claudia y Viviana a conversar. “¿Vivi, tú cantas?”, le pregunté. “No, Laura. Pero en ese momento tuve la necesidad de hacerlo”. Quedé sorprendida. “Vivi, yo canto y tu voz me llenó de tanta tranquilidad que decidí seguirte con mi voz. También sentí un cariño especial por tí. Gracias por acompañarme y por sostenerme. Tu me diste la fuerza para transitar esta experiencia y tus manos y voz fueron mi soporte”, le dije a Viviana.
La gran revelación en todo esto fue que Viviana, quien estuvo cantando para mi y tomando mi mano durante ese tiempo, fue la representación física de mi Viviana interna. Me di cuenta del cariño que sentía por mí, que mis propias manos eran las que necesitaba para sostenerme y mi voz era la que debía escuchar para guiarme. Desde ese momento, descubrí que Viviana era la representación de mi intuición, de mi lado artístico, mi pasión, mi creatividad y de todo este mundo que por tanto tiempo quise dejar a un lado. Allí descubrí que debía volver a mis raíces, entendí que la fuerza que necesitaba residía en volver nuevamente a mí, a mi voz, a la música, al arte y la cultura. Darle el lugar que se merecía mi Viviana.
Al reconocer de dónde venía y lo que me hacía vibrar, comenzó a manifestarse un proceso de magia muy loco. Llegaron personas, situaciones y oportunidades que me acercaron a este nuevo mundo. Todo comenzó a fluir de una forma tan orgánica y sencilla que ni siquiera sentí que me estaba esforzando. La magia sí existe y te lo voy a probar:
Con el objetivo de comenzar un proyecto musical desde mis redes sociales, necesitaba crear mi propia marca con fotos profesionales y adquirir un poco más de conocimiento en la industria musical. Así que un día, decidí visitar una universidad tradicional que ofrecía la maestría en Industrias creativas y culturales. Al terminar de recibir la información, decidí caminar un rato. Luego de unas cuadras, un chico de gafas con marco negro, piercing en la ceja derecha y pinta deportiva me detuvo y me dijo: “Hola, iba saliendo del gimnasio y me llamaste la atención, quería acercarme para presentarme. Soy Nicolás. ¿Y tú?”. “Hola, Nicolás. Soy Laura”. En esta situación, mi mamá se habría enfadado por hablar con un extraño en plena calle, y más aún en una ciudad como Bogotá. “Oye, Laura, ¿tienes un segundo nombre?”, dijo Nicolás. Se me puso la piel de gallina, nadie me había preguntado eso antes. Al darle mi respuesta sin titubear, él decidió llamarme de ahora en adelante Viviana y obviamente no me opuse (pues ya me había reconciliado con mi segundo nombre).
Conversamos un rato mientras caminábamos y fue como si lo conociera desde hacía mucho tiempo. “¿A qué te dedicas, Nicolás?, le pregunté. “Soy artista, me dedico a la fotografía y a la producción audiovisual”, respondió. (Silencio) “¿Es en serio?” me dije hacia mis adentros, tratando de ocultar mi emoción y al mismo tiempo asombro por esa sincronía tan extremadamente loca. Ahora, somos muy buenos amigos y hace poco empezamos las sesiones de fotos para mi proyecto. Sin dejar a un lado que Viviana empezó ya a salir al aire. (Pasa en las películas, pasa en la vida, pasa en TNT, ja, ja, ja).
Poco tiempo después, tenía planeado regresar nuevamente a uno de esos retiros terapéuticos el cual era un poco más costoso y además se realizaría muy lejos de la ciudad. Aunque aún no había conseguido el dinero, ya había concretado el transporte con una amiga. Sin embargo, un día antes me confirmó que no podría llevarme. Las cosas no estaban fluyendo esta vez. A pesar de que deseaba asistir a esa experiencia, decidí soltarlo y escuchar lo que la vida quería decirme (sí, suena loco, pero cada loco con su cuento).
Para distraer mi mente y no pensar en el asunto, ingresé a Instagram y, justo en ese momento, vi una publicidad de un congreso sobre Industrias creativas que se realizaría en mi ciudad el mismo día que empezaba aquel retiro. Lo mejor de todo fue que al ser los últimos cupos disponibles, las boletas las ofrecían gratis. En ese evento conocí a un empresario de la industria, quien me recomendó estudiar en Emmat, partner de Berklee, un instituto muy reconocido internacionalmente. No pude haber dado con una mejor escuela de música para empezar a adquirir más conocimientos en Negocios y Emprendimiento Musical, y a parte de todo hice un muy buen contacto dentro de este maravilloso mundo de la música.
Sin duda alguna, la vida me estaba mostrando dónde debía estar y no era precisamente en aquel retiro. Entendí por qué no fluían las cosas con la logística de ese viaje; si hubiera asistido, no habría tenido la oportunidad de encontrarme esta oportunidad que estaba buscando. Ahí entendí en carne propia que la vida no nos da lo que queremos, sino lo que necesitamos. Y si lo que queremos es lo que necesitamos, pues qué maravilla.
Sigue la vida haciendo su magia.
Ni mencionarte que hace cuatro años conocí a un productor de teatro musical durante un retiro de yoga. En ese momento, apenas conversamos, pero desde entonces nos seguimos en redes sociales. Perdimos contacto por años, y, por cosas de la vida, me escribió nuevamente a raíz de uno de mis artículos que publiqué en Instagram. Hoy, no solo se ha convertido en mi mentor y maestro en este nuevo camino, sino también en un gran amigo y confidente. Su larga trayectoria, planificación y gran creatividad me han demostrado que no hay nada imposible para quienes confían en su propio potencial y trabajan por sus sueños por muy locos que sean.
Desde que comencé a escucharme, a seguir mi intuición y a ser leal a mí, han ocurrido cientos de cosas asombrosas. Definitivamente, nada de esto sucede por casualidad; atraemos aquello que vibra en nuestra misma sintonía, tal cual como los algoritmos en redes sociales. Lo más curioso de todo es que estoy dándome cuenta de que ya no busco ni persigo oportunidades, situaciones ni personas; ahora, van llegando a mí como por arte de magia.
La conclusión de todo esto, por ahora, es que tampoco se trata de quedarte todo el día rascándote la panza mientras ves películas en Netflix, esperando que la magia suceda por sí sola. Sueña, nunca dejes de hacerlo, pero no te quedes solo tu mente ni en las ideas; crea un plan para que sucedan las cosas, el “cómo” se irá dando en el camino; lo que deba llegar, llegará. Aquí es cuando la magia sucede: cuando conectas con lo que realmente eres y lo pones en acción. El universo se encargará de presentarte las oportunidades y personas correctas. Eso sí, debes estar muy atent@ a cada señal para no dejarlas pasar por alto, ya que algunas de ellas son muy sutiles.
Pregunta de reflexión: ¿Qué es eso que haces, que cuando lo haces, las horas pasan desapercibidas y sientes una satisfacción plena? Ahí sí es.