¿Cómo terminar mi segundo año de la Maestría en Estudios Histórico-arqueológicos en la Universidad de Buenos Aires sin pensar en la relación entre la arqueología y la historia, debatiendo sobre hasta qué punto dos disciplinas distintas confluyen en un mismo espacio? Tal es mi propia experiencia. En este año cambié varias veces mi tema de tesis. Aprendí que escribir es un oficio oficiante, y que investigar es construir y destruir un edificio en el que a veces se suma, y otras se restan los pasos andados.

Para mi tema actual, que es el estudio del contacto cultural entre grecomacedonios y egipcios en el Egipto Ptolemaico, la arqueología histórica se ha convertido en una herramienta de fundición usada por una no arquitecta, es decir, arqueóloga en teoría. Útil por sus aportes multidisciplinarios, retadoramente. He terminado por seleccionar como fuente los Decretos Sacerdotales Trilingües modelados en suelo egipcio por un grupo de sacerdotes egipcios que vivieron el reinado fundado por Ptolomeo I Sóter (de origen macedonio y general del icónico Alejandro Magno, de quien mucho se ha escrito, tanto en ficción como no ficción).

Esto necesariamente implica estudiar tanto la materialidad de los decretos redactados en forma de estelas en piedra, que fueron hallazgos arqueológicos en zonas de la geografía egipcia, como un análisis, en lo posible, de las ideas que movieron a los hombres que los redactaron. Implica pensar en los sacerdotes de los templos egipcios y en lo que un arqueólogo argentino ha definido como el "paisaje", en su subjetivación socialmente construida, relacional y significante. Las relaciones entre esos sacerdotes egipcios y los reyes y sus administradores extranjeros también llevan a situarse en lo que podemos llamar territorio, espacio o paisaje, en el que pensaron y vivieron humanos preocupados por su tiempo y su destino como nosotros. Por eso pienso que para los historiadores y antropólogos es imprescindible conocer los trabajos de los arqueólogos y manejar sus datos.

Debiéramos repensar el concepto y el objeto de la arqueología histórica global y latinoamericana. También la relación entre la antropología y la arqueología histórica, pues ya no se dedica solamente al estudio de sociedades exóticas el antropólogo, y ambos hacemos trabajo de campo. Sin embargo, es una gran ventaja valerse de las fuentes históricas por excelencia, que son los documentos escritos. Entre ellos se cuentan los redactados sobre los más variados soportes, como las piedras de las estelas que ya he mencionado.

Algunos enfoques restringen la arqueología histórica a América Colonial, en función de la existencia de la escritura y no así, por ejemplo, al área andina, donde los incas no nos legaron documentos. Esto es propio de la manera tradicional de la Historia como oficio de historiadores. Esto plantea una disyuntiva, pues desde Annales, una revista y movimiento científico promovido por historiadores franceses del siglo XX en 1929, se ha empleado cada vez más el registro arqueológico. Es decir, aquellos nuevos datos que construyen los arqueólogos en sus excavaciones y análisis posteriores a partir de la cultura material, con una elevada especialización. Así, hay una mutua dependencia entre lo que hacen los arqueólogos y los historiadores cuando estudian los pasados, que en la práctica es necesaria para quien se sitúa en una u otra disciplina.

Si definir a la arqueología histórica es difícil, no es tan problemático comprender que es un método multidisciplinar que comprende tanto al documento escrito como al registro arqueológico, muy útil para pensar en el trabajo que realizan, o que pudieran hacer, los arqueólogos en otras latitudes y periodos, como la arqueología clásica o la que se realiza en Egipto al estudiar la religión un arqueólogo como Quirke (2015), a fin de cuentas. No solo la práctica de los arqueólogos se condiciona por los métodos y teorías usados en las excavaciones o prospecciones, sino que los historiadores y antropólogos somos más conscientes de que los nuevos datos que ellos construyen cimentan y fundamentan nuestras interpretaciones en otras áreas del saber. Pero solo apuntamos ideas sobre el alcance de la arqueología histórica.

En resumen, ¿cómo pueden sernos útil la arqueología histórica y las teorías del paisaje para interpretar la historia antigua y nuestras concepciones antropológicas sobre los rituales y la relación entre escritura y datos arqueológicos en un contexto donde ambas fuentes se solapan? Al hacer el resumen de mi paso por la Universidad de Buenos Aires, he aprendido que solo tenemos la certeza de volver a interrogar al pasado.

Referencias bibliográficas

Acuto, F. (2012). "¿Demasiados paisajes? Múltiples teorías o múltiples subjetividades en la arqueología del paisaje". Anuario de Arqueología, Rosario 5: 31-50
Moatti, C., Yoo, J., Zerbini, A. y Barron C., (2019). "Mobility in the Roman world New concepts, new perspectives". En Migration and migrant identities in the Near East from antiquity to the Middle Ages. New York: Routledge. p. 15-25
Quirke, S. (2015). Exploring religion in Ancient Egypt. Oxford: Wiley Blackwell