Escribir historia es todo un reto y aún más para los aficionados, quienes no somos historiadores formales y parecemos intrusos diletantes que podemos cometer errores de necesaria imparcialidad. Únicamente el tiempo muestra la verdad del suceso, porque la mayoría de las veces ocurre como la paradoja de “la sombra del cilindro”: de un lado la luz refleja solo el lado del círculo y en el otro ángulo el canto cuadrado. Cuando vemos la perspectiva 3D es que apreciamos el volumen real de la figura. Aparte del viejo dicho para con los escritores, quienes narran historias para complacerse a sí mismos, aunque también tienen la obligación de respetar la gramática, buscar emoción y apelar a la inteligencia del lector. Acá tocaré un tema que ha sido uno de los más buscados durante 15 años por mis investigaciones. Intentaré narrarlo con la opinión de seguridad de protagonistas externos y la requerida prudencia de quienes vivimos acá.

El año 1992 en Venezuela fue bastante agitado por dos intentos de golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez en su segundo periodo. El país mantenía su democracia bipartidista, que era ejemplo en el mundo, y para esos meses estaba en un periodo de innegable crecimiento económico, aunque con algunos descuidos sociales que tenía descontentos a ciertos sectores de la población, incluso grupos militares activos. Por primera vez la economía crecía con menos influencia del petróleo, la pobreza bajaba. No obstante, la devaluación de la moneda y la alta inflación era el precio del ajuste. A Pérez se le percibía como corrupto, pero su única transgresión comprobada era el uso discrecional de partidas secretas que eran legalmente aceptadas para esos tiempos.

Esas políticas descarnadas y de sacrificio económico no fueron bien recibidas por la mayoría de la población acostumbrada a tener subsidios estatales. Esta mayoría reaccionó al cambio brusco de 1989 con protestas y saqueos violentos que fueron sofocados fuertemente. Muchos historiadores coinciden en que ese era el camino para mantener la democracia y crear una prosperidad más sustentable. Luego de los tres años siguientes parecía que todo estaba en camino cuando en febrero de 1992 ocurrió el primer golpe de estado que fue controlado por Pérez. La segunda intentona del 27 de noviembre fue más violenta y casi logra deponer al gobierno democrático. Acá intentamos narrar los hechos gracias a un protagonista de los combates en el aire donde ocurrieron los principales eventos y la revisión de algunas fuentes disponibles en internet.

Para esos años la Fuerza Aérea de Venezuela (FAV) era la más poderosa de Latinoamérica, contaba con los F16A/B, un jet que hasta la segunda década del siglo XXI sigue dando de qué hablar positivamente. Uno de sus pilotos bien entrenados era el teniente Guillermo Beltrán Vielma, quien usaba el alias de combate “Manta”. Beltrán es oriundo de Mérida, con 4 hermanos que pasaban sus vacaciones en el mar, donde él solía admirarse de cómo saltaban las mantas y casi volaban fuera del agua. Según me cuenta, esto y ver vuelos acrobáticos fue parte de su inspiración para formarse como aviador militar, tanto así que mantuvo el recuerdo infantil en su callsign. Manta, según me comenta, tiene el privilegio de haber obtenido el primer lugar en el curso de operaciones tácticas de Estados Unidos a finales de los 80, el segundo fue otro venezolano. Además de haber participado en la famosa operación de entrenamiento Red Flag a la siguiente década, donde los pilotos de caza simulan combates aéreos de alto rendimiento y contra diferentes aeronaves e incluso se invitan naciones aliadas como Venezuela en esa ocasión.

Los hechos del 27 de noviembre de 1992 comenzaron días antes con movimientos de personal y aeronaves. El General Francisco Visconti de la FAV estaba con los golpistas. Usando como pretexto el engaño al personal y la parada militar de inicios de diciembre, organiza la mayoría de los aviones de combate en la base aérea de El Libertador en Maracay. Su propósito era derrocar al gobierno democrático con todo el poder aéreo disponible. De allí salen con el amanecer los dos Mirages de los mayores Dionisio Pérez Escalona y David Isea, y una decena de Broncos armados para bombardear el gobierno en Caracas.

Los primeros atacan sin éxito las barracas de Fuerte Tiuna. Mientras los Broncos lanzan cohetes de 70 mm contra el palacio presidencial en Miraflores, tampoco con mucho tino. Pero las defensas del gobierno con fuego desde tierra derriban un primer Bronco, su piloto, Luis Magallanes fue alcanzado cerca de Fuerte Tiuna y el Helicoide. El aviador Magallanes intenta llegar al aeropuerto de La Carlota sin éxito. Cuando su bimotor ya no es controlable, Magallanes se eyecta antes de alcanzar la pista, cae desmayado en su paracaídas y es capturado posteriormente.

Mientras, otros Mirages y Broncos van a Barquisimeto en razón de atacar con bombas y cañones a la base leal a la república. Allí son alcanzados algunos CF5, parte de la pista, y otros aviones, pero no los F16. Lo más grave es la cantidad de personal de tierra, suboficiales y oficiales heridos y mutilados. Sin embargo, Manta y el teniente Helimenas José Labarca despejan cada uno con su F16A en lo que sería una mini campaña aérea de 10 misiones; allí cargados con combustible, bengalas y 280 municiones de su cañón M61 de 20 mm. El primero vuela a Caracas y el segundo a Maracay. Eran los únicos dos pilotos leales disponibles y salen sin misiles antiaéreos, ni traje anti G, e incluso Labarca en una misión va sin arneses debido al ímpetu del momento. Deciden turnarse coberturas confiando en su poder superior. Cuando están en las ciudades deciden no derribar a los rebeldes, ya que pudiese caer sobre centros poblados, aunque tenían la orden de hacer bajar toda aeronave golpista. También acuerdan entre ellos no matar a sus compañeros y en lo posible hacerlos aterrizar.

Los detalles precisos, minuto a minuto, de los combates serán contados en un libro y documental que prepara Guillermo Beltrán. No obstante, según escasas fuentes de internet, se sabe que cerca de Yaritagua Manta intercepta un Bronco a muy baja altura. Esto no fue nada fácil. A pesar de la superioridad del F16, combatir contra el lento bimotor Bronco y a corta distancia demostró que sus adversarios tampoco eran presa fácil. Al primer Bronco del teniente Rodolfo Domador lo derriba a la distancia con una corta ráfaga en uno de los motores, la eyección no ocurre y allí perece el teniente Domador. El segundo rebelde es Carlos Mictil García, quien según fuentes insurrectas debía proteger la base aérea de Maracay. Manta intenta obligarlo a aterrizar, pero este se niega e inicia maniobras para reducir la velocidad al máximo incluso sacando el tren de aterrizaje para que el F16 no logre blanco. Manta extiende sus Aero frenos en uno de los giros y acciona una corta ráfaga que le destroza una de las alas al Bronco y es allí donde García se eyecta.

En un regreso a Barquisimeto, Labarca reabastece y vuelve a patrullar las cercanías del centro del país. Ya cerca de Maracay aviones Tucanos se mantenían atacando las tropas leales al gobierno en la base aérea. Labarca intenta derribar algunos de los lentos monomotores, pero sin éxito. Sin embargo, Luis José Berroterán Acosta es alcanzado por el F16 y Berroterán se eyecta a salvo. Otros Tucanos son atacados en tierra por Labarca, allí es alcanzado mortalmente el teniente Alí Nicolacci. De repente, apareció un Mirage que Labarca intenta cazar. El jet francés rompe la barrera del sonido y escapa, Labarca desiste en perseguirlo ya que está bajo de combustible y regresa a Barquisimeto.

En total los dos F16 leales a la democracia, en palabras de Manta, lucharon solos contra más de 35 enemigos activos en el aire; él considera que impactó 9 Broncos y 7 Tucanos. Lo confirmado es que se derribaron tres aeronaves y se dañaron ocho. Otros Broncos caen por el fuego antiaéreo, mientras la base de Maracay es recapturada por el ejército fiel a la república. Ya a inicios de la tarde comienza a llover fuerte, los golpistas se dan cuenta de que han fracasado y casi un centenar de rebeldes huyen a Perú en un avión Hércules C130. Los aviones de combate golpistas ya sin munición ni combustible aterrizan.

Aún en Maracay, dos F16 logran despegar con pilotos rebeldes para escoltar al Hércules, sin embargo, esto no es necesario, ya que por razones no detalladas se le permite el escape al C130 y se le indica a los F16 escolta que aterricen en Barquisimeto, estaban con poco combustible y sin armas. Manta y Labarca estaban atentos en caso de tener que seguir combatiendo, pero ya a las 4 pm habían consolidado la superior capacidad de ese avión de caza en manos competentes.

Con el cambio de gobierno de 1998, Labarca es detenido en la cárcel militar de Ramo Verde en los 2000 por las grandes diferencias con los mandos. Manta comenta que los golpistas que perdieron en 1992 fueron reivindicados a la siguiente década con gran poder y discrecionalidad. El recelo contra estos dos pilotos era tan grande que terminaron migrando en la década de 2010. Labarca es el más reservado, según su amigo Beltrán, es un piloto fuera de serie. Actualmente, Labarca trabaja para SpaceX.

Manta recuerda, con una combinación de orgullo y amargura, cómo fue pelear entre hermanos durante ese día de 1992; y más por ideas erradas y oportunismos. Aunque sí se enorgullece de su accionar en aquel momento, tanto por su juramento y como su formación. Siempre comenta que lo volvería a hacer. Biológicamente, sabemos que las grandes mantas no tienen aguijón, pero la manta de Beltrán sí que lo tiene.

La historia, como la evolución, en ocasiones actúa rápido; en el caso de los eventos de ese año, narrados acá con la mayor imparcialidad posible, se demostró en menos de dos décadas que mantener la democracia alternativa, combatir la corrupción y estimular una economía sana a pesar de los sacrificios era el camino correcto. Es seguro resumir que las lecciones son: mantener el cuidado al sector más desvalido de la población, mejorar la inteligencia en el sector militar evitando conspiraciones autocráticas, profesionalizar más al castrense e incrementar sus valores republicanos por una sociedad realmente libre.