Orestes, hermano de Electra, había vivido su infancia y juventud alejado de su hermana y no sabía del enfrentamiento, de esta con su madre.
En realidad fue otra víctima del odio que envolvía a su hermana que se valió de él para llevar a cabo sus ansias de venganza.
¡Qué triste destino una vida solo empleada en odiar y llevar a cabo un crimen!
Orestes, el brazo ejecutor de los deseos de venganza de su hermana Electra, no supo decir no, ni se supo salvar de la espiral de odio que envolvía a su hermana. Él llegado de lejanas tierras se dejó arrastrar por el rencor y el horror, convirtiendo su existencia en un infierno. Solo el perdón nos hace verdaderamente libres porque nos pone a salvo del odio que en definitiva, convierte nuestra vida en un continuo sufrimiento porque nos quita la paz.
Es muy importante tener nuestros criterios muy firmes para que nadie nos manipule, ni nos lleve por caminos que no queremos y que son peligrosos para nosotros porque al final de cuentas, somos nosotros los que pagamos nuestros errores y a los que se nos va a pedir responsabilidad sobre nuestros actos.
Quien se mueve por principios sólidos es mucho más fuerte que el que se mueve por intereses, porque el que tiene una ética de comportamiento firme y sólido no cambiará en sus convicciones y esa firmeza hace que su opinión sea valiosa para los demás, pero si siempre estamos fluctuando porque no tenemos las cosa claras seremos fácilmente manipulables.
Para tener unos principios firmes es necesario formarnos en valores y para ello debemos dedicar tiempo al estudio y a la reflexión. Consultar libros escritos por personas de reconocido prestigio que puedan aportarnos luz y orientación.
El profesor Gerardo Remolina Vargas en su libro La formación en valores, nos dice que hay que distinguir claramente entre principios, valores y convicciones.
Los principios:
Son proposiciones o formulaciones teóricas que expresan un determinado modo de proceder, bien sea físico, espiritual o moral. Como principios teóricos, pueden imponerse ser aceptados racionalmente, pero no tienen porqué provocar un efecto emotivo en nosotros.
Los valores:
Consisten en un dinamismo relacional que liga al sujeto con el objeto y hace vibrar al hombre con los principios. Es decir, nos lleva a identificarnos con la formulación teórica o la proposición, pero además excita en nosotros, una corriente de identificación con el objeto y se expresa con los sentimientos.
La convicción:
Se halla entre el principio y el valor, es un intermediario. Es una persuasión teórica y sentimental respecto a un principio, pero a un principio que no es estrictamente racional. Según Karl Jasper, es algo que se apodera de nosotros:
Es aquello de lo cual vivimos y por lo cual estamos dispuestos a jugarnos la vida. Son nuestras persuasiones, políticas, morales y religiosa y que alcanzan su culmen en la fe.
Para que nuestras acciones sean rectas según el teólogo Bernard Lonergan debemos actuar de acuerdo con una escala de valores. Así podemos distinguir, en un orden ascendente: valores vitales, sociales, culturales, personales y religiosos.
Son valores vitales: la salud y la fuerza, la gracia y el vigor, es decir, los valores que sirven de fundamento a la vida humana.
Son valores sociales: los que se refieren al bien común y hacen posibles los valores vitales de los miembros individuales de la comunidad.
Son valores culturales: los que descubren y dan sentido y la significación a los valores vitales y a los valores sociales.
Son valores personales: la libertad, el amor, el ser fuente de valores, el ser inspiración e invitación a los otros para actuar de manera semejante.
Son valores religiosos: los que están en el corazón de la significación y del valor de la vida humana y del mundo del hombre inspirados por Dios.
Impío soy, en verdad, por haber matado a mi madre, pero soy piadoso por haber vengado a mi padre.
(Eurípides, Orestes)
Versos inspirados en Orestes
Tu alma no se resigna, tu voluntad se rebela,
sobre auras celestes reposar.
¡Así ha de ser!Tu nombre Orestes ya es signo de venganza,
tu destino fue consagrar tu vida
a vengar la muerte de tu padre.
Así te lo ordeno el oráculo de Delfos,
no se puede burlar a los dioses
ni siquiera ocultándote
en las umbrías sombras del ocaso.Enredado en el viento,
sobre el mar, bajo los astros,
no existirán primaveras para ti.
Solo el sabor agrio del odio en tu boca,
el brillo fiero en tu mirada,
el imparable anhelo de la muerte,
agazapada en cada fibra de tu cuerpo.Tu tragedia no acabó al consumar el crimen,
tuviste que afrontar las iras de las Furias
acechando sobre tu pecho ardiente
hiriendo tu cuello palpitante.
suspendido en el vacío de la angustia.Te fue prohibida a entrada
al valle blanco del olvido.
Los vientos de la desgracia
te persiguieron raudos
nadie te protegió
en tu desdicha.Solo la diosa Atenea, de ti se apiadó,
solo ella en su corazón sintió tu dolor
y quedaste purificado por su mano.Una lluvia de pétalos de rosas
cubrieron tu blanca desnudez
para que al fin pudieras descansar
al resguardo del viento del atardecer.