Lo que sucede en Venezuela inevitablemente atrapa la atención y la conciencia política universal. El proceso electoral venezolano no es solo un problema de Venezuela, sino de atención latinoamericana y mundial. Allí confluye un debate sobre la Democracia como sistema y orden republicano.

No es una discusión sobre dos sistemas políticos o dos sistemas económicos, como sucedió durante el período 1917-1991, cuando surgió la Revolución Rusa, se constituyó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1922 o cuando, a partir del término de la II Guerra Mundial en 1945, surgió el Sistema Socialista Mundial, con un conjunto de países que se incorporaron a la construcción política socialista como sistema contrario al sistema capitalista mundial hasta su desintegración en 1991, quedando como países socialistas de aquella época tan solo la República Popular China, Corea del Norte, Vietnam, Cuba y Laos.

Hubo países que se ubicaron como de tendencia socialista: esto correspondió a los países que emergieron de las luchas anticoloniales del llamado Tercer Mundo y de los llamados países del Movimiento de los No Alineados.

Sin embargo, tan solo los países del llamado Sistema Mundial Socialista fueron los que caracterizaron ese sistema político y económico. Ellos fueron la URSS, la República Popular China, Cuba, Laos, Vietnam, La República Democrática de Alemania, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Mongolia, Albania y Yugoslavia (estos dos últimos con importantes diferencias). En todos, quien ejerció el dominio fue el Partido Comunista de cada país.

Desde 1991, el mundo no tiene la tensión existente en el periodo de la Guerra Fría: no hay preocupación internacional ante un triunfo político que imponga un sistema anticapitalista, como el anterior socialista.

El capitalismo como sistema económico y político campea sin obstáculos. Modalidades del capitalismo en los diversos países es lo que existe. La Globalización Mundial, los Tratados Internacionales de Libre Comercio que se han impuesto y los Organismos Internacionales existentes hoy, dentro de la dinámica capitalista, son los grandes ejes alrededor de los cuales giran todos los países, de una u otra manera.

Las disputas internacionales siguen teniendo de fondo el control de mercados de materias primas, mercados de mano de obra barata y mercados de colocación de productos, como fueron los factores de muchas guerras anteriores y, particularmente, las que orientaron las dos grandes guerras mundiales del Siglo XX. A esto hay que agregar los mercados productores, comercializadores y consumidores de drogas en el mundo, lo que pone un acento especial en las relaciones internacionales.

Venezuela está allí. Nunca ha sido un país socialista. Es un país lleno de riquezas naturales, tales como petróleo, gas natural, agua, bosques, recursos pesqueros y minerales, carbón, oro, hierro y bauxita, níquel, carbón, oro, diamantes, calizas y otros minerales no metálicos, además de importantes prospecciones de amianto, fosfato, manganeso, azufre y plomo, siendo el petróleo su recurso más importante de presencia internacional.

El petróleo explotado desde 1909 llegó a producir casi 3 millones de barriles diarios. La mala administración petrolera de los últimos 25 años lo tiene produciendo alrededor de 800.000 barriles diarios, lo que ha contribuido a generar parte de su crisis económica y social interna, de carácter casi explosivo en la actualidad.

Políticamente, desde las guerras de Independencia en la América hispana, Venezuela sobresalió por sus caudillos, Miranda y Bolívar principalmente, junto al resto de los latinoamericanos que contribuyeron a tumbar el orden colonial español. En ese proceso anticolonial y republicano, Venezuela ha conocido períodos históricos que se han denominado Repúblicas. Así, ha tenido hasta hoy cinco Repúblicas.

Sin entrar en detalles de cada una de ella (porque no es el objeto de este artículo), tan solo diré que entre los propios historiadores venezolanos hay discusión sobre esta periodización y sobre los años que alcanza cada República.

Para los efectos de este artículo, señalaré que hasta 1999 se caracterizó Venezuela por haber tenido Cuatro Republicas.

La IV República surgió en el siglo XIX, cuando Venezuela se separó de la Gran Colombia, y se afirmó en su etapa final, en 1958, con la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez, conduciendo a un período de 40 años de desarrollo democrático republicano caracterizado por la presencia de dos grandes partidos políticos en las esferas de gobierno y legislativas: el social demócrata (Acción Democrática) y el social cristiano (COPEI).

Dictaduras sobre democracias hubo en el siglo XX venezolano, hasta la caída de la dictadura de Pérez Jiménez.

En 1957 se dieron grandes luchas populares contra la dictadura pérez-jimenista. En aquella ocasión, la dictadura organizó un plebiscito para mantenerse en el poder por cinco años más. La lucha popular fraccionó el ejército y a las Fuerzas Armadas, que provocaron una insurrección militar fallida a principios de 1958. La lucha se mantuvo y el 23 de enero de 1958 se logró tumbar la dictadura como resultado de un movimiento cívico militar, haciendo que el dictador huyera hacia República Dominicana y más tarde se radicara en España.

Como resultado de esta caída se integró una Junta Patriótica, se realizó el Pacto de Punto Fijo (que llevó a desarrollar procesos electorales) y se aprobó una nueva Constitución Política que llegó hasta 1999, cuando el gobierno de Hugo Chaves Frías logró aprobar la actual Constitución Bolivariana de Venezuela.

El Presidente Chaves denominó su período de gobierno como el de la V República, que resultó de un movimiento político que le apoyó con ese nombre y con la alianza partidista Polo Patriótico.

Heredó Chaves un Estado, una República y un sistema de gobierno republicano basado en la estructura de tres poderes públicos (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y sin reelección presidencial consecutiva (aspecto que Chaves logró cambiar, lo que le favoreció a él y a Nicolás Maduro que le sucedió en la presidencia). Con la Constitución Bolivariana se estableció una única cámara legislativa.

El triunfo electoral de Chaves, luego de un intento de golpe de Estado en 1992 que lo llevó a prisión hasta que el presidente Rafael Caldera lo indultara, lo catapultó como líder político frente a la corrupción existente y la profunda crisis social y económica que afectaba a la sociedad venezolana, que había tenido un primera detonación en el llamado caracazo de 1989, situación que logró aglutinar Chaves alrededor suyo en el Movimiento político electoral V República.

Durante el período presidencial, el presidente Chaves logró impulsar una serie de proyectos sociales de mucho calado popular, y algunos proyectos internacionales como Misión Milagro, que le convirtieron en un gran líder político venezolano. Y, por los precios internacionales del petróleo que le favorecieron, se proyectó internacionalmente como ningún presidente latinoamericano lo había hecho. Su período presidencial hasta 2012 se caracterizó también por muchos procesos electorales (casi trece) de distinto tipo, que ganaba con facilidad, con una oposición política muy fragmentada y con poca capacidad de unión.

Bajo su gobierno se acuñó la idea de Socialismo Siglo XXI, desarrollada por el alemán Heinz Dieterich. Esta consigna logró pegar en la primera década de este siglo en gobernantes como Correa, en Ecuador (que abandonó su Revolución Ciudadana) o el boliviano Evo Morales, que abandonó su concepto de Revolución Multiétnica y Multicultural. La izquierda continental no abrazó acaloradamente este concepto, que no llegó al Foro de Sao Paolo.

Tampoco la Revolución Cubana hizo suyo este concepto, a pesar de que Heinz Dieterich tenía residencia en Cuba y estaba casado con la marxista Marta Harnecker, también radicada en Cuba.

Hasta el 2008, Dieterich fue un asesor político-ideológico muy importante de Chaves. Rompió con él ese año, y denunció que el Socialismo Siglo XXI no era una realidad en Venezuela.

Como concepto, se utilizó mientras Chaves estuvo vivo hasta el 2013. A su muerte, Correa retornó a su Revolución Ciudadana y Evo a su Revolución Multiétnica y Multicultural. Los otros líderes progresistas y de izquierda como Lula, en Brasil, los argentinos Néstor y Cristina Kirchner y los del Frente Amplio en Uruguay, no acuñaron el concepto de Socialismo Siglo XXI. Ningún partido comunista del continente usó la consigna o el concepto de Socialismo Siglo XXI.

A la muerte de Chaves, el presidente Maduro (que había llegado a la presidencia de manera dudosa) siguió usando la muletilla de Socialismo Siglo XXI y la figura del presidente Chaves como bastones importantes de su incipiente mandato. Ya lo ha abandonado. Mantiene la imagen del presidente Chaves porque todavía ha de tener algún pegue en sectores populares de la sociedad venezolana, y porque cree que le da algún sostén político, aunque la aguda crisis social y económica que padecen los venezolanos como resultado de la mala y corrupta administración gubernamental de Nicolás Maduro Moros hace que pese cada vez menos.

Con Chaves, Maduro inició su carrera en el gobierno como Diputado, como Vicepresidente y como Ministro de Relaciones Exteriores. A la muerte de Chaves, asumió la presidencia como “Presidente encargado”.

Con la muerte de Chaves murió el chavismo, pero NO la V República. Inició, dentro del período de la V República, la etapa del madurismo gubernativo. En los últimos procesos electorales de Chaves ya venía cayendo su caudal electoral: estaba en el 48%, mientras que los votos sumados (pero desarticulados) de la oposición eran de 52%.

Desde ese momento, la oposición política venezolana no pudo quebrar esa alianza chaves-madurista.

Tras esa muerte, se debió haber separado conceptual y políticamente a Maduro de Chaves y haber enfatizado en los dos momentos, porque Chaves pesaba mientras Maduro era vacío, lo que podía haber facilitado mucho la distinción política y haber precisado mejor el papel de la oposición que se enfrentaba al fantasma de Chaves en la figura de Maduro.

Nicolás proyectaba a Chaves porque él no tenía la fuerza moral y política que tenía Chaves. La figura de Chaves, en los años del primer gobierno de Maduro, todavía pesaba sobre la oposición. Hoy, Chaves no se usa más que como recuerdo para las elecciones y para la juramentación presidencial de Maduro.

Como Presidente encargado desde el 2013, Maduro entró en conflicto con Diosdado Cabello y su grupo, que sostenía que, de acuerdo a la Constitución, el que debía haber sustituido a Chaves era Diosdado y no Maduro.

El encargo de la presidencia desde la muerte de Chaves en diciembre del 2012 (o en enero del 2013, cuando se anunció) solo le permitía a Maduro aprovechar el puesto para impulsar su propia campaña electoral del 14 de abril del 2013, que ganó por un margen microscópico de votos y no le permitió a la oposición, encabezada por Henrique Capriles Radonski, demostrar por actas que Maduro había perdido contra Capriles.

Así hizo Maduro su gobierno, cuestionado en su origen presidencial desde el 2013. Gobernó prácticamente por Decreto, usando una Ley Habilitante que había aprobado desde octubre del 2013, y en el 2015 la Asamblea Nacional le autorizó gobernar por Decretos Leyes.

Desde el 2014, la oposición liderada por Leopoldo López, Antonio Ledezma y María Corina Machado comenzó a articular su acción política contra Maduro, bajo la campaña que denominaron “La Salida”.

En el 2015, Maduro sufrió su revés político más importante, cuando la oposición política ganó aplastantemente la integración de diputados de la Asamblea Nacional, donde se inició un proceso para revocar el mandato presidencial de Maduro. Esto no se logró convocar por la vía del referéndum, porque Maduro controlaba las instancias políticas que lo debían aprobar y ejecutar: el Poder Electoral, el Consejo Nacional Electoral, el Tribunal Supremo de Justicia y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.

En el 2017 se produjo una crisis institucional, y el 29 de marzo de ese año el Tribunal Supremo de Justicia se atribuyó a sí mismo las funciones de la Asamblea Nacional, lo que se consideró un autogolpe de Estado. Para enmendar el entuerto político, Maduro convocó a elecciones de una Asamblea Nacional Constituyente en la que no participó la oposición política que, por función propia, exclusiva e indelegable, tiene modificar la Constitución o hacer una nueva Constitución.

Ni una ni otra hizo. La Asamblea Constituyente no hizo una sola modificación a la actual Constitución Política venezolana. Maduro la usó para sustituir en sus funciones constituyentes a la Asamblea Nacional.

En el 2017, el gobierno intensificó la represión, especialmente contra la Asamblea Nacional.

En el 2019, en uso de sus atribuciones constitucionales, la Asamblea Nacional declaró que Maduro usurpaba el Poder Ejecutivo y nombró a Juan Guaidó como Presidente interino, quien fue reconocido por casi 60 países que, hasta el 10 de enero pasado, continuaban desconociendo el gobierno de Maduro. Esto permitía que la oposición lo llamara “gobierno de facto”, como lo sigue catalogando. Institucionalmente existieron dos gobiernos: uno real, en manos de Maduro y su grupo, y otro sin ninguna posibilidad real de ejercer.

En el 2018, de manera irregular, las elecciones presidenciales fueron nuevamente convocadas. Los principales líderes de la oposición fueron encarcelados, obligados al exilio o sometidos al expediente de la inhabilitación política, que es muy fácil y de común aplicación a opositores destacados.

Este gobierno de Maduro, que inició en el 2018 y venció en enero del 2024, fue desconocido internacionalmente por casi 60 países. Frente a la nueva situación de autogolpe que se ha dado el 10 de enero, sigue siendo desconocido por esa comunidad internacional de países.

En abril del 2019 hubo un fracasado alzamiento militar en la base aérea de la Carlota, en Caracas. Desde ese momento se han evidenciado contradicciones y disidencias en los mandos militares que, según se dice, hace que haya casi 400 oficiales de distintos rangos y de las distintas ramas del Ejército detenidos en Venezuela. El último es un general detenido el mismo día de la fraudulenta juramentación del 10 de enero.

Desde el 26 de marzo del 2020, el gobierno de Estados Unidos emitió una orden de captura internacional con una recompensa de 15 millones de dólares sobre Maduro por cargos relacionados con el narcotráfico.

Poco tiempo después, dos sobrinos de Maduro fueron detenidos infraganti en asuntos relacionados con el narcotráfico y llevados a juicio a Estados Unidos, donde permanecieron presos hasta que el presidente Biden prácticamente los indultó como señales importantes, resultantes de una negociación política con autoridades venezolanas para que facilitaran la participación política electoral de la oposición en Venezuela y garantizaran una licencia a la compañía Chevron para volver a operar en el negocio petrolero venezolano.

Desde el 2020, la represión política se ha intensificado en Venezuela. Los mecanismos democráticos republicanos se han hecho casi inexistentes, especialmente en el campo electoral.

Recientemente, en la reunión de BRICS, Venezuela fue vetada de ingresar a propuesta del propio presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, por romper con los acuerdos de Barbados, que obligaban a Maduro y su régimen a respetar la participación política de la oposición, dando garantías democráticas que no pudo cumplir.

Desde el 16 de setiembre del 2020, Maduro y un grupo de dirigentes políticos y militares venezolanos fueron acusados de crímenes de lesa humanidad por una Misión de Investigación de la ONU.

Las elecciones recién realizadas el 28 de julio del 2024 fueron saboteadas por el Gobierno de Maduro inhabilitando candidatos opositores, que se sometieron a las reglas oficiales y las cumplieron.

Sin embargo, ante la popularidad y apoyo que acumulaban, el gobierno de Maduro inhabilitaba a los opositores. Así se procedió contra María Corina Machado, que ganó limpiamente las llamadas elecciones primarias. A su sustituta, la académica universitaria llamada Corina, también la inhabilitaron por la similitud de nombre: electoralmente, en su propaganda, señalaban el apoyo de María Corina, uniendo ambos nombres.

Pocos días antes de la votación, el gobierno de Maduro habilitó la inscripción de Edmundo González Urrutia, pensando que no iba a poder triunfar.

Pero la oposición había aprendido la lección de las elecciones pasadas: había que escanear y fotografiar las actas de las urnas electorales con sus resultados oficiales.

Pusieron en todas las urnas electorales a ciudadanos encargados de hacer esa tarea. Con ello, pudieron demostrar desde la misma noche de las elecciones que la oposición había ganado con más del 70% de los votantes. Ni el Gobierno ni el Tribunal Nacional Electoral han podido desmentirlo, ni han podido demostrar con actas oficiales que el gobierno de Maduro (y Maduro mismo) hubiera ganado las elecciones.

Lo demás son los días que han transcurrido tratando de validar ilegítimamente el triunfo de Maduro sin mostrar las actas oficiales que dicen otra cosa.

Los sucesos de la fraudulenta juramentación presidencial del 10 de enero evidenciaron la debilidad y el miedo del régimen. Machado fue inhabilitada por la Contraloría General de la República y sigue siendo la principal líder de la oposición política unificada y del pueblo venezolano. Su consigna de lucha, “Hasta el final”, la ha llevado a declarar que sigue en el ring, que tan solo se ha pasado a un nuevo ring donde Maduro está contra las cuerdas.

El gobierno se encontraba desesperado y débil. Anticipó la hora del acto protocolario de juramentación para eludir las manifestaciones ciudadanas convocadas, con participación de María Corina Machado, ante la Asamblea Nacional.

Detuvieron en acto a María Corina Machado y se vieron obligados a liberarla, evidenciando la debilidad del régimen que pretendía someterla a prisión y privarla de libertad.

El día de la fraudulenta juramentación, el Ejército no actuó. Se mantuvo expectante, a distancia, guardando un sensible equilibrio. Las autoridades del Ejercito obligadas a jurar lealtad al presidente lo hicieron, a distancia de los acontecimientos de calle. ¿Evidentes contradicciones profundas con lo que sucede en la realidad política venezolana? Es posible.

Los grupos armados de Diosdado Cabello tampoco actuaron. ¿La fuerza movilizada del pueblo en todos los rincones de Venezuela les impidió actuar, cuando Cabello era el principal vocero que excitaba a la detención de María Corina? Probablemente así fue.

Lo único real que queda es que la lucha política de la oposición política en Venezuela continúa con más fuerza moral, con más decisión de hacer caer al dictador, al usurpador de la Presidencia.

Los discursos del Presidente ganador de las elecciones del 28 de julio del 2024, Edmundo González, a los miembros de las Fuerzas Armadas, y de María Corina Machado, en igual sentido, del pasado 13 de enero, luego de esa fraudulenta juramentación, son claras campanadas de que, en la Fuerzas Armadas de Venezuela, en sus diversos cuerpos y destacamentos, hay voces que claman por el papel del Ejército en el cumplimiento y defensa de la Constitución Política.

Casi el 80% de la población votante en Venezuela votó por Edmundo González y el cambio de rumbo político en el gobierno. De hecho, ese casi 80% de votantes alcanzó, de igual modo, al 80% de las familias y de los miembros de las Fuerzas Armadas. Esto lo saben Maduro, Cabello y sus adláteres y compinches.

Para la lucha que sigue, es necesario que el Ejército de un paso al frente. Los sucesos de enero de 1958 para tumbar la dictadura de Marcos Pérez Jiménez con apoyo de las Fuerzas Armadas, resuenan en la mente de los venezolanos.

Esta batalla no está perdida.