El proyecto político del partido político Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) es el fenómeno más importante del siglo XXI mexicano. Encabezado por Andrés Manuel López Obrador como líder de oposición, líder político y presidente de la república, Morena pretende una transformación pública y política que ha visto la relevancia de una transformación constitucional. Frente a la transición de poder del 2024, donde López dejará la presidencia a Claudia Sheinbaum, también del partido Morena y discípula política de López, y la posibilidad de reformar la Constitución en concordancia con su proyecto que consolide el cambio de régimen.

A semanas del cambio de administración ejecutiva, ya con la composición del Congreso de la Unión resultado de la elección parlamentaria de este año, la alianza “Sigamos Haciendo Historia”1 ha logrado reformar al poder judicial a nivel constitucional.

Este momento, seguramente trascendente en la historia de México y en el futuro de la Constitución, ha sido enfrentado desde dos narrativas diferentes. Por un lado, desde la oposición (partidista y no partidista) han argumentado que nos encontramos frente a un retroceso o negación del proyecto de liberación política y económica de México. Por su parte, el oficialismo maneja la narrativa de que su movimiento es el abandono de un sistema político clasista, opresor e hipócrita, y que al regenerar a la nación regresan el poder al pueblo en una verdadera democracia. ¿Cómo entender el momento histórico que estamos viviendo? ¿Cuál narrativa se adecua mejor?

Para resolver esta cuestión, el presente ensayo revisará la historia de la Constitución mexicana, en los artículos que definen el sistema político y económico, para posteriormente proponer la filosofía de la historia de Michel Foucault y Walter Benjamin, la discontinuidad histórica como mejor paradigma interpretativo.

La historia de la Constitución mexicana

En rasgos generales, la historia constitucional mexicana, desde la promulgación de 1917, se puede dividir en tres etapas. La primera, que podemos llamar la etapa del nacionalismo revolucionario, va desde su promulgación hasta las reformas liberales de finales que iniciaron a finales de los 70. Como resultado de la revolución, México se volvió una dictadura de partido hegemónico que concentraba todo el poder de un Estado totalitario2 en la posición del presidente de la República, pero con fachada de ser una nación democrática, libre y representativa. La frase "nada fuera del Estado" ejemplifica el pensamiento y el gobierno de Plutarco Elías Calles, presidente de México de 1924 a 1928. Calles impulsó una política de fortalecimiento del Estado mexicano, donde el control estatal abarcaba diversas esferas de la vida política, económica y social del país.

La segunda etapa es el resultado de la crisis del modelo de partido hegemónico a mediados de los años 60, 70 y 80. En distintas esferas de la vida política de México se evidenció que el pacto posrevolucionario había perdido su legitimidad y eficiencia, por lo que, el Estado, de la mano del gobierno, la oposición partidista y la sociedad civil mexicana, entró en una etapa de reformas de corte liberal; en política, economía, relaciones Estado-Iglesia y otros. Estos cambios no solo fueron políticos, sino que tuvieron su impacto en reformas constitucionales.

Estos cambios y reformas tuvieron tres características: (1) no implicaron un abandono total del modelo anterior, algunos rasgos se mantuvieron, (2) fueron resultado de negociaciones y pactos desde las cúpulas del poder mexicano, volviendo los cambios progresivos y (3) siempre se enfrentaron a la oposición de la izquierda cardenista organizada en el Frente Democrático Nacional (1988), Partido de la Revolución Democrática (1989-2011) y Morena (2011-actualidad), donde López Obrador es su principal líder.

La tercera etapa, en la que nos encontramos, que podríamos llamar de regeneración nacionalista, inició con el triunfo electoral y presidencia de López Obrador, donde es cuestionado el periodo anterior y los votantes favorecen un proyecto antiliberal, antimoderno y populista.

Desde 1977, la Constitución mexicana ha sido objeto de diversas reformas en materia de sistema político y económico, con el fin de adaptarse a los cambios sociales, económicos y democráticos del país. Estas reformas han tenido como objetivo fortalecer las instituciones democráticas, fomentar la participación ciudadana y modernizar el sistema económico para integrarlo al contexto global.

En 1977, con la reforma política impulsada por Jesús Reyes Heroles, se dio un paso importante hacia la apertura democrática. Esta reforma modificó el artículo 54 constitucional para introducir el sistema de representación proporcional, permitiendo la participación de partidos minoritarios en el Congreso de la Unión. A partir de ese momento, el sistema político mexicano se encaminó hacia una pluralidad partidista, lo que debilitó la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI). En las décadas siguientes, la creación de organismos autónomos como el Instituto Federal Electoral (IFE), en 1990, y su evolución al Instituto Nacional Electoral (INE), en 2014, aseguró una mayor transparencia en los procesos electorales.

Durante el gobierno de Ernesto Zedillo, en 1996, se promovieron reformas clave para garantizar la autonomía del IFE y para que los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación fueran designados por el Senado, no por el Ejecutivo. Estas medidas consolidaron la transición hacia una democracia competitiva, que culminó en el año 2000 con la alternancia en la presidencia de la República, cuando el Partido Acción Nacional (PAN) ganó las elecciones.

En materia económica, las reformas a la Constitución desde 1977 han estado orientadas a liberalizar y modernizar la economía mexicana. El cambio más significativo ocurrió durante el mandato de Carlos Salinas de Gortari, con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en 1994, lo que requirió ajustes constitucionales para garantizar la apertura de sectores económicos a la inversión extranjera. Las reformas al artículo 27, por ejemplo, permitieron la privatización de tierras ejidales y facilitaron la venta de tierras comunales, lo que abrió la puerta a la modernización agrícola y al ingreso de México a la economía global.

Otro aspecto crucial en este ámbito fue la reforma energética de 2013, bajo el gobierno de Enrique Peña Nieto, que modificó de nuevo el artículo 27 para permitir la participación del capital privado, nacional y extranjero, en sectores estratégicos como la exploración y explotación de petróleo y gas. Esta reforma rompió con el modelo de monopolio estatal que había prevalecido desde la expropiación petrolera de 1938, buscando aumentar la inversión en infraestructura energética y modernizar el sector.

Aunado al repaso anterior hay un elemento más de complejidad. En México el orden constitucional y la realidad social no siempre son compatibles. Se vive, al menos desde la dictadura de Porfirio Díaz, una ficción constitucional, donde la ley ordena algo, pero no se vive. “Obedézcase, pero no se cumpla”, se dictaba desde el Virreinato de la Nueva España, siendo una de nuestras tradiciones jurídicas más importantes.

Cada postura política tiene, como ya se mencionó, una narrativa que sirve como propaganda electoral y como guía en las reformas constitucionales. El proyecto de la transición democrática tiene una narrativa liberal moderna, donde la historia de México es la historia de la formación de un país como un Estado moderno de corte democrático. Interpretan el final de la Revolución mexicana como una traición al proyecto maderista y pasando de la dictadura militar de Díaz a la dictadura perfecta del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Desde entonces, la sociedad civil se comenzó a organizar en posturas democráticas de derecha e izquierda, que a partir de los 80 fueron arrancando poder y control al Estado en favor de los individuos. Las reformas y cambios políticos y económicos a partir de los 80 se denominan la transición democrática y son parte del fenómeno global donde muchas naciones pasan de dictaduras a democracia3. El éxito de este proyecto implicaría el éxito del proyecto histórico de México, iniciado en su guerra de independencia y el Congreso de Chilpancingo.

La dialéctica materialista tropical

Por otro lado, la narrativa de la regeneración nacionalista dice que en los últimos 30 años México vivió un proceso de corrupción política y de desigualdad económica, y que es necesario que el pueblo recupere el poder que les arrebató la elite neoliberal.

Rafel Barajas Durán, alías el Fisgón, cartonista, escritor intelectual de Morena y jefe del Instituto Nacional de Formación Política de dicho partido, en sus libros y conferencias maneja una filosofía de la historia que podríamos denominar “dialéctica materialista mexicana” o tropical... En ella, se distinguen dos clases sociales, la oligarquía y el pueblo, quienes se turnan el poder en una lucha de clases. Cuando uno de los grupos tiene el poder, es porque se ha organizado social y popularmente mejor que el otro; sin embargo, el ejercicio de poder corroe la organización, lo que permite que el otro grupo haga lo propio y se haga con el control.

En el paradigma de la “dialéctica materialista tropical”, el virreinato, el segundo imperio mexicano, el régimen porfirista y el periodo neoliberal son ejemplos de la oligarquía en el poder; mientras que el régimen juarista, la Revolución mexicana, el nacionalismo revolucionario y el Movimiento de Regeneración Nacional, ejemplos del pueblo organizado tomando el poder.

Ambas interpretaciones presentan una serie de problemas. En primer lugar, como la mayoría de las filosofías de la historia reduccionistas, no se ajusta a una realidad histórica tan compleja que no resiste la simplificación. Por otro lado, divide a los actores políticos en una dualidad que termina polarizando a la sociedad. Por último, ambas interpretaciones son teleológicas, su origen en la filosofía moderna4 les hace suponer que la historia tiene una finalidad, que es progresiva, que tiene un hacia donde ir. Lo que supone una continuidad racional a los eventos históricos. Esta característica compartida es la que hace a ambas interpretaciones excluyentes: no pueden ser verdaderas al mismo tiempo, lo que a su vez las vuelve incapaces de explicar la realidad política actual de México.

Ante las preguntas ¿qué implican los cambios políticos en México, apoyados por la mayoría de los votantes mexicanos? ¿El proyecto de Regeneración Nacional y sus reformas constitucionales son retrocesos democráticos o progresos igualitarios? La mejor respuesta es ninguna de las anteriores. Lo que se necesita es una visión de la historia, mexicana y constitucionalista, discontinua y no moderna, que no pretenda que existe un telos o finalidad a los hechos históricos, ni una racionalidad intrínseca.

Michel Foucault, filósofo crítico y estructuralista francés, entiende la historia no como un devenir histórico lineal que se va desarrollando racionalmente. Lo que existe en la historia es una discontinuidad permanente de hechos caóticos no lineales sin resultados necesarios siempre mejores. La historia es un campo de batalla donde se enfrentan las distintas interpretaciones o narrativas buscando imponerse a los otros. La historia y política es guerra, es la lucha donde distintas verdades de los hechos históricos se enfrentan. Hay una pluralidad de líneas históricas, fuerzas para imponerse al otro, grupos políticos en México, usando la Constitución como otra herramienta en sus intentos por dominar y ejecutar el poder. Walter Benjamin lo explica con la expresión cuando el Angelus Novus (ángel de la historia) mira al pasado, no ve una cadena de hechos racionales, ve un paisaje de ruinas.

Bibliografía

Foucault, M. (1971). “Nietzsche, la genealogía, la historia”, en D. Defert y F. Ewald (Eds.), Dits et Écrits, Vol. 2, pp. 136-157. Gallimard. Benjamin, W. (1940). “Sobre el concepto de historia”, en Tesis de filosofía de la historia. Ediciones Akal.
Barajas, R. (2010). Cómo sobrevivir al neoliberalismo sin dejar de ser mexicano. Grijalbo.
Barajas, R. (2012). El país de uno: Reflexiones para entender y cambiar a México. Grijalbo.
Rabasa, E. (2023). Temas torales de derecho constitucional mexicano. Instituto de investigaciones Jurídicas Unam.
Rabasa Mishkin, Emilio O. (2004), Historia de las Constituciones mexicanas. México: UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas.

Notas

1 Conformada por los partidos políticos Morena, PT y PVEM.
2 Si bien sería incorrecto e injusto comparar al Estado mexicano posrevolucionario con los regímenes fascistas de Europa, siempre tuvo la intención de controlar la mayor cantidad de esferas de la vida pública.
3 La caída del Muro de Berlín, de los distintos regímenes socialistas, la democratización de las naciones latinoamericanas superando sus dictaduras militares, fin del apartheid en Sudáfrica son algunos de los fenómenos históricos de esta época. Francis Fukuyama denominó estos fenómenos como el fin de la historia.
4 Uno ilustrado, otro hegeliano.